sábado, 8 de junho de 2019

Sao Paulo redescubre al arquitecto judío que importó la Bauhaus a Brasil

Post thumbnailCasa Moderna de Warchavchik
En la zona sur de Sao Paulo, apenas cuatro kilómetros de distancia del centro, se encuentra una casa de paredes finas en forma de cubo blanco sin tejado, con amplias ventanas y líneas rectas, que parece venir del futuro.

Sin embargo, con más de 90 años de historia sobre su fachada, se trata de la primera casa moderna que se construyó en Brasil al compás de la alemana Escuela de Bauhaus, y una de las primeras del mundo.

A pesar de ser pionero y precursor de la tan aclamada arquitectura moderna brasileña, su autor, el ucraniano Gregori Warchavchik, pasó desapercibido en la historia y fue sobrepasado en fama por sus discípulos, como Oscar Niemeyer.

La exposición "Ocupación Gregori Warchavchik", que se exhibe en Sao Paulo junto al impulso de la propia Casa Moderna como punto de interés, busca poner de relevancia el nombre del artista, que lideró una ruptura inimaginable para sus contemporáneos que se eternizaría en el tiempo.

Warchavchik salió de Odesa (Ucrania) para estudiar en Roma, donde fue aprendiz de Marcello Piacentini y en 1923 llegó a Sao Paulo para trabajar en una constructora.

La ciudad a la que el ucraniano llegó, que no alcanzaba a tener ni un millón de habitantes (ahora su región metropolitana tiene más de 20), vivía una efervescente expansión gracias al negocio del café, cuyos comerciantes conformaban la élite económica.

Las grandes avenidas de la ciudad por las que caminaba Warchavchik acogían enormes mansiones repletas de adornos rebuscados y rococó, que seguían las corrientes arquitectónicas neoclásicas y eclécticas, tradicionalmente heredadas de Europa.

Sin embargo, en la cabeza del arquitecto había sedimentado la corriente más racionalista de la arquitectura moderna que se comenzaba a esculpir también en Europa.

Según explicó una de las curadoras del proyecto, la arquitecta Silvia Prado Segall, movimientos como la Escuela de la Bauhaus en Alemania o Le Corbusier en Francia cimentaron en 1927 el gesto de osadía que supuso la Casa Moderna.

La mansión, pintada completamente de blanco en su exterior, está ubicada en un terreno de 13.000 metros cuadrados y tiene dos plantas que suman una superficie total de casi 400 metros cuadrados.

La entrada, dispuesta bajo una marquesina, desemboca en lo que un día fueron el salón y la sala de lecturas, naturalmente iluminadas por amplios ventanales que sustituyen paredes completas.

El piso superior, donde se encuentran las habitaciones, también está repleta de líneas rectas, paredes austeras y cubículos diseñados para optimizar el espacio, como un zapatero empotrado en el descansillo.

Las habitaciones están separadas por huecos donde se encajaban los armarios y una amplia terraza permite descubrir una visión más privilegiada del vasto jardín, que enmarca una gran piscina.

Prado destaca del artista su estilo "sin ornamentos": "No quiere adornos porque eso es superficialidad, y este es un movimiento que surge entre guerras para cubrir una necesidad de la sociedad, el funcionalismo. Había que construir más rápidamente algo que sea útil", ilustró la especialista.

Un ejemplo de la incomodidad que suscitó el pensamiento rompedor del artista es la dificultad que enfrentó por parte de la Municipalidad de Sao Paulo para ver aprobado su proyecto.

Después de una primera negativa del Gobierno municipal, que pedía cumplir con un ornamentado modelo, Warchavchik realizó un segundo diseño, fiel a esas reglas de la época hasta que consiguió la aprobación.

No obstante, el ucraniano decidió levantar la casa según el modelo inicial y, ante las reclamaciones de la Municipalidad, alegó que no tenía dinero para alcanzar su objetivo, como si aquella creación que marcó un antes y un después en la historia de la arquitectura del país fuese una obra incompleta.

Ya durante los años 30, Warchavchik fundó un despacho junto al brasileño Lúcio Costa, donde hicieron sus prácticas los posteriormente aclamados Oscar Niemeyer y Roberto Burle Marx.

Existen "varias teorías", según explica Silvia Prado, que ayudan a entender por qué el nombre del ucraniano no sobrevivió bien al tiempo como los de sus sucesores.

La experta menciona desde su origen judío en el clima de aversión de los años 30 hasta la preferencia del arquitecto por proyectos más personales y no tan "institucionales" como, por ejemplo, los de Niemeyer, mundialmente conocido por diseñar las principales sedes del Gobierno Federal en Brasilia.

"Somos un país conocido por la arquitectura contemporánea y él fue el precursor", enunció Prado. EFE


[Foto: Dornicke Wikimedia - fuente: www.aurora-israel.co.il]

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