segunda-feira, 14 de janeiro de 2013

Los niños traductores


Por Sara Cortez Pautrat

No hay duda que en el proceso de adaptación de los inmigrantes y sus familias los primeros que logran habituarse son los niños. Cuanto más pequeños, mejor. Primero, porque no tienen los recelos de los adultos, el shock cultural es entendido más como una peculiaridad de sus vidas, como una realidad alterna y porque son, simplemente, esponjas que absorben el conocimiento, venga de donde venga.

Haciendo un cálculo sencillo con mis amigos inmigrantes y sus familias, hemos caído en la cuenta que a un niño de cinco años le toma entre cinco y nueve meses manejar el idioma foráneo a nivel intermedio alto, en inmersión total. Si trasladamos esa tarea a un adulto, diremos que le toma un par de años mínimo llegar al mismo nivel de manera satisfactoria, en el mismo sistema (con una super cuota de sufrimiento). Tal es el asombroso nivel de rapidez del aprendizaje de los niños.

Muchos padres que conozco se quejan que, una vez aprendido el francés, los niños pequeños no quieren comunicarse con su idioma materno y hay que obligarles a hacerlo. Ellos se sienten mucho más cómodos con aquel que se maneja en la escuela y en la calle; no entienden por qué deben continuar hablando ese otro en casa. Los niños más grandes perciben, sin embargo, que aquel idioma que atesoran sus padres no es un capricho: custodia una cultura,  costumbres por conservar y, sobre todo, es parte de la intimidad y el apego de una familia hacia sus raíces.

Así las cosas, es entretenido ver a algunos recién llegados llevando a los pequeños a hacer los trámites habituales: son ellos sus pequeños traductores. “No mamá, el señor dice que tienes que hacer tal o cual cosa..!”  “Sí papá, aquí dice que puedes pagar en el banco tal...” Y los padres miran entre asombrados y agradecidos la mano pequeñita que sujetan en ese instante, que es más libre que ellos. Qué alivio.  

[Fuente: www.larepublica.pe]

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