Los
expertos usan drones cargados con un software personalizado que les
permite monitorear las parcelas de plantas enfermas, predecir la
producción y mapear los viñedos hasta el tamaño de una uva
En Fronton los viticultores recurren a naves no tripuladas sofisticadas para monitorear la salud de las plantas, predecir la producción y mapear los viñedos.
El sol brilla sobre un viñedo en la región de Fronton, en el suroeste de Francia, donde la viticultura comenzó en la época romana. El único sonido es el zumbido de un tractor a la distancia, eso está a punto de ser interrumpido por un robot volador.
Nikola Nemcova, extopógrafa, camina a través de los tallos de la vid con una mochila grande. Saca lo que parecen ser tres piezas curvas de espuma de poliestireno, las une, verifica la dirección del viento y lanza el producto terminado al aire como un bumerán.
El dron blanco, que parece un cruce entre una nave espacial y gaviota, alcanza los 150 metros en unos segundos, emitiendo un fuerte zumbido todo el tiempo.
“Hay que buscar obstáculos en el suelo y explorar el cielo en busca de posibles peligros”, dijo Nemcova, quien trabaja desde hace año y medio para el fabricante francés de aviones no tripulados Delair. “Los helicópteros y los drones no se mezclan bien”.
Si bien la región vinícola de Fronton no puede competir con los castillos de Burdeos, sus productores están a la vanguardia en los experimentos con herramientas digitales.
Delair ha trabajado con enólogos en las regiones de Minervois y Gaillac. El fabricante de cognac Hennessy también ha usado su tecnología.
La demanda de los drones por parte del consumidor está disminuyendo y la entrega aérea de paquetes aún está muy lejos. Pero los productores de vino junto con agricultores, mineros, constructores y operadores ferroviarios usan cada vez más drones para recopilar información de forma más rápida y precisa que los humanos en el terreno.
“Este no es tu dron de juguete de todos los días. Estos son robots voladores grandes, estables y sofisticados para los negocios”, señaló Michael de Lagarde, director ejecutivo de Delair, startup con sede en Toulouse que no solo fabrica la nave, sino también un software de análisis de datos para esta. “A nuestros clientes no les importa la diversión con aviones no tripulados. Miden el costo, el retorno de la inversión y el rendimiento”.
A diferencia de los consumidores, las empresas están preparadas para pagar el alto precio requerido para la medición de precisión rápida y el software de inteligencia artificial que ayudará a analizar los datos. Quieren máquinas sofisticadas que se desplacen por sí mismas por kilómetros a lo largo de una ruta de vuelo establecida, y están preparadas para hacer frente a una regulación estricta, incluida la necesidad de entrenar pilotos.
El modelo básico de Delair, el que Nemcova catapultó al cielo, mide un metro de ancho, pesa 3 kilos y cuesta unos 15 mil euros (16 mil 800 dólares).
Las fotos capturadas, una vez ensambladas por el software Delair, se convierten en una representación 3D altamente realista: un universo similar a un juego de video o un Google Maps con esteroides. Al estudiarlo, los bodegueros encuentran respuestas a preguntas como la cantidad de fertilizante para rociar en función de la abundancia de follaje.
No es una coincidencia que los avances de aviones no tripulados ocurran en esta región. Los vecinos de Delair cerca de Toulouse incluyen al fabricante de aviones Latecoere y al gigante europeo Airbus. Toulouse es el hogar de un grupo de talentos que ayudó a los jugadores locales a emerger. Debido a que Francia fue uno de los primeros en regular el uso comercial de aviones no tripulados en 2012, la experiencia ha florecido y atraído a compañías y organizaciones como Amazon y la NASA.
El negocio de los drones empresariales se divide entre los fabricantes de hardware, que diseñan y construyen la aeronave; los desarrolladores de software, utilizados para procesar los datos recopilados, y los proveedores de servicios, que contratan pilotos y operan máquinas.
La mayoría de las compañías manejan solo una parte de la cadena y la competencia es feroz, especialmente en hardware. El mercado para empresas que dedicarán decenas de miles de euros para comprar una flota de drones y entrenar a un equipo de pilotos internos es limitado.
