terça-feira, 16 de janeiro de 2018

≪El otro lado de la esperanza≫, película de AKI KAURISMÄKI

“El otro lado de la esperanza” ha sido escogida mejor película de 2017 en las listas del Rockdelux actual. Fiel a su línea, inspirado como en sus mejores obras, Aki Kaurismäki, ya un género en sí mismo, firmó uno de los mejores filmes sociales de los últimos tiempos. Alejando G. Calvo se postró ante tanto talento sin ostentación.


No hay nadie como Aki Kaurismäki. Mejor, porque si tuviéramos que inventárnoslo, simplemente, no lo conseguiríamos. Autor europeo de viejo y crudo cuño (ya no quedan casi cineastas así), empedernido fumador y bebedor, genio absoluto dando entrevistas y, sobre todo, hacedor de una larga lista de obras maestras –como mínimo: “Ariel” (1988), “Leningrad Cowboys Go America” (1989), “La chica de la fábrica de cerillas” (1990), “Contraté a un asesino a sueldo” (1990), “Nubes pasajeras” (1996), “Un hombre sin pasado”(2002) y “El Havre” (2011)–, Kaurismäki es un género en sí mismo. Heredero tanto de Buster Keaton como de Yasujiro Ozu, el cineasta finés lleva treinta años reescribiendo el pesimismo existencial a base de todo tipo de entrañables (e imposibles) antihéroes, la mayoría de ellos exiliados en vida por obra y (des)gracia de un mundo cada vez más absurdo. 
Es posible que “El otro lado de la esperanza” (“Toivon tuolla puolen”, 2017) sea una de las mejores películas sociales de los últimos años. Y es que, alejado del histrionismo y la explotación de la tragedia propia de cineastas nefastos como Ken Loach o François Dupeyron, Kaurismäki aborda el tema de los refugiados –el protagonista es un sirio que huye de los horrores de la guerra y acaba, por accidente, en Helsinki– sin cambiar un ápice la idiosincrasia de su Obra. Maestro de la composición interna del plano, del gag sostenido y de la emoción muda, sus soluciones formales siguen siendo de ovación –los protagonistas no se encuentran hasta medio metraje y, cuando lo hacen, se lían a puñetazos–. Si a un lado está la Europa intransigente –jueces, policías, skinheads– y al otro están los que siembran la esperanza –borrachos, parias y trileros–, el cineasta, claro, se decanta siempre por el lado débil, otorgando gloria y gracia infinita a cada uno de ellos. 

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Kaurismäki aborda el tema de los refugiados sin cambiar su 
idiosincrasia: sin histrionismo y sin explotación de la tragedia.


[Fuente: www.rockdelux.com]

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