En El Hombre de al Lado (Argentina, 2009), su tercer largometraje, los cineastas Mariano Cohn y Gastón Duprat le plantean una provocación moral al espectador de este filme.
Va mi teoría: el
cinéfilo promedio de clase media acomodada tiene más cosas en común
con el exitoso arquitecto Leonardo Kachanovsky (Rafael Spregelburd) que con su
francote vecino impertinente Víctor Chubelo (Daniel Aráoz) y, sin embargo, en
la medida que avanza la película, es más complicado seguir del lado del
sarcástico, autoritario y egocéntrico Leonardo. Y aunque nunca comprendemos del
todo quién es Víctor, qué hace y qué desea, quisiéramos conocerlo mejor.
Leonardo vive
con su exasperante mujer y su distante hija adolescente en La Plata, en la casa
Curuchet, el único edificio americano diseñado por Le Corbusier.
Cierto día unos marrazos lo despiertan: frente a su ventana, en la pared de
enfrente, un albañil está haciendo un gran agujero. Esa misma tarde, el vecino
le explica: sólo quiere una ventana para “atrapar unos rayitos de sol”. Pero el
arquitecto Leonardo no lo puede permitir: es una violación del reglamento, una
invasión de su privacidad, un atentado a Le Corbusier.
Este es el tipo
de disputas que se arreglan hablando, le dice un amigo a Leonardo, pero él no
está acostumbrado a hablar. Él da órdenes a los miembros de su equipo, decide
qué preguntas contestarle a una periodista o se burla de los ejercicios de sus
estudiantes. Él no está para escuchar, sino para que lo escuchen. Víctor, en
contraste, está para platicar, seducir, convencer.
El filme de
Cohn/Duprat abreva de un tema que ha sido tratado en otros géneros, en otras
latitudes, como en el sádico telefilme de culto El Plomero (Weir, 1979) o en nuestra propia cinta clasista-paranoica
Llovizna (Olhovich, 1978). El centro
argumental es más o menos el mismo: cómo alguien bien educado, sofisticado y (dizque)
de buenas costumbres lidia con alguien que pertenece, por sus maneras, su forma
de hablar, su forma de ser, a las clases “subordinadas”. ¿Qué pasa cuando
alguien así toca a tu puerta, te trata con familiaridad, le manda flores a tu
esposa, entretiene a tu hija?
Cohn/Duprat
–responsables también de la fotografía- filman a través de tomas cerradas y
extendidas en las que aparecen los dos personajes centrales discutiendo una y
otra vez sobre lo mismo: la ventana, el abogado, los “rayitos del sol”. Hablan
castellano, es cierto, pero no se entienden. Y es que Leonardo es de lo que no saben
entender.
[Fuente: cinevertigo.blogspot.com]
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