quarta-feira, 6 de novembro de 2013

Largo domingo cubano, de Catalina Murillo



Por Luis Chaves

En alguna parte leí que los borrachos y los domingos no mienten. O los niños y los domingos. O los niños borrachos y los domingos.

No es arbitrario que este primer libro de Catalina, que reedita el sello Germinal 18 después de su primera edición, lleve el día domingo en el título. Largo viernes cubano sería una crónica de otro tipo, empezaría talvez en esa fiesta de ron, música, penumbra e intenso “intercambio cultural” que organiza y lidera el Nene hacia el final del libro.

Los domingos tienen ese atributo, a partir del cruce de un umbral que está en algún lugar entre la línea que divide la tarde la noche, de convertirse en una extensión retroactiva y maligna del lunes. Entramos en un estado emocional, sicológico, casi que de duelo, de desenlace metafísico. Largo domingo cubano tiene, para mí, en las 75 páginas (edición 1995), esa atmósfera dominguera de interrupción inminente que no termina de ser opresiva, pero que definitivamente nos aleja de la tranquilidad.

Esto lo hace Murillo con una prosa transparente y firme, como un buen cristal. Un primer libro en el que declara sus intenciones, con aquellos 25 años deja muy claro que lo suyo es la literatura y escribe una crónica en la que se está despidiendo de una época de su vida desde la página uno. Por aquí y por allá se encuentran, ahora leyendo para atrás, como los árabes, claves que se iban a convertir en su manera de andar, su posición para dormir: su estilo. La acotación filosa, el guiño sagaz, la anticipación irónica.

Es un libro que se lee de un saque. Empieza en el papel y termina -el punto final se pone mucho tiempo después de terminar de leerlo- en la mente del lector. No sé cómo explicarlo mejor.

Descargue el primer capítulo del libro aquí.
Largo Domingo Cubano de Catalina Murillo

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