El oligarca recibió la ciudadanía en seis meses, frente a los dos años que deben esperar los descendientes de sefardíes
El multimillonario Roman Abramóvich, en el aeropuerto de Tel Aviv el pasado marzo.Escrito por TEREIXA CONSTENLA
La nacionalización del oligarca ruso Roman Abramóvich como ciudadano portugués no sufrió la demora de otros solicitantes de religión judía, que se acogieron a la legislación que permite pedir la ciudadanía lusa a los descendientes de sefardíes expulsados de la península Ibérica en el siglo XV. Según una investigación del periódico Público, la Comunidad Judaica de Oporto presionó mediante un correo electrónico a la dirección de los Registros Centrales para agilizar la tramitación por “razones de interés nacional”, que afectan al propio Gobierno, a B’nai B’rith International [una organización judaica internacional fundada en 1843] y a un conjunto de sefardíes portugueses que están en la lista Forbes y no necesitan a Portugal para “ganar” dinero, para hacer negocios o para otras “conspiraciones”.
En el correo se aludía también a una reunión de Pedro Siza Vieira, entonces ministro de Economía y Transición Digital, con miembros de la dirección de la Comunidad Judaica de Oporto para abordar futuras inversiones en el país de judíos de origen portugués. Siza Vieira fue invitado a un evento internacional de la B’nai B’rith en el que también participó como orador Roman Abramóvich.
La petición surtió efecto. El oligarca ruso se convirtió en portugués el 30 de abril de 2021, seis meses después de haber sido presentado su expediente en los Registros Centrales. Sin embargo, la tardanza media para resolver estas peticiones estaba entonces entre 24 y 29 meses. Abramóvich es uno de los 56.686 judíos que se convirtieron en portugueses entre 2015 y 2021. En ese periodo, apenas 300 peticiones fueron rechazadas por al Instituto de los Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia, que debe certificar si se concede o no la ciudadanía y que tiene aún pendientes de examinar más de 80.000 expedientes.
Tras recibir el correo de la Comunidad Judaica de Oporto, la directora del servicio de los Registros Centrales respondió que consideraría “urgente” el expediente del multimillonario ruso y que se resolvería en menos de diez meses. Todos los informes solicitados a la Policía Judicial, el Servicio de Extranjeros y Fronteras y la Dirección General de la Administración de Justicia se tramitaron con celeridad. Ninguno de ellos encontró trabas que impidiesen otorgar la ciudadanía lusa a Abramóvich, a diferencia de lo ocurrido en Suiza que, a pesar de ser un país poco alérgico al dinero dudoso, rechazó conceder el permiso de residencia en 2017 al oligarca por considerarlo “una amenaza a la seguridad pública y un riesgo para la reputación” del país.
El caso de Abramóvich puso bajo el foco todo el proceso de concesión de nacionalidad a los descendientes de sefardíes expulsados de la península Ibérica, regulado en un decreto de marzo de 2015 y modificado en 2020. La norma se redactó con gran laxitud y dejaba en manos de las Comunidades Judaicas de Oporto y Lisboa la potestad de emitir certificados para conseguir la ciudadanía lusa. En seis años se tramitaron 137.087 expedientes. El 90% de ellos fue gestionado por la entidad de Oporto, que se encuentra sometida ahora a una investigación judicial para determinar si ha habido tráfico de influencias, corrupción activa, falsificación de documento, blanqueamiento de capitales, fraude fiscal y asociación criminal.
Otros millonarios como Lev Leviev, conocido como el rey de los diamantes, amigo de Abramóvich y de Berel Lazar, rabino jefe de Rusia y próximo a Putin, también fue certificado en 2020 por la comunidad de Oporto como descendiente de sefardíes ibéricos, aunque no consta si ha logrado ya la nacionalidad y se ha convertido en el segundo portugués más rico del mundo. El primero es Roman Abramóvich.
[Foto: STRINGER (REUTERS) - fuente: www.elpais.com]
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