Catedrático y eurodiputado por UPyD
Explicar a los ciudadanos el
funcionamiento de las instituciones europeas es tarea espinosa, porque el
empeño no es fácil. Y no lo es porque la Unión Europea lleva en su seno
dos almas diferenciadas que, a su vez, están obligadas a ser
complementarias: el alma europea propiamente dicha, que representan
instituciones que acogen los latidos del interés común y que son -entre
otras- la Comisión, el Parlamento, los Tribunales de Justicia y Cuentas,
más aquellas que llevan a la Unión la voz de los Estados que la
componen, fundamentalmente el Consejo Europeo y los Consejos europeos de
ministros -sectoriales (industria, transportes, etc.)-. Mover las
voluntades de unos y de otros en medio de este abigarrado aparato
institucional es anhelo parecido, en dificultad, al que en la mitología
griega se conoce bajo el nombre de los trabajos de Heracles o de
Hércules (todo aquello del león, la hidra, el jabalí, los establos de
Augias, etc.).
Del esfuerzo que el ciudadano debe hacer
para manejarse en este laberinto nace una cierta desesperación a la que
sigue en no pocos casos -y esto es lo peor- la descalificación rotunda.
Y así no es infrecuente oír voces despachadas que aseguran ser todo un
embrollo que para poco sirve, fuera de alimentar políticos, funcionarios
y demás componentes de lo que un autor español que hoy nadie lee
-Silverio Lanza- llamaría la vermicracia.
Ahora bien, como el proyecto de
construcción europea es el empeño histórico más relevante de los últimos
decenios, no podemos abandonar la tarea pedagógica por lo que importa
mucho enseñarlo desde la escuela a los niños y proporcionar a toda la
ciudadanía el hilo de Ariadna, educándola en el respeto a sus culturas, a
su patrimonio histórico, a sus grandes nombres, a sus símbolos, a sus
deslumbrantes inventos... En tal sentido, tengo presentada, ante la
Presidencia del Parlamento Europeo, una iniciativa destinada a poner en
marcha una consulta entre la ciudadanía, para seleccionar 50 nombres
indiscutibles de la cultura europea (Mozart, Goethe, Cervantes,
Rubens...) y confeccionar con ellos una publicación sencilla al alcance
de los 500 millones de europeos. Tengo la esperanza de que el actual
presidente del Parlamento, un político alemán cuyo oficio es el de
librero, sea sensible a esta petición.
Pero precisamente porque creo en estas
cosas es por lo que creo a su vez que es urgente acabar con el
galimatías que inunda la Unión Europea y que en tan gran medida
contribuye a alejar a la población de sus proyectos y de sus logros.
En este sentido, la crisis económica
está acelerando la descomposición del lenguaje y de los instrumentos
jurídicos de una forma que, si no ponemos remedio, va camino de hacerse
irreversible. Porque lidiar con veintitantas lenguas ya es enrevesado, pero, si a ellas unimos el artificio tecnocrático, entonces las
posibilidades de entendernos acabarán por desvanecerse. Con pérdida
cierta para todos. Los periódicos difunden esta confusión porque les
resulta obligado, al ser su deber el informar y hacerlo tal como les
llegan las noticias desde los centros bruselenses. Lo mismo, y por las
mismas razones, hacen las radios o las emisoras de televisión. Todo ello
con un efecto multiplicador que resulta sencillamente demoledor.
A organismos como el Banco Central
Europeo, el Ecofin, el Banco Europeo de Inversiones, el Fondo Europeo de
Inversiones, con los que se desayuna cualquier ciudadano indefenso que
acude por las mañanas a su trabajo, hay que unir una serie de siglas y
de normas cabalísticas de muy difícil digestión. Así, por ejemplo,
tenemos la Junta Europea de Riesgo Sistémico que se une a autoridades
específicas que se ocupan de los bancos, los seguros y los mercados de
valores.
Se han creado el Mecanismo Europeo de
Estabilidad Financiera y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera que,
aunque suenan parecido, son dos objetos diferenciados por la compleja
maquinaria discursiva de sus progenitores. Para confundir más el
panorama, al segundo se le llama a veces de “facilidad financiera” y
además se usan sus acrónimos (unas veces, en inglés, otras en español)
MEEF y FEEF que ahora ya -¡oh, bendición!- se han simplificado en el
MEF.
Las reformas “estructurales” que se
están acometiendo se contienen en el “paquete de reforma de la
gobernanza económica de la eurozona” y en dos tratados
intergubernamentales, es decir, tramados y trabados fuera del Derecho de
la Unión Europea, y que son el Tratado de Estabilidad y el Tratado por
el que se establece el citado Mecanismo de Estabilidad Financiera. A
ello procede añadir dos “conjuntos normativos”, el que contiene la
reforma de la gobernanza económica, descompuesto a su vez en cinco
reglamentos y una directiva, y el de refuerzo de la supervisión
presupuestaria, integrado por dos reglamentos. ¿Parece poco? Pues
incorpórese a la citada enumeración el Pacto por el Euro Plus y el
Código de Conducta del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. A esto último
se le llama, para que todo el mundo lo entienda, softlaw.
EL PROCEDIMIENTO de coordinación de
políticas presupuestarias y de las políticas macroeconómicas ha sido
bautizado con el nombre de Semestre Europeo, como si de la semana de oro
de unos grandes almacenes se tratara. Con la particularidad de que lo
que yo acabo de llamar “políticas presupuestarias” normalmente se
denominan, por una mala traducción, “políticas fiscales”, lo que
coadyuva a que el embrollo tome vuelo y consistencia. Hay además la
Directiva sobre el Marco presupuestario nacional, que trata de ajustar
este al marco presupuestario plurianual de la Unión Europea y donde se
crea el Objetivo Presupuestario a Medio Plazo que, a su vez, ha de
insertarse en el citado Semestre Europeo.
Sin duda me dejo otros hallazgos en el
tintero, pues mi capacidad de asimilación de estos engranajes padece
lacerantes limitaciones. Últimamente hemos descubierto el Memorandum of
Understanding y citarlo me lleva al otro despropósito que trato de
denunciar: el manejo desahogado de términos ingleses que contribuyen a
hacer el paisaje definitivamente esotérico y al alcance de iniciados
cada vez más chiflados. Tenemos el bail-out y el bail-in, las
non-standard monetary policy measures, el securities markets programme o
su sucesor outright monetary transactions, el tablero de indicadores
macroeconómicos al que llamamos coloquialmente y con confianza
macroeconomic score board, el most likely scenario, el Six pack y el Two
pack y por ahí seguido, que diría el maestro Umbral.
Naturalmente, lo hasta aquí explicado se
refiere exclusivamente al ámbito de la economía. Si nos trasladamos al
mundo de los transportes, de la investigación o de la energía
encontraremos un panorama semejante donde todo aparece nublado, en una
suerte de confusión “epigramática y ática”.
Resumo: para que Europa sea de los
ciudadanos hay que cambiar -ciertamente- muchos de los ladrillos con los
que la construimos. Este del lenguaje y de la simplificación de los
instrumentos jurídicos es urgente como lo es pedir al toro sagrado que
un día la raptó que nos ayude a recuperar la estética y a aventar lo
grotesco y desconcertante.
[Fuente: www.otrosi.net]
Sem comentários:
Enviar um comentário