quinta-feira, 24 de outubro de 2013

El desafío: convertir el idioma en una herramienta de desarrollo

Por Leonardo Tarifeño 

En la nada recomendable Elysium, actualmente en cartelera, el héroe encarnado por Matt Damon malvive en un planeta Tierra devastado y miserable, abandonado a la pésima suerte de los pobres que sueñan con escapar hacia la colonia espacial adonde huyeron los ricos. En el paraíso inaccesible de los millonarios se hablan inglés y francés. En la Tierra de los desharrapados y menesterosos, la lengua principal es el español.
La fantasía de Elysium se ubica en el año 2159, pero no hay que hacer grandes esfuerzos de imaginación para suponer que, en un posible futuro marcado por las diferencias sociales y económicas extremas, el idioma español identificaría a los más desfavorecidos. Si se tiene en cuenta que hoy la lengua de Cervantes es la segunda del mundo en cantidad de hablantes nativos (457 millones), pero la tercera en cuanto a población alfabetizada a escala global (5,47% del total), podría pensarse que, de no achicarse esa grieta entre los hispanohablantes de origen y la alfabetización de quienes hablan el idioma, el feo porvenir que se describe en Elysium estaría más cerca de lo que podría parecer.
¿Las sociedades hispanohablantes están preparadas para admitir que el español podría convertirse en la bandera universal de los humildes? La lengua es una patria, un sentimiento y un destino. Nos determina aún en lo que ni siquiera decimos: en nuestros sueños también se habla español.
Los dichos populares, los giros idiomáticos y las "frases hechas" constituyen el archivo cultural de un país y moldean la forma de pensar de sus ciudadanos. No es posible pensar "fuera" de la lengua; sus límites son los de nuestro pensamiento, es decir, dibujan la única frontera imposible de traspasar. Por eso, cuanto más rico es su bagaje, más lejos queda esa frontera. Hoy, el español se habla en al menos 35 países, y cada uno aporta kilómetros de mestizaje lingüístico que ponen aún más distancia entre el hablante contemporáneo y los confines del idioma. Pero la riqueza del tesoro que une a los casi 530 millones de hispanohablantes no se corresponde con el estatus social y económico que el español podría estar en camino de representar.
El desafío del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, que por estos días se celebra en Panamá, no es otro que convertir el idioma en una herramienta de desarrollo. El principal camino es el fomento de la lectura entendida como una actividad lúdica ("leer es un placer y eso es lo que se tiene que transmitir", señaló el escritor colombiano William Ospina) que hoy admite distintas plataformas y soportes. El día que las sociedades hispanohablantes ostenten una riqueza comparable a su idioma, el español dejará de ser el pasaporte que se veta en las aduanas donde espera el futuro. Para que ese cambio se ponga en marcha, los Estados y la industria del libro deben comprometerse con la educación. En Elysium, los pobres de la Tierra intentan un escape imposible y son interceptados por la policía espacial, que se comunica en inglés. Aun en una película tan mala queda claro que el mejor porvenir está en la propia lengua..

[Fuente: www.lanacion.com.ar]

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