Publicado por Tes Nehuén
La Academia de la RAE ha rechazado el lenguaje inclusivo. El masculino será el adecuado para referirse a las oraciones que incluyan sujetos femeninos y masculinos. Si bien no resulta sorprendente que la Academia se reafirme en la vieja escuela, recordar que vivimos en estos tiempos de cambios pero que la ortografía no refleja nuestra lucha resulta un tanto frustrante. Da coraje pensar que quienes están al mando para guiarnos en el uso del lenguaje se apoyan en el patriarcado para expulsarnos de la norma. Aunque más coraje da que encima nieguen lo político que hay en el acto de definir nuestra ortografía y nuestra gramática.
¿Por qué sí yutubero y no todas y todos?
Durante el mes de julio, Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, solicitó a los miembros de la RAE un informe acerca de las modificaciones del texto de la Constitución para que reflejara una mayor paridad entre sexos. La respuesta de la RAE fue que no hay que confundir la gramática con el machismo y que, probablemente, los resultados de este debate (que se revelarán en diciembre) no presentarán demasiadas novedades.
Recientemente la Real Academia ha lanzado un libro de estilo ortográfico que, en teoría, se nos ofrece como una herramienta útil para no cometer aquellos errores sancionados por la Academia. Se trata del primer manual de estilo de nuestro idioma e incluye todas las modificaciones que se han ido realizando en los últimos años, y se encuentra especialmente enfocado en la ortografía.
En lo que respecta al lenguaje inclusivo, sin embargo, la Academia se muestra categórica. Asegura que se consideran innecesarias todas las variables de doble género porque contamos con el genérico masculino que sirve para ambos sexos. Así que “todos y todas”, “todes”, “todxs” o “tod@s” se rechazan rotundamente. Por lo que no debemos esperar encontrar ninguna de estas expresiones en dicho libro.
Ha dicho Víctor García de la Concha, director de la Academia:
Y ahí es cuando yo me levanto y los miro a todos y todas, y me pregunto y les pregunto si están pensando lo mismo que yo. ¿Desde cuándo el género masculino se ha mostrado como el no marcado? Resulta inverosímil que estos señores no sean capaces de mirar el mundo y de entender que si exigimos un lenguaje inclusivo es precisamente porque su masculino no nos representa. Y viene a mi mente una lectura fabulosa que hice recientemente –La máscara infame. Actas de la inquisición a Eleno de Céspedes–, porque a veces siento que seguimos en ese tiempo en el que se creía que la mujer era un hombre que había nacido defectuoso. El mismo lenguaje de entonces es el que nos acompaña hoy, unos cinco siglos más tarde. E insisto: si no fue entonces inclusivo ese masculino, ¿por qué habría de serlo ahora?
Lo masculino como genérico o el chiste que nos perdimos
Hace un tiempo un compañero de trabajo me corrigió un error en un texto que yo había elaborado. No me preguntó qué conocimientos tenía del tema, ni cómo había realizado mi investigación o de dónde había sacado los datos, simplemente me dijo qué cosas no tendría que haber puesto y qué datos eran los correctos. Y agregó –por supuesto– que él tenía experiencia en el sector. Ya sé. Todas tenemos historias del estilo. Y es que a las mujeres no se nos pregunta acerca de lo que sabemos, porque los hombres dan por sentado que ellos siempre saben más, porque nacen con el poder en las manos, el poder que les da ese masculino que estos señores pretenden que creamos que es “no marcado”.
Pero ellos no necesitan detenerse a pensar en estas cosas porque siempre van a estar incluidos en ese género. Y no se detienen. Por eso no se dan cuenta de que mientras ellos aprenden a vivir, nosotras tenemos que aprender a vivir y a demostrar que vivimos (y cómo). Solo a nosotras se nos pide la excelencia, ellos pueden ser mediocres y recibir premios, y ocupar sillones con sus camisas almidonadas. Y pretenden que me crea que el género masculino es el no marcado. ¿Desde cuándo las mujeres hemos contado en ese género? Podríamos preguntárselo a Eleno de Céspedes…
Las prisas de la RAE por incluir términos como «tuit», «yutubero», «guasap» parecen evidenciar que sus representantes entienden de una forma bastante retorcida esto de adaptarse a los tiempos. El lenguaje debería ser una herramienta al servicio de todos, que revele la forma en la que nos comunicamos pero también la forma en la que deseamos vivir, que sirva para plantear nuevos desafíos en la integración social y esta respuesta categórica contradice todos estos fundamentos. De este modo, lo único que me dejan en claro estos señores es que para ellos sí la ortografía y el lenguaje son una cuestión de machismo: una herramienta para prolongar el patriarcado. Y que vengan a decir que no es una cuestión política.
En mi caso seguiré usando el lenguaje inclusivo. Mi forma de hacerlo es variar. Usar a veces el femenino, otras veces, el masculino, y dejar mis textos al buen mirar del lector; también en ocasiones combino ambos en una misma oración. Porque estoy convencida de que el hecho de que estos señores no se hayan dignado a modificar las reglas de la ortografía no tiene que ver con que consideren que no es necesario, sino más bien con que les molesta soberanamente que por fin nos hayamos levantado y no estemos dispuestas a que un par de acomodados nos digan lo que tenemos que hacer, qué escribir y cómo hacerlo. Pero seguiremos aquí. Y hablaremos para todos y todas, con ganas de salir de una vez por todas del Medioevo.
[Fuente: www.poemas-del-alma.com]
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