El filósofo esloveno dice que no defiende el viejo comunismo, sino un nuevo comunalismoglobalista. Los nuevos retos, afirma, son la ecología, renovar el Estado del Bienestar y evitar la "guerra digital cognitiva".
Por Xavier Vidal-Folch (*)
SlavojZizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático. Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.
El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra ("siempre me canibalizo, me autoplagio", alega). La titula La vigencia de 'El manifiesto comunista', aunque en ella sostiene que "hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema". Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana.
PREGUNTA.: Usted dio la bienvenida a Donald Trump.
RESPUESTA.: Porque Trump es una bendición, aunque
protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas.
Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que
hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el
medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas.
Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la
analogía es cómoda: "¡Oh, es fascismo!". Esa analogía con los años treinta es
demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la
Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la
guerra, pero nadie la creía posible.
P.: La tesis
leninista de "cuanto peor, mejor" nunca trajo nada bueno.
R.: Lenin
sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. Dudo que ahora
una guerra aportase nada. Mi afirmación era específica para EE UU, no para
otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido
Demócrata, surgen los nuevos demócratas de
izquierdas. Eso no habría ocurrido sin Trump. Fue quien rompió el consenso
liberal centrista. Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas
las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos.
Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el
sistema socialdemócrata. Republicanos y demócratas también compartían muchas
cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.
P.: Mientras, mucha gente sufre más con Trump que
sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara
a ciudadanos concretos.
R.: Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes
de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. Este
proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la
luna?
P.: Es al revés, la reforma sanitaria de Obama
protegía a la clase media baja.
R.: Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser
extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. Las corrientes
políticas no hablan el mismo lenguaje. No pueden pactar. Eso no durará. Habrá
que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda. Ya
ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.
"Abogaría por una
cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones"
P.: ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino
del pasado.
R.: Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. Pero
es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años.
Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace
medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.
P.: Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.
R.: Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me
tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no
hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro
colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que
pase, somos culpables. Que no somos bastante abiertos para integrar a los
inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren,
prefieren mantener su estilo de vida. No forman un grupo único. En Alemania
muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.
P.: Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?
R.:
No. Yo abogaría por una cierta apertura. Pero con condiciones. Primero,
moralizar el problema de aceptar o no a los inmigrantes es erróneo. Debemos
pensar de una manera más estratégica: ¿por qué vienen? Repensemos nuestra
política en Siria, Irak, Libia, Yemen. Vienen. Forman parte del problema del
mal funcionamiento del capitalismo actual. No es solo un problema moral. Sino
económico. Segundo, asumamos que hay un conflicto entre estilos de vida.
Deberíamos admitir que hay un auge del fundamentalismo en todo el mundo. Que
explosiona como reacción al progreso occidental en los derechos de los
homosexuales, los transexuales...
P.: También
vienen por causas políticas, les atrae la libertad europea.
R.: Eso
ya es más problemático.
P.: Huyen
de la guerra, así que vienen por la libertad.
R.: En principio, sí.
Estoy de acuerdo..., pero ¿qué quiere decir con libertad? ¿Nuestra libertad?
P.: Sí. Hablar con
libertad, publicar como usted publica...
R.: Estoy de acuerdo,
solo me pregunto si la mayoría... Usted idealiza la situación. A la mayoría de
la gente que viene, los refugiados pobres, le preocupa la seguridad y el
hambre, pero dudo hasta qué punto viene por la libertad en nuestro sentido
occidental.
P.: Hay muchos que
quieren acogerse al derecho de asilo, consagrado en la ley internacional.
¿Dónde colocar los límites entre refugiados económicos y políticos?
R.: Mi argumento
contrario es este: ¿por qué solo hablamos de nuestros límites, si vivimos en un
mundo global? ¿Qué hay que cambiar en él? El error es que ya somos cómplices en
su creación. Mire a Libia. La fastidiamos por el modo en que derrocamos a
Gadafi. O el Congo y otros países africanos. Serán un caos, pero están
totalmente integrados en el capitalismo mundial. ¿Dónde establecemos el
estándar para la coexistencia multicultural? El multiculturalismo es una noción
complicada. El primer estándar es la tolerancia hacia otras culturas. No solo
deberíamos tolerarlos a ellos, sino que ellos deberían tolerarnos a nosotros
incondicionalmente. ¿Y ante un conflicto en su comunidad? No me preocupa que
las musulmanas se cubran. Pero sí que obliguen a hacerlo a una chica que no
quiere taparse. Es una víctima por falta de libertad individual. Debemos
protegerla.
P.: Porque al final los
derechos humanos son una ideología válida en todo el mundo.
R. Aquí empiezan los
problemas. Nos dirán: "Ustedes imponen su colonialismo". Nos culparán
de que los derechos humanos europeos dan demasiada preferencia al individuo,
que ellos tienen derechos colectivos. Los musulmanes quieren que respetemos su
estilo de vida. Pueden incluso respetar a un cristiano. Pero no a gente como
yo, que soy ateo.
P.: Las libertades y el
Estado de bienestar siguen teniendo un inmenso poder de atracción.
