terça-feira, 26 de junho de 2012

Cuando el latín se vuelve noticia

 Suelo "temblar", como hoy, cuando el latín, mi querido latín, se vuelve noticia en los medios de prensa. Es el momento preciso en el que todos los topicazos salen de sus cofres, los de unos y los de otros. Como siempre, tengo la suerte de sentir una lúcida desgracia, la de saberme en tierra de nadie (que en latín se dice nullius terra) y verdaderamente digo esto con la sensación triste de que ya no voy a poder cambiar, de que estoy condenado a amar el latín en silencio. Hoy os voy a contar algo de esta pequeña historia. 

Esta mañana estábamos Cristina Martín Puente y yo en mi despacho poniendo las notas finales de una asignatura que hemos impartido en común. De repente, han llamado por teléfono. Era una simpática periodista de La Sexta, que preguntaba por uno de mis compañeros. En realidad, llamaban para hablar con un profesor de latín, y al deducir que yo también lo era me han informado acerca de una de las noticias del día, como es la intención del gobierno de que el latín vuelva a ser obligatorio (no tengo muy claros los términos de esta noticia, salvo por lo que luego he podido ver en internet). Querían, simplemente, venir a la facultad para hacerme una entrevista acerca de la utilidad del latín. Ya he tenido ocasión de rechazar más de una vez este tipo de entrevistas, más que nada porque yo no me siento ni bien ni seguro ante una cámara, y porque sé que pueden volver del revés mis palabras cuando luego hagan el corta y pega. Además, no sé decir esas frases hechas y contundentes que "hay que decir cuando se está ante los medios de comunicación", porque me pongo nervioso y no termino de creérmelas, o termino diciendo lo que en realidad no pienso. Se nos ocurrió, entretanto, reenviar a la periodista a un profesor que nos parecía más versado que nosotros en estos asuntos mediáticos, y ahí ha quedado la cosa. En particular, mis razones para amar el latín son afectivas, vitales, biográficas, como quizá sabéis quienes me leéis de vez en cuando. Tienen que ver con pequeñas vivencias, con el encuentro de sus palabras tanto en textos antiguos como en otros modernos, como los que recientemente he estudiado relativos a Los complementarios de Antonio Machado. Las manidas razones sobre el latín y el razonamiento, por ejemplo, si no se explican bien, incluso, si no se perciben cuando se aprende latín, resultan superficiales, y poco pueden hacer frente al ejército de tópicos que ligan el latín al pensamiento reaccionario, o a nuestro pasado más oscuro, o, simplemente los recuerdos casi carcelarios o castrenses de alumnos que suspendieron, sin más, y ahora son adversarios viscerales. Manuel Azaña, sin ir más lejos, cuenta en El jardín los frailes que más lágrimas hicieron derramar estos sobre el texto de César que sangre hizo derramar el propio César en las Galias. Estas perlas las sé porque me dedico a estudiar desde hace años la historia cultural de la enseñanza del latín en España, que no es la misma, por ejemplo, que esa misma historia en el Reino Unido o en Italia. Hablando de Italia, recuerdo todavía a mi compañero de habitación en Bolonia, estudiante de Ciencias de la Comunicación en el Departamento de Artes, Música y Espectáculos que por aquel entonces dirigía Umberto Eco. Lo recuerdo porque a veces nos decíamos frases en latín, y porque cierta vez me habló, a propósito de los mosquitos, acerca de una de las obras menores atribuidas a Virgilio, el Culex. Este era el nivel de un estudiante italiano de humanidades en los años noventa, ¡qué maravilla! Estas cosas, naturalmente, no podría haberlas contado en la supuesta entrevista de La Sexta, cuyo reportaje final, por lo que he podido ver, se ha quedado en las superficialidades manidas
 
 (http://www.lasextanoticias.com/videos/ver/el_latin_vuelve_a_ser_obligatorio/615133).
 
Veo, asimismo, que en otros lugares donde se recoge la noticia el asunto se vuelve pasto de los odios más acérrimos (por cierto, "acérrimo" es superlativo latino del adjetivo acer). Aquellos que creen que el latín supone un paso atrás no saben, por supuesto, que nuestro Renacimiento hispano dio, precisamente, dos pasos adelante gracias a las Introductiones Latinae de Antonio de Nebrija, y que aquello cambió el curso de la literatura española y preparó nuestro siglo de oro. Pero lo que estoy diciendo, sin el contexto adecuado, apenas sirve, pues los españoles somos desconocedores profundos y devotos de nuestra historia cultural. No creo, sinceramente, que se arregle nada con esa supuesta obligatoriedad en la enseñanza, si es que llega a hacerse efectiva, y pasará como caen las hojas otoñales en cuanto haya un cambio de gobierno. Lo que seguirá aferrado a nuestra sociedad es el desprecio generalizado por la cultura (la de Occidente y buena parte de América no puede entenderse sin la herencia de los textos clásicos) o por la historia de la ciencia (que hasta el siglo XVIII se escribió en latín). Pero estas cosas, ya digo, constituyen argumentos que si no se ven desde dentro apenas sirven. Todo esto os lo cuento hoy desde la decepción y el desencanto. 

Por FRANCISCO GARCÍA JURADO

[Fuente: lectoresaudaces.blogspot.com]

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