Un grupo de artistas contemporáneos trabaja en la adaptación de la novela más popular del escritor; la producción ya despierta interés a nivel internacional
Hay equipo para crear un ballet sobre "La tregua": Luciano Supervielle, Gabriel Calderón,
Marina Sánchez, Hugo Millán y el director del BNS Igor Yebra
Solo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme. Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario". Con ese inequívoco sentimiento, agrisado, de repetición, comienza Mario Benedetti a escribir La tregua, publicada hace 60 años. La rutina -el hecho de vivir sin belleza, sin magia, sin amor, decía Sergio Renán- no tiene ni país ni marco histórico. Por eso, en la segunda década del siglo XXI, la novela vuelve a leerse con la misma posibilidad de identificación y universalidad, aunque en la búsqueda de otro lenguaje: es sustancia de una obra que le dará al Ballet Nacional del Sodre (BNS) un rol protagónico durante los homenajes por el centenario del nacimiento del escritor uruguayo.
La cuenta regresiva comienza justamente hoy, el día del cumpleaños número 99 del autor de mil y un versos que leímos, pronunciamos, tarareamos y vimos representados en imágenes. En septiembre de 2020, la compañía de danza abrirá el telón de la pieza que sacará a bailar a Benedetti por primera vez.
Bien uruguayo, el equipo creativo detrás del desafío orilla los 40: la coreógrafa Marina Sánchez, el dramaturgo Gabriel Calderón y el músico Luciano Supervielle -triángulo al que ya se sumó el escenógrafo y vestuarista Hugo Millán- reinterpretan esa lucha diaria contra el tedio, la soledad y el paso del tiempo que son sello del libro. Sin embargo, la génesis del proyecto conduce a dos extranjeros, forasteros a medias, en verdad, porque el español Igor Yebra, director artístico del BNS, y el argentino José Miguel Onaindia, al frente del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), ya son parte esencial del mapa cultural montevideano. Entre ellos dos cobró forma el asunto hace un año, cuando terminaba de estrenarse El Quijote del Plata, y el vasco manifestaba su afán de insistir en la senda de generar para el Ballet del Sodre un repertorio propio, de fuerte impronta local, que le permitiera salir a conquistar el mundo con un as en la manga que nadie más tuviera. Claro que para hacer La tregua, un mito uruguayo de fama internacional, hacía falta conseguir los derechos de autor.
Bien uruguayo, el equipo creativo detrás del desafío orilla los 40: la coreógrafa Marina Sánchez, el dramaturgo Gabriel Calderón y el músico Luciano Supervielle -triángulo al que ya se sumó el escenógrafo y vestuarista Hugo Millán- reinterpretan esa lucha diaria contra el tedio, la soledad y el paso del tiempo que son sello del libro. Sin embargo, la génesis del proyecto conduce a dos extranjeros, forasteros a medias, en verdad, porque el español Igor Yebra, director artístico del BNS, y el argentino José Miguel Onaindia, al frente del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), ya son parte esencial del mapa cultural montevideano. Entre ellos dos cobró forma el asunto hace un año, cuando terminaba de estrenarse El Quijote del Plata, y el vasco manifestaba su afán de insistir en la senda de generar para el Ballet del Sodre un repertorio propio, de fuerte impronta local, que le permitiera salir a conquistar el mundo con un as en la manga que nadie más tuviera. Claro que para hacer La tregua, un mito uruguayo de fama internacional, hacía falta conseguir los derechos de autor.
"Continuamente nos llegan solicitudes de autorización para dramaturgias sobre poemas, fragmentos de narraciones, pero a nadie se le ocurre cambiar completamente el género como en este caso, y eso es lo interesante: el riesgo, la dificultad, llevar el original al extremo de la transformación", observa Hortensia Campanella, presidenta de la Fundación Mario Benedetti, alrededor de una mesa donde el equipo conversa con LA NACION. "Y por el conocimiento que tuve de él, me permito decir que Mario estaría encantado con este ballet". Todo lo contrario ocurrió cuando en Colombia adaptaron La Tregua para una telenovela y el narcotráfico se filtró en la trama. "Entonces se hizo porque en medio del exilio [el escritor] necesitaba la plata para comprarse un departamento en Mallorca, pero no le gustó nada", confiesa la profesora, que editó las obras completas de Juan Carlos Onetti y es autora de la biografía de Benedetti Un mito discretísimo (Alfaguara).
Casi una jugada del destino, la misma versatilidad que Benedetti tuvo como autor (su copiosa producción, traducida a más de veinte lenguas, abarca narrativa, poesía, teatro, crítica) se tradujo en las versiones que inspiró su novela capital, la que alcanzó mayor éxito de público. Entre ellas, una referencia ineludible -que sin embargo no aportó inspiración al ballet naciente- es la película de Renán, protagonizada por Héctor Alterio y Ana María Picchio, que en los años 70 se convirtió en el primer film argentino (y también el primero hablado en español) en competir por un premio Oscar. Perder contra Federico Fellini no estaba nada mal para un director debutante.
Una escena de
«La tregua», el film de Sergio Renán de 1974 que compitió
por un Oscar. que compitió por un Oscar.
Aquí el caso es bien distinto y, aunque falta un año para el estreno del ballet, desde lo formal ya está bastante avanzado. Según anticipa Yebra, la estructura se resolvió en siete escenas (las de mayor despliegue, en la oficina y la ciudad) y, como si fuera poco con la galería de personajes que trae la obra original, se sumarán dos: la Rutina y la Muerte, en los cuerpos de un bailarín varón y de una mujer.
