Escrito por Juan Manuel Freire
La relación entre Nick Cave y el cine no ha dejado de dar buenos frutos en la última década, no solo en forma de bandas sonoras, sino también en un puñado de películas en la intersección de ficción o documental –“20.000 días en la Tierra” (Iain Forsyth y Jane Pollard, 2014)–, filmes de concierto siempre por encima de la media –“Distant Sky. Nick Cave & The Bad Seeds Live In Copenhagen” (David Barnard, 2018) e “Idiot Prayer” (Nick Cave, 2020)– u obras que hibridan este último concepto con la reflexión sobre la creatividad, como es el caso de las dos dirigidas por Andrew Dominik (Wellington, Nueva Zelanda, 1967), “One More Time With Feeling” (2016) y, ahora, “This Much I Know To Be True” (2022), especie de película de acompañamiento a aquella: una extensión reparadora, algo menos triste pero igualmente resonante.
La primera se centraba en la grabación del catártico “Skeleton Tree” (2016), disco que, una vez compuesto casi por entero, Cave readaptó para canalizar el luto por la muerte de su hijo Arthur, fallecido a los 15 años por una caída accidental. Fue el documento audiovisual que sustituyó a las habituales entrevistas en la explicación de “Skeleton Tree” al mundo. Aunque “documento” quizá sea un término demasiado frío para una obra así de íntima, así de cruda. El resultado de una necesidad de catarsis y de la confianza creativa construida durante años entre Cave y Dominik, que comenzó cuando este usó “Release The Bats”, de The Birthday Party, en su primer filme, el retrato de asesino “Chopper” (2000); el score original corrió a cargo de Mick Harvey. Cave y Warren Ellis pondrían música a la siguiente, “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” (2007).
En “This Much I Know To Be True”, lo que parece una excusa para exhibir el repertorio de “Ghosteen” (2009) y “CARNAGE” (2021) se convierte gradualmente a base de fragmentos de entrevista –o mejor, de charla amistosa– en nueva iluminación de los misterios del acto creativo y su potencial para dar significado a la vida, aunque, como sugiere Cave, ese significado esté más en los afectos.
Jugando con el minimalismo de los discos citados, Dominik sabe amortizar un espacio único (una fábrica abandonada de Bristol) y convertir la falta de atrezo en ventaja. Cuando tienes a Cave y Ellis en el centro de un espacio –nos lo recuerda esa toma inicial de “Spinning Song”– tampoco necesitas nada más, pero se agradece el afán del director por visualizar cada tema de forma (y, a veces, con formato) diferente, buscando pequeñas sorpresas sin desviar en exceso la atención del dúo central. Antes de “Galleon Ship”, eso sí, Marianne Faithfull les quita todo el protagonismo con su reticencia a dejarse hundir por los problemas de salud y su poder recitando “Prayer Before Work”, de May Sarton.
Esa aparición de Faithfull sirve para resumir el espíritu del filme: frágil pero poderoso, tocado pero nunca hundido, a la vez puro mito y desmitificación. Cave abre la película hablando sobre su decisión de pasarse a ceramista después de que Rishi Sunak, ministro de Economía de Reino Unido, sugiriera a los artistas buscarse otro oficio ante los desafíos del COVID. Algo más adelante, Ellis nos invita a su espacio doméstico, farda de copia del “Herbarium” de Emily Dickinson y descoloca con esa imagen de un escritorio de portátil atiborrado de iconos hasta la inutilidad. Es lo que tiene grabar horas y horas y más horas de material a la espera de esos momentos mágicos o, como los llama Cave, “fragmentos en un océano de basura”.
A base de querer quitarse aura mítica, Ellis y Cave solo se hacen más míticos. El momento clave del documental, el más inspirador, quizá llegue con una reflexión derivada de una pregunta difícil lanzada a Cave por un fan en el consultorio ‘The Red Hand Files’: básicamente, “¿quién eres?”. Hace unos años, confiesa el artista, se habría definido como músico o escritor, pero ahora se ve más como “una persona, un padre, un marido, y padre, y amigo, y ciudadano, que hace música y escribe cosas”. La película captura a este padre en un momento en que parecía (empezar a) sentirse de nuevo a gusto en el mundo tras perder a un hijo. Por desgracia, no debe ser el Cave de ahora mismo, el que acaba de perder a otro hijo, Jethro Lazenby, de 31 años, por causas no comunicadas. ∎
[Fuente: www.rockdelux.com]
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