- El enólogo recuerda que el español es la segunda lengua más importante de los negocios, pero que hablar inglés es básico para vender
- Antonio Remesal destaca la importancia del conocimiento y la expresión en inglés para la venta de vino
Un grupo de periodistas chinos especializados en vinos, invitados por el Consejo Regulador. |
En una cata en la que participé hace un tiempo, en la que se comparaban nuestros vinos con los de los principales rivales de los mercados exteriores, se atribuía el éxito en penetración de los vinos de un determinado país a un factor absolutamente ajeno al producto. Me refiero al idioma. Países de habla inglesa, competidores directos de Rioja como Sudáfrica o Nueva Zelanda, tenían más facilidad para colocar su vino no solo en estados anglófonos, sino también en el resto. Es el poder del idioma.
Y es que el inglés es la lengua global de los negocios. Su relevancia no solo es debida al número de personas que la hablan en todo el mundo, sino también porque es la más utilizada en la política, en las relaciones diplomáticas, en la investigación científica, en la tecnología, en las publicaciones escritas, en Internet..., y también por las empresas en sus relaciones comerciales. Teniendo en cuenta práctica y empleo, existen listas que colocan los idiomas por orden de importancia.
En estas listas, como ya imaginan, el primero está el inglés. Su fuerza radica en que es el idioma más utilizado, que estudian más personas y que se habla en alguno de los países más avanzados, como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o Australia. El español, según el ranking la lengua, se posiciona en segundo lugar. En Estados Unidos se ha convertido en el segundo idioma, no solo hablado, sino también estudiado. Personalidades del mundo científico, de la cultura o de la política presumen de defenderse en español. Nuestra lengua común, el castellano, es ya un argumento de venta nada despreciable.
El chino mandarín debe su trascendencia al número de personas que lo hablan, si bien su área de influencia es únicamente China (20% de la población mundial) y países orientales limítrofes. Habida cuenta del creciente mercado que se genera en esta área, muchos de los que, de uno u otro modo, tienen intereses comerciales en estos países se vuelcan en el conocimiento de esta lengua, con lo que el chino, ahora mismo, es la segunda lengua más estudiada después del inglés.
Árabe, ruso, alemán, japonés, hindi, portugués o italiano son lenguas de menor peso, bien porque están menos extendidas, porque cohabitan con el inglés como lengua oficial o porque se hablan en áreas con economías más débiles. Adicionalmente, los mercados en los que se habla el árabe o el hindú no resultan interesantes para la exportación de vino, dadas las limitaciones en el consumo de alcohol de las religiones mayoritarias.
Mención aparte merece el francés, idioma fundamental en el mundo del vino, origen de multitud de términos vitivinícolas que se utilizan sin, o con apenas, modificación en diferentes idiomas, no solo en el español. Pero habida cuenta de que los mercados de habla francesa no son de importancia capital para los vinos españoles, su relevancia queda más bien limitada a estudiantes que quieran aprender los métodos de elaboración.
Con el proceso de internacionalización en que están inmersas la mayoría de las bodegas, y con cada día mayor numero de visitas de fuera de nuestras fronteras, hablar idiomas se ha convertido en una necesidad, facilitando las comunicaciones y por tanto el acceso al gran mercado global. Conocer una lengua extranjera (principalmente el inglés) es imprescindible, para los comerciales y personal en contacto directo con el cliente y, muy útil para bodegueros, viticultores, enólogos, directores técnicos o gerentes.
En la empresa privada se es consciente del beneficio de contar con personal cualificado con un perfil de idiomas. No así, en algunas administraciones cuyo planteamiento, tanto educativo como de estrategia organizativa y de los recursos humanos, es anteponer las lenguas vernáculas a las extranjeras, e incluso, a la excelencia profesional o la experiencia. Se convierten así las lenguas cooficiales al castellano en instrumentos de discordia, que, paradójicamente, separan, marginan y apartan, es decir, lo opuesto a su, per se, propósito principal: favorecer las relaciones entre las personas.
Clara está la importancia y valor añadido que el manejo de los idiomas supone en la comunicación: lo mismo se trate de recibir a un visitante en una bodega, comentar una cata o entrar en negociaciones de venta. En estos casos no basta con chapurrear, porque hasta con el lenguaje internacional de los signos podemos hacernos entender en un momento dado. Otra cosa muy distinta es negociar, discutir, argumentar, defender, explicar con profundidad, con el argot correspondiente, hacer que nuestro interlocutor se sienta cómodo y convencido, para lo cual es necesario un conocimiento amplio de la lengua y de la jerga propia del negocio.
Es aquí donde el inglés, lengua utilizada en los principales mercados a los que se dirige el Rioja, se impone por goleada. Ahora más que nunca, cuando el objetivo, según Lecea, presidente del Consejo Regulador, es comercializar en los próximos años el 50% del Rioja fuera de España.
[Foto: Uriel Díaz - fuente: www.larioja.com]
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