R. Aceptemos que la
gente viene aquí porque, a pesar de toda la corrupción, seguimos ofreciendo al
mundo quizás el gran modelo de bienestar relativo, un modelo único que combina
bienestar y libertad, el mejor hasta ahora en la historia mundial. Por tanto,
deberíamos estar orgullosos de nuestro destino europeo. Lo fantástico de nuestra tradición democrática es
que la imperfección está dentro del sistema, forma parte de la capacidad de
nuestra democracia para ser crítica consigo misma. Es un sistema único que
incluye la autocrítica.
P.: ¿Existe algo así
como un capitalismo global?
R. No en el ámbito
político. Existe como mercado mundial.
P.: El mercado no es el
capitalismo. Hay muchas formas de capitalismo.
R. Y coexisten. El
asunto consiste en qué forma de capitalismo se está volviendo predominante. El
capitalismo socialdemócrata, con estado del bienestar, está amenazado. Se dice
que el comunismo no funcionó. Pero mire lo que ha pasado en China en el último
medio siglo. ¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un desarrollo
económico tan explosivo? Es impresionante.
La figura que anunció nuestra época fue Lee KuanYew, el fallecido líder
de Singapur. Creó la fórmula de autoritarismo "de
valores asiáticos". China demuestra, a nivel masivo, que funciona. El
chino es el capitalismo bajo dominio de un partido autoritario. Es una nueva
combinación de capitalismo mundial en la que el país participa en el mercado
global, pero ideológicamente funciona hacia adentro de una manera patriótica,
etnocéntrica.
P.: Inquietante.
R. Lo que me
preocupa es que Europa está perdiendo. Por eso apoyo el último llamamiento
de Emmanuel Macron y Merkel para
crear un Ejército europeo. Es fundamental para Europa seguir
unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones y con su corrupción.
Trump y Putin trabajan sistemáticamente para desunir a Europa. Ese es su
objetivo. Putin, de una manera muy perversa, estaba a favor de la secesión de
Cataluña. O del Brexit. Fue
muy hipócrita. Siempre que la unidad europea muestra problemas...
P.: Sí, y tiene
problemas económicos con China, baja su demanda por las medidas proteccionistas
de EE UU.
R. La clave
es el nuevo desarrollo de los coches eléctricos.
El temor es que China intente desarrollar este tipo de coches. Pues no es ya
solo la cadena de ensamblaje de la economía mundial, sino que desarrolla su
propia economía. Los izquierdistas tradicionales odian dos cosas del orden
mundial actual: al mercado libre, loco, con su caos; y a los Estados
autoritarios. China aúna ambas cosas. Ahora instaura el miedo. Los disidentes
son marxistas, estudiantes que estudian marxismo y proponen organizar a los
trabajadores, tan explotados allí. Esto es lo peor que puedes hacer en China
hoy: proteger los derechos de los trabajadores. Los "desaparecen"
durante 15 días.
Zizek quiso ser director de cine. Esa pasión la incorpora a todos sus libros, plagados de pelis como parábolas. Y ocupa muchas tardes como habitual en las salas de proyección de Liubliana. Pero no se vio con talento suficiente para el séptimo arte. Optó por su segundo amor, la filosofía. Y agradece a "la opresión comunista" no haber encontrado empleo durante años. Solo apaños de traductor y tareas menores, para acabar al fin en un pequeño instituto de investigación: "Por eso soy del todo libre para investigar, no como un profesor de pueblo".
Eso le catapulta a afrontar "los nuevos retos", que resume en el ecológico, la renovación del Estado del bienestar, o la "digitalización directa del cerebro humano" mediante la que el ordenador "detecta lo que piensas" y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. "No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera", se parapeta, sino un nuevo comunalismoglobalista, porque "nuestro cerebro es nuestra herencia común".
Reconoce ser un provocador profesional, para incomodar al público y hacerle reaccionar. Considera que la gente está "drogada, dormida" y que hay que "despertarla". De modo que "la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír". Sobre todo a la izquierda con la que sintoniza, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales "serán falsas, pero las estalinistas no eran siquiera falsas"; o "no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está a favor de echar a los inmigrantes".
Respeta a Marx, pretende entroncar con sus preguntas fundacionales y se ríe de quien le tacha de "leninista loco": "Mis ideas", dice, "son hegelianas". Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así. "Por ejemplo", aunque admira al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García-Linera, tiene "el honor de no haber sido engañado por Hugo Chávez". Zizek advirtió durante años que el militar acabaría mal, porque "no veía lo nuevo", solo era "un Fidel con dinero, no resolvía los problemas, echaba dinero a los problemas".
Así que el pensamiento crítico "duele" y "trae malas noticias". Pero siempre "hay que provocar". Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. Así, le inquieta al máximo el "extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento", por su cruce con la civilización digital. Nos abocamos a "una guerra digital, cognitiva", que "influirá en los cerebros".
China puede ser el paradigma de la nueva tensión. Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU "necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra". Es "la situación más peligrosa", deletrea.
[Fuente: www.bitacora.com.uy]
Sem comentários:
Enviar um comentário