Escrito por Antonio Costa Gómez
Vive en el barrio de Graça, en lo alto de Lisboa. A ese barrio sube un tranvía fascinante. Porque allí no hicieron como los idiotas de las ciudades españolas que en los años setenta eliminaron los tranvías para dejar solo los autobuses feos y contaminantes. Aquí parece que la modernidad consiste en aumentar lo feo y lo falto de encanto. Pero en Lisboa no se cumple la afirmación de Max Weber de que el mundo ha perdido su encanto. En Lisboa el mundo conserva incluso su nostalgia de sueño y su arrebato suave.
En un Encuentro de Poetas Iberoamericanos en el Liceo de Salamanca presentó su libro Cantar de los Cantares. Ese libro incluía una botella que también se llamaba Cantar de los Cantares. Y el poeta iba a presentar el libro con la botella, como ya lo había hecho otras veces. Pero el organizador, contando los minutos, lo interrumpió. Una vez más la poesía perdió contra la contabilidad.
Cántico dos cánticos, de Gonçalo Salvado se inspira en el libro famoso de la Biblia y en las cuartetas de Omar Jayyam. Y en la vida. Es un canto a la vida intensa, al amor y la libertad. Incluye poemas breves y madurados como un vino reserva. Para meterse en nuestras venas como el vino, para hacernos rebeldes y revelados en nuestro secreto. Para celebrar que gozamos y que nadie lo impida.
Salvado emula a Omar Jayam que destiló el alcohol del aliento contra los integristas de su tiempo. Y le dice a la amada: «En tu selva cerrada / abro la claridad / y ella me desbrava». El cuerpo amado es espiritual y la pasión amorosa se vuelve sabiduría: «Escultura de carne / en mi memoria / más eterna que mármol». Y así alumbrará la belleza en un mundo donde solo quieren poner máquinas.
[Foto: Consuelo del Arco - fuente: www.culturamas.es]
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