La historia, que se buscará transmitir principalmente a partir las emociones que respira el texto, transcurrirá en un escenario atemporal, cuya ambientación toma algunos disparadores, como la obra del artista americano Edward Hopper, el pintor de la soledad, y explora la idea de persiana como pliegue, plisado o forma que deja pasar la luz. El vestuario, negro y gris: "Los colores de esta tierra", dice el director del BNS, quien subraya, además, la utilización de objetos convertibles en la escenografía, que sean transportables, para salir de gira con facilidad. De este lado del río, ya hay productores interesados.
De ahora en más, lo que sigue sobre la hoja de ruta tiene que ver principalmente con poner en el cuerpo de los 65 bailarines una coreografía para que esta Tregua hable por sí misma, sin la exigencia de tener que traducir aquella que adquirió una popularidad fenomenal. "La única razón para que en Ucrania, Finlandia, México o Uruguay se siga leyendo es porque nos lleva a emocionarnos", aporta Campanella. "Pero es imposible reproducirla. A veces Benedetti hace en un día una reflexión sobre la burocracia y al día siguiente sobre un hijo, es decir: hay una cantidad de reflexiones inabarcables para una hora y media de ballet. A mí me gustaría mucho que cuando el público salga de ver la obra sienta ganas de leer el libro", imagina Gabriel Calderón, que en su proceso de escritura aportó textos para promover movimiento. "Por ejemplo, cuando en la primera parte Benedetti habla de lo linda que le sale la cursiva. El fluir de la cursiva versus el repiqueteo del teclado es algo que, sin que necesariamente deba ver el público, puede aportar un buen material de trabajo", comparte.
Responsable de crear ese vocabulario de movimiento, la coreógrafa Marina Sánchez -que bailó en el Sodre hasta fines de 2017- trae en su ADN charrúa el tango y a Zitarrosa. De esa mezcla de elementos clásicos y contemporáneos sale un estilo al que prefiere no ponerle rótulos.
Una obra del artista americano Edward Hopper, "el pintor de la soledad", que sirve de disparador al equipo para pensar la ambientación de la puesta en escena
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Un mito, una institución
"La palabra desafío está sobre la mesa desde el primer día", dice Supervielle, francés por parte de madre, hijo de padre uruguayo y rioplatense como el dulce de leche. "En Uruguay, La tregua es una institución, Benedetti es una institución, y hacer una relectura implica romper con los preconceptos propios y los de nuestra sociedad. Personalmente, me enfrenté varias veces a este tipo de presión", compara el músico, aludiendo a Bajofondo, el grupo de tango electrónico que formó con Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico. La combinación de música orquestada con sonidos de la vida cotidiana y algunas composiciones clásicas ("Sonata Claro de Luna" de Beethoven) reinterpretadas con recursos contemporáneos, forman parte de la trama sonora que está creando para este proyecto. "Una música que hable de quiénes somos, de dónde venimos, pero también del momento que estamos viviendo", propone.
Formalmente, la novela es el diario personal de este empleado viudo, próximo a la jubilación, en cuya rutina irrumpe una relación amorosa que, hasta que llegue la tragedia, será una "tregua" para la monotonía de ver pasar el tiempo. "Un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá siempre vocación de alegría", define Benedetti.
¿Hay lugar en este ballet para la palabra? "Puede aparecer dentro de la música", aventura Supervielle. "Al principio, era yo el que empujaba para que estuviera presente el texto y ahora casi que soy yo el que lo expulsa", reconoce Yebra. Otra productiva tensión que atraviesa el equipo puertas adentro es la idea de "tregua" en sí misma y qué tan claro es el reflejo del ideario de una sociedad en la obra. "Es una mirada interesante sobre nosotros mismos, porque en Uruguay entendemos esa dualidad de lo triste y lo amable", dice Calderón. "A mí -retoma Hortensia- me molesta mucho el estereotipo del uruguayo decaído y triste. Ninguno de los que está acá es así". En esa dirección, Onaindia señala que la novela "rescata el placer de la repetición".
Lejos de una visión luminosa, Yebra entiende que "de esta obra de desasosiego el público no debería salir confortable, del mismo modo que cuando leés el libro no te quedás bien. Te tiene que hacer recapacitar. Hasta prefiero que se vayan sin haber aplaudido, pero que en los días siguientes sigan pensando en el espectáculo". Con sus matices, tal vez, pueda resultar este un acercamiento crítico a la sociedad como el que el propio Benedetti alimentaba. O simplemente una demostración de que el hastío, hasta la muerte, también se puede bailar.
El escritorio de Mario Benedetti, en la casa que ocupa la fundación que lleva su nombre en Montevideo
Los 100 años de Benedetti
Nacido el 14 de septiembre de 1920, Mario Benedetti cumpliría hoy 99 años y, por lo tanto, comienza la cuenta regresiva para la conmemoración del centenario del escritor uruguayo. Desde la fundación que lleva su nombre, con sede en Montevideo, presentarán un programa de actividades que incluye exposiciones, ciclos de cine y conferencias. En el Sodre,el 16 de septiembre de 2020, la compañía de ballet presentará por primera vez una obra de danza inspirada en su novela central, La tregua, con la que ya programa salir de gira.
Pero antes, todos los libros del autor de Gracias por el fuego y La borra del café, se reeditarán en la colección de bolsillo Booket (Planeta), incluyendo un volumen de cuentos completos que acaba de salir. Además, se espera la revelación de una serie de correspondencias inéditas que Benedetti, que murió hace diez años, mantuvo con otros autores y personalidades.
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