segunda-feira, 6 de agosto de 2018

El nuevo disco del Indio Solari: el cantante retoma la mística ricotera

  El ruiseñor, el amor y la muerte, se llama el quinto trabajo solista del Indio,
 que estrenó en un programa de radio


Escrito por Sebastián Ramos
"Cuando ya abandone mi nombre a merced de miserables, ay, ay, tal será mi vergüenza que mandaré a mi fantasma a librarme de ellos...". Así comienza la historia del nuevo disco de Indio , en el que conviven las fiestas de bares, las canciones con estribillo pop, el humor de un poeta incansable, el rock and roll y la balada sentimental tanto como el himno con frases que pronto se esparcirán en remeras y llegará a las paredes de los barrios en formato de poema exprés o declamación brutal.
Cinco años después de aquellos pajaritos bravos y opresivos que marcaron el camino de su cuarto disco, después de que el cantante anunciara en vivo y en directo ante una multitud que padecía una enfermedad que lo hacía sufrir y a poco más de un año de Olavarría, de las multitudes y el escarnio público, Solari entrega un disco que parece construido más como un escultor que se dedica por años a quitar y pulir lo que sobra de la piedra, que como aquel científico encerrado en su Luzbola, sumando sonidos, texturas, cámaras y reverberaciones a cada uno de sus temas que ya parecía fijarse en la imaginería del Indio del siglo XXI.



3:50
De arranque nomás, uno puede comprender que si se trata de un disco de despedida (como tanto se insinúa), definitivamente no será una despedida amarga. El riff desafiante, peleador y veloz sobre aquella advertencia poética es apenas la apertura de una obra luminosa, de guitarras al frente y melodías dominando el swing, con giros estilísticos en canciones como "Ostende Hotel" y un compendio de las influencias culturales que ha mamado Solari desde su infancia hasta la juventud. Desde sus padres, inmortalizados con elegancia en la portada del álbum, hasta esos hombres y mujeres que aparecen con fotografías incluidas en el arte del disco, como pueden ser Luis Buñuel, Herzog, Kurosawa, Wagner, John Lennon, Bob Dylan, Chet Baker, Frank Zappa, John Steinbeck, Bukowski, Hugo Pratt y Eva Perón, entre otros a los que el Indio honra explícitamente. Pero en ese juego también resuenan en El ruiseñor, el amor y la muerte influencias sin rostro, como la de Joan Manuel Serrat o incluso la de un Ramón Ortega escuchado de costado mientras hacía su propia revolución y que se le escapa en una canción como "El tío Alberto en el día de la bicicleta", dedicada Albert Hoffman, impulsor del uso de LSD.



2:50
Indio Solari, "El callejón de los milagros" - Fuente: Youtube

Por casi una hora repartida en quince canciones, Solari devela su plan crooner argentino aquí y allá, con la serenidad y la confianza de una gola a la que le ha dedicado una vida. "Me amaste mucho, poco tiempo y ves tu suerte te abandonó. Qué rosa oscura vive y florece en los pantanos. Será que ya no puedo bailar el ritual simple y gris de un soñador... El dolor más puro es el de haber sido tan feliz", canta a sus 69 años.
Un disco que puede incluir un tema como "El callejón de los milagros", en el que los aplausos, el silbato, las risas y el espíritu de fonda, de pub de otro tiempo y otro lugar se acomoda con gracia antes del romance de "El ruiseñor, el amor y la muerte", que da nombre al disco y se permite celebrar de manera expansiva como pocas veces en sus últimos trabajos.
Las guitarras de los "Reyes Magos" Gaspar y Baltasar (Banegas y Comotto) pueden en estas canciones despojadas desarrollarse a su discreción y tanto la trompeta de Miguel Tallarita como el saxo de Sergio Colombo suman su paleta sonora en "La oscuridad" y "A bailar que no hay infierno".


Indio Solari, "Stranger Danger" - Fuente: YouTube 3:07
Por eso el Indio puede aquí cambiar de mood como lo hace en "Strangerdanger", con guitarras sucias, como si se tratara de un out-take de El tesoro de los inocentes. "Mis enemigos me van a asustar, cuando comiencen a tener razón", canta entre chimangos que no tienen piedad, pero sí el poder de mentir por los satélites, desde los satélites. Así, la película de El ruiseñor, dirigida y actuada por el artista, mantiene su staff de ladrones siniestros, predicadores itinerantes, farsantes que compran pósteres de obras de arte y cargan su pesada bijouterie. "¿No será pecado aguantar que decidan de una vez derramar?", se pregunta en "El martillo de las brujas (Malleus Maleficarum)" y vuelve sobre la idea de que "los mejores vinos que hay, en el súper nunca están" (recordando aquello de "hay mucho vino malicioso y poco vino del mejor"), con las guitarras acústicas llevando el ritmo de un himno como aquel de las banderas en tu corazón.
Por momentos el Indio hasta parece un cantautor casi indie y por otros muestra su conexión con Medio Oriente ( una obsesión que comparte con su exsocio de banda Skay Beilinson), como en la tímbrica que marca la "Canción para un terrorista bonito". "La muerte anda con hambre otra vez", sugiere, para luego despacharse con un pop de alto impacto y estribillo pegadizo. "Cuando eras piba te conocí, quizá hasta antes de eso. Quise saber hasta dónde llegar, con trucos de perro viejo. En esas fotos nos vemos tan bien, las mires como las mires", canta en "La pequeña mamba", profesando una vez más su amor eterno.
El amor y la muerte, sí, claro, pero también el ruiseñor, ese que sobresale por cantar en las noches más oscuras. Si Carlos Gardel es nuestro zorzal, el Indio viene aquí a autoproclamarse ruiseñor y no está mal la alegoría. Ahí está cantando a solas y consigo mismo en una voz doblada para seguir a un insistente piano en el inicio de "Ostende hotel". El rock sin más de "Panasonic y el mundo a sus pies" precede el cierre con "El que la seca, la llena", un funk con estilo para un film de autor.
El ruiseñor, el amor y la muerte posee todo lo que el Indio entiende como obra artística: "Lo que hace uno son obras populares o como carajo quiera uno describirlas, pero creo que los métodos son lúdicos y no existenciales. Cada uno emite su viaje y muestra lo que lo aqueja, de la manera que puede y lo que interesa es si al final logra conmovernos o emocionarnos", dijo alguna vez este hombre en tiempos de Patricio Rey.
Puede entonces haber vientos en todas las direcciones, pero quien se detenga a escuchar con atención este disco podrá fácilmente cumplir el objetivo del artista y completar su obra con vivencias personales, fantaseando con aquello del ruiseñor que canta por las noches cuando otras aves se mantienen en silencio y que eleva su canto para hacerse escuchar según la experiencia de un hombre que marcó a fuego la cultura argentina de los últimos 30 años. Los amantes de la música y la cultura rock, agradecidos.
El Indio Solari en Olavarría: el impresionante video del pogo del final
6:24
[Fuente: www.lanacion.com.ar]

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