Europa es considerada tradicionalmente como uno de los cinco continentes, aunque en realidad se trata del apéndice occidental de la gran masa continental de Eurasia, de la que ocupa una quinta parte. La frontera entre Europa y Asia (a la que pertenecen las cuatro partes restantes del bloque eusoasiático) se fija de modo convencional, y de norte a sur, en los montes Urales, costa noroccidental del mar Caspio, cordillera del Cáucaso, y costa norte y oeste del mar Negro. Asia y Europa se aproximan por el sur en los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, entre los cuales se forma el mar de Mármara, cuyas orillas pertenecen a un sólo país (Turquía), pero a dos continentes. El punto más septentrional de la masa continental es el cabo Norte (Noruega), y el más meridional, la punta de Tarifa (España); el más oriental se encuentra en las estribaciones de los Urales (costa del mar de Kara, en Rusia), mientras que el más occidental es el Cabo da Roca (Portugal). Estos límites varían si se tienen en cuenta los territorios insulares adyacentes: el septentrional sería una de las islas integrantes de la Tierra de Francisco José (Rusia), que puede incluírse en Europa, ya que está ubicada en su mayor parte al O del meridiano que marca el límite con Asia. El meridional estaría en la isla Gávdhos, al S de Creta (Grecia). Por último, el occidental vendría marcado por el cabo Staalbjerg-Huk (Islandia).
El territorio europeo está caracterizado por la interacción entre el mar y la tierra, que provoca la aparición de varias penínsulas grandes como la Escandinava, Ibérica e Itálica, así como otras más pequeñas, como las de Kola, Jutlandia y Bretaña. Esta irregularidad explica la considerable longitud del litoral costero en comparación con la superficie continental: en apenas diez millones y medio de km² hay más de 32.000 km de costas, que se convierten en 80.000 si se incluyen sus numerosos accidentes. Estos son especialmente abundantes en la costa atlántica (fiordos noruegos, lochs escoceses, rías del norte de España), así como en la costa del Adriático (litoral dálmata), Egeo y Jónico (cabos, golfos e islas griegas). A los citados mares mediterráneos se une el Tirreno, que junto a los del Atlántico (mar Cantábrico, mar del Norte, mar Báltico y mar de Noruega) y el océano Glacial Artico (mar Blanco) conforman los mares territoriales europeos. Además de las islas anteriormente mencionadas, hay otros archipiélagos menores: Gotland, Öland, Aland, Svalbard, Faroes, Shetland, Hebridas, Frisias e islas bálticas en el Atlántico, y las islas del Tirreno, Adriático, Jónico y Egeo en el Mediterráneo.
La mayor parte del territorio europeo es una gran llanura, que anticipa las vastas planicies asiáticas, y la altitud media del continente es apenas de 340 m, la más baja del mundo. Las mayores altitudes se alcanzan en los Alpes, donde se encuentra el Mont Blanc, con 4.807 m, que tradicionalmente ha sido considerado como el punto más elevado del continente. Sin embargo, la montaña más elevada es el Elbrus (5.642 m), situada en el Cáucaso ruso, en la frontera natural con Asia. En contrapartida, existen depresiones como la del norte del mar Caspio, donde se alcanzan los 28 m bajo el nivel del mar. También se desciende bajo esa cota en la costa noroccidental del Atlántico (Bélgica y Países Bajos). El continente puede dividirse en cuatro regiones naturales. La más occidental es la Europa atlántica, en la que se alternan macizos montañosos de formas suaves (cadena Penina, Alpes escandinavos, macizo Armoricano) con planicies (cuenca de París, llanura flamenca, llanura inglesa). El clima oceánico uniformiza una región que se caracteriza por sus variados paisajes. La más extensa de las cuatro es la Gran LLanura Europea, que se prolonga desde la costa atlántica hasta los Urales, y en la que hay algunas cadenas montañosas de poca altura y antiquísimo origen geológico, como el macizo de las Ardenas, el de Bohemia o el Esquistoso Renano. Se continúa en territorio ruso, donde alcanza sus mayores dimensiones y la máxima uniformidad paisajística. Al sur de la Gran Llanura aparecen las montañas de más reciente formación, levantadas durante el plegamiento alpino: de oeste a este aparecen la Cordillera Cantábrica, los Pirineos, los Alpes, los Balcanes y los Cárpatos, y al otro lado del mar Negro se encuentra el Cáucaso. Al sur de las grandes montañas se extiende la Europa mediterránea, de relieve muy variado, en la que se alternan montañas, como los sistemas Central y Bético españoles y los Apeninos italianos con mesetas y llanuras litorales.
Al igual que sucede en la Europa Atlántica, el clima unifica un paisaje de gran diversidad.
Hidrografía
La hidrografía europea cuenta en la vertiente atlántica con ríos caudalosos y de tranquilo discurrir, lo que facilita la navegación a través de ellos y los ha convertido en arterias vitales desde el punto de vista de la economía y el desarrollo urbano. Fluyen desde el corazón del continente hasta los mares territoriales, y pueden citarse los siguientes: Vístula y Oder (desembocan en el mar Báltico), Rin, Elba y Weser (mar del Norte) en Europa Central; Támesis en la isla de Gran Bretaña; Sena, Loira, y Garona en la Europa Atlántica, y Duero, Tajo y Guadalquivir en la península Ibérica. A la vertiente mediterránea pertenecen el Ebro, Ródano y Po, mientras que en el mar Negro desemboca el Danubio, el río más internacional del mundo, que fluye desde el centro de Europa hacia el este, y recorre Alemania, Austria, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Serbia, Bulgaria y Rumanía. También vierten al mar Negro el Dniester, Dnieper y Don. En el mar Caspio desembocan el Ural, fronterizo con Asia, y el Volga, el río más largo de Europa, que discurre de norte a sur por territorio ruso.
Los lagos abundan, sobre todo, en la península escandinava (Suecia y, principalmente, Finlandia), Polonia y regiones montañosas de Austria, Suiza e Italia. Sin embargo, los de mayor extensión están todos en el norte de la Rusia europea, Ladoga y Onega.
Clima
El clima europeo viene determinado por la acción moderadora de los mares que bañan el continente. La corriente cálida del golfo y los vientos oceánicos del oeste permiten que toda la cornisa atlántica tenga un clima suave, con inviernos moderadamente fríos y veranos suaves, así como precipitaciones abundantes durante todo el año. Las cordilleras alpinas impiden el paso de las corrientes atlánticas hacia el sur, lo que explica las características climáticas de la Europa Mediterránea, en la cual la influencia marina se traduce en veranos calurosos y de fuertes sequías, e inviernos suaves en los cuales se concentran las precipitaciones, que son menos abundantes que en el norte. Al este de Europa Central desaparece progresivamente la influencia marina, y el clima se torna plenamente continental, con gran oscilación térmica y precipitaciones menos frecuentes, así como inviernos de gran rigurosidad y veranos tórridos. En zonas de montaña se da un clima alpino, y al norte del Círculo Polar Artico aparece el dominio de los hielos perpetuos, donde el extremo rigor climático dificulta notablemente el asentamiento humano.
[Fuente: www.globedia.com]
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