“Hoy en día, la parte del hardware involucra drones, pero en la línea podría ser cualquier otro objeto conectado que recopile datos”, explicó Lagarde.
[Fuente: www.vanguardia.com.mx]
En Fronton los viticultores recurren a naves no tripuladas sofisticadas para monitorear la salud de las plantas, predecir la producción y mapear los viñedos.
El sol brilla sobre un viñedo en la región de Fronton, en el suroeste de Francia, donde la viticultura comenzó en la época romana. El único sonido es el zumbido de un tractor a la distancia, eso está a punto de ser interrumpido por un robot volador.
El dron blanco, que parece un cruce entre una nave espacial y gaviota, alcanza los 150 metros en unos segundos, emitiendo un fuerte zumbido todo el tiempo.
“Hay que buscar obstáculos en el suelo y explorar el cielo en busca de posibles peligros”, dijo Nemcova, quien trabaja desde hace año y medio para el fabricante francés de aviones no tripulados Delair. “Los helicópteros y los drones no se mezclan bien”.
Si bien la región vinícola de Fronton no puede competir con los castillos de Burdeos, sus productores están a la vanguardia en los experimentos con herramientas digitales.
Delair ha trabajado con enólogos en las regiones de Minervois y Gaillac. El fabricante de cognac Hennessy también ha usado su tecnología.
La demanda de los drones por parte del consumidor está disminuyendo y la entrega aérea de paquetes aún está muy lejos. Pero los productores de vino junto con agricultores, mineros, constructores y operadores ferroviarios usan cada vez más drones para recopilar información de forma más rápida y precisa que los humanos en el terreno.
“Este no es tu dron de juguete de todos los días. Estos son robots voladores grandes, estables y sofisticados para los negocios”, señaló Michael de Lagarde, director ejecutivo de Delair, startup con sede en Toulouse que no solo fabrica la nave, sino también un software de análisis de datos para esta. “A nuestros clientes no les importa la diversión con aviones no tripulados. Miden el costo, el retorno de la inversión y el rendimiento”.
A diferencia de los consumidores, las empresas están preparadas para pagar el alto precio requerido para la medición de precisión rápida y el software de inteligencia artificial que ayudará a analizar los datos. Quieren máquinas sofisticadas que se desplacen por sí mismas por kilómetros a lo largo de una ruta de vuelo establecida, y están preparadas para hacer frente a una regulación estricta, incluida la necesidad de entrenar pilotos.
El modelo básico de Delair, el que Nemcova catapultó al cielo, mide un metro de ancho, pesa 3 kilos y cuesta unos 15 mil euros (16 mil 800 dólares).
Las fotos capturadas, una vez ensambladas por el software Delair, se convierten en una representación 3D altamente realista: un universo similar a un juego de video o un Google Maps con esteroides. Al estudiarlo, los bodegueros encuentran respuestas a preguntas como la cantidad de fertilizante para rociar en función de la abundancia de follaje.
No es una coincidencia que los avances de aviones no tripulados ocurran en esta región. Los vecinos de Delair cerca de Toulouse incluyen al fabricante de aviones Latecoere y al gigante europeo Airbus. Toulouse es el hogar de un grupo de talentos que ayudó a los jugadores locales a emerger. Debido a que Francia fue uno de los primeros en regular el uso comercial de aviones no tripulados en 2012, la experiencia ha florecido y atraído a compañías y organizaciones como Amazon y la NASA.
El negocio de los drones empresariales se divide entre los fabricantes de hardware, que diseñan y construyen la aeronave; los desarrolladores de software, utilizados para procesar los datos recopilados, y los proveedores de servicios, que contratan pilotos y operan máquinas.
La mayoría de las compañías manejan solo una parte de la cadena y la competencia es feroz, especialmente en hardware. El mercado para empresas que dedicarán decenas de miles de euros para comprar una flota de drones y entrenar a un equipo de pilotos internos es limitado.
“Hoy en día, la parte del hardware involucra drones, pero en la línea podría ser cualquier otro objeto conectado que recopile datos”, explicó Lagarde.
[Fuente: www.vanguardia.com.mx]
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