Iggy Pop en 1969 en Hit Factory, un estudio de grabación en la ciudad de Nueva York
Escrito por SIMON ABRAMS
A lo largo de los años, el roquero nacido en Míchigan James Osterberg Júnior —mejor conocido por su nombre artístico, Iggy Pop— se ha ganado la reputación de ser el Padrino del Punk. Esto se debe en gran parte a que fue líder de la banda protopunk The Stooges, pero también porque su presencia escénica imprudente y suigéneris encarnaba un desenfado alegre, pero ligeramente aterrador, que se convirtió en sinónimo del género.
Su presencia se siente en Punk, una serie documental en cuatro partes acerca de la moda, la política y las influencias musicales que definieron el punk rock, el cual se estrenó la semana pasada en Epix.
Osterberg (Iggy Pop en los créditos) es productor ejecutivo de la serie, junto con el diseñador de moda John Varvatos, lo cual podría sorprender a la gente, dado que Varvatos puso lo que algunos consideran el último clavo en el ataúd del punk en 2007, cuando compró CBGB, el venerado club punk del número 315 de la calle Bowery, y lo remplazó con una de sus tiendas de ropa.
En una entrevista telefónica, Osterberg defendió a Varvatos y también habló de los Sex Pistols, las drogas y sus críticos musicales favoritos. A continuación algunos fragmentos editados de la conversación.
El punk, en su forma original, era iconoclasta. ¿Cómo te sientes cuando los críticos, los fanáticos y otros músicos te llaman el Padrino del Punk?
¿Preguntas si me molesta que se vuelva un asunto de reverencia?
Sí.
Al inicio me molestaba, pero ahora no me molesta que me llamen Padrino del Punk; ¡supongo que ya me queda el saco! Hay veces en que la gente me expresa sus sentimientos cuando converso cara a cara y me hace saber de manera auténtica que mi trabajo tuvo algún papel en su vida. Cuando algún tipo de música aún disfruta de vitalidad, eso es influencia social. Además, cuando la gente continúa ese estilo y averigua cómo seguir produciéndolo, se vuelve un género académico después de haber pasado por pasos realmente imperceptibles.
Iggy Pop, con el torso desnudo, en una presentación en 1969 en Ungano’s, un club musical, que ya cerró, en la ciudad de Nueva York
Incluso sucede en la música country: ¡hay un gran camino recorrido desde Hank Williams hasta Garth Brooks, amigo! Ese proceso de cambio ocurre en todos los géneros. El rocanrol recibió una paliza, por así decirlo, y ahora básicamente es irrelevante, porque lo tocaron hasta la muerte. Pero, sin importar como quieran llamarme, me parece bien. ¡Me han dicho peores cosas que Padrino del Punk!
Has dicho que los Sex Pistols eran honestos con sus fanáticos porque siempre les dijeron que no eran de fiar.
Dije: “Ellos siempre pensaron que eran honestos”. No recuerdo haberle aplaudido a nadie por decir “No confíes en mí”. Me impresionaba mucho más su capacidad en el escenario que saber si su mánager [Malcolm McLaren] los había estafado y les había robado miles de dólares. No me importa. Pero no significa que [McLaren] no fuera un hombre del espectáculo eficaz, al estilo de Barnum. Sí lo era, ¿sabes? Y está bien.
La banda, como unidad, tenía mucho atractivo. Johnny Lydon es muy bueno en las cosas que hay que serlo cuando diriges una banda. Además, [el guitarrista Steve Jones] era un buen amortiguador para Johnny, sobre todo cuando se trataba de la publicidad. Todos contribuían con algo, musicalmente o en términos de la imagen.
En Punk, las muertes de Sid Vicious, bajista de los Sex Pistols, y de su novia, Nancy Spungen, se presentan como ejemplos de la manera en que las drogas básicamente acabaron con el movimiento punk.
Había muchas cosas acerca del negocio de la música como yo lo viví, como un tipo punk. Y fueron cosas difíciles, así que siempre había un precio que pagar. El LSD y la marihuana era lo que se vendía en 1966 y 1967. Tomar esas drogas era una manera de romper algunas barreras que la gente necesita para mantenerse cuerda. Sin embargo, cuando esas barreras se vienen abajo, también entiendes la vida y el mundo que te rodea, sobre todo si creciste como un borreguito estadounidense que va al matadero, como lo fuimos todos cuando nos dijeron: “Ve a Vietnam, pero no preguntes por qué”. Todo eso.
Después vino la cocaína. Y parecía una buena droga porque, después de un rato, la hierba y el LSD ya no eran suficientes. Algunas personas probaban las anfetaminas, pero la cocaína era un estimulante más sofisticado que, en efecto, te mantenía en la fiesta. Al final, la gente se destrozó los nervios, se quedaron sin paciencia y muchos recurrieron a opioides, así como al Valium y otros soporíferos. Esas son drogas muy sutiles y peligrosas.
Iggy Pop, en “Punk”, una serie documental en el canal estadounidense de televisión Epix para la cual fungió como productor ejecutivo - foto: Hopper Stone/Epix
¿Hay libros o críticos que analicen tu música o la música punk que creas que son especialmente valiosos?
Se me ocurren Lester Bangs y Nick Kent. Ambos escribían de una manera agitadora y muy subjetiva. ¡Pero por qué no! Por lo menos los dos trataban el tema como si de verdad importara.
Leí lo que Lester Bangs escribió sobre mí y pensé: “Ay, no, ¡soy un bufón! Pero esperen: soy un estandarte sobresaliente del nihilismo. ¡Genial! ¿O no? ¡No estoy seguro!”. Tengo uno de sus libros en pasta dura. Lo he tenido durante mucho tiempo. Está guardado en un estante junto con The Andy Warhol Diaries, las obras reunidas de Allen Ginsberg y algunos libros más. Veo sus lomos y pienso: “¡Sí, esto es lo importante!”.
¿Qué le dirías a la gente que sigue indignada de que CBGB se haya transformado en una tienda de Varvatos?
¿Qué le diría a la gente que piensa que todo pasó en el CBGB? Había algo de ese recinto que propiciaba un gran rango de enfoques musicales que se centraban en una suerte de rock artístico orientado a los detalles y las referencias, con tintes intelectuales.
Podemos observarlo en los Talking Heads y en muchos aspectos de The Ramones, que estaban estilizados de muchas maneras. Y Blondie, aunque eso no es tan evidente en Blondie: parecía que [la vocalista principal Debbie Harry] aprendió a cantar de la nada. No sé cómo pudo haberlo hecho sin un club al que pudiera ir una y otra vez cuando estaba aprendiendo.
Y luego está la banda de Patti Smith, obviamente, aunque creo que “Piss Factory” se grabó en el Nightingale. Ese era un pequeño tugurio, más pequeño que el CBGB, donde había aserrín en el piso porque la gente vomitaba, orinaba y escupía, ¿o no? Pero también tocaba en el CBGB. Podías crecer ahí. Era pequeño de una manera particular.
[Fotos: Glen Craig Photography, salvo cuando se indica – fuente: www.nytimes.com]
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