sexta-feira, 22 de abril de 2016

POR UNA CULTURA SIN PREJUICIOS


Mariana Recamier.- El escritor, periodista y editor Rogelio Villarreal es conocido porque siempre intenta descifrar todas las posibles interpretaciones de un conflicto. Lo suyo no son las lecturas fáciles de los fenómenos sociales. Su búsqueda por entender la complejidad de los problemas que se dan en México y el mundo ha provocado que siempre se encuentre en medio de discusiones.
Con esa perspectiva crítica escribió las crónicas que forman ¿Qué hace usted en un libro como éste?, trabajo publicado por editorial Almadía como parte de los cuadernos El Salario del Miedo. En cada uno de sus textos dibuja diferentes paisajes de México, pero también muestra bocetos íntimos de su familia y las personas con quienes generó lazos. Su intención al escribir desde la cotidianidad y las anécdotas personales es que el lector encuentre un reflejo de sus propias experiencias en cada una de las crónicas.
Villarreal llega puntual a la cita para la entrevista en la que extiende ciertas ideas que ya aborda en su libro y otras que ha publicado en artículos o en redes sociales. En un café ubicado en la zona B de Plaza del Sol, el escritor se preocupa porque la música de fondo no atropelle su voz en la grabación. La reunión es en este punto de Guadalajara porque no puede alejarse por mucho tiempo de su trabajo como editor en la revista Replicante. Muchos textos lo esperan mientras contesta una serie de preguntas sobre su libro, la crónica y el periodismo.
En el primer texto de tu libro mencionas ciertas cuestiones éticas en torno a la crónica. ¿Qué repercusiones tiene que los cronistas tomen una postura al momento de escribir?
Es inevitable que un cronista o un periodista tome partido. Me parece que es válido siempre y cuando tenga en cuenta todos los puntos de vista y todos los testimonios, sólo así puede decidir cuál es su opinión muy particular sobre algún problema. Creo que es muy sano cuando se mantiene en el plano de la discusión de las ideas y no del activismo porque es cuando ya se puede distorsionar, ofrecer información tendenciosa o favorecer a ciertos actores políticos y movimientos sociales. Creo que hay que tener cuidado. Un periodista es un periodista, si se convierte en activista que lo diga y deje de hacer periodismo.
¿Por qué crees que los periodistas que son militantes de ciertas causas parecen recibir más apoyo en México?
Yo creo que en un país como este en el que hay unos niveles muy altos de corrupción, impunidad e ineptitud, una gran mayoría tiene la razón de sentirse agraviado y sobre todo agredido por circunstancias muy concretas como el narcotráfico y el propio ejército, pero eso no implica que se deban dejar de lado todos los matices de un asunto. Tenemos, por ejemplo, el caso de Ayotzinapa que es muy delicado, es una de las tragedias más graves que ha ocurrido en los últimos años en medio de tantas otras. Estamos viendo que no es un movimiento estrictamente puro, podría ser legítimo el esclarecimiento de esta masacre, pero también hay que ver todos los actores involucrados: hay 120 presos, las declaraciones de Vidulfo Rosales de “estos pinches indios piojosos” y otras cosas que se tienen que considerar. No es una situación de buenos contra malos. Es una circunstancia muy compleja en la que debe haber mucha claridad y sensatez para poder comprender y entonces sí exigir justicia. No se resuelve nada diciendo “fue el Estado”, es una abstracción que no conduce a nada. El periodista es casi como el historiador: tiene que ver todos los ángulos de una historia.
En tu texto introductorio desarrollas una reflexión sobre ciertos intelectuales y el halo que los mexicanos construyen en torno a ellos. ¿Qué pasa con una sociedad cuando no es crítica con sus intelectuales? 
Eso tiene que ver con la manera en que la cultura es tan acrítica en México. En las revistas y suplementos culturales el escritor es casi como un dios: el emisario de la sabiduría, la bondad y lo mejor de una sociedad, sin ver que un escritor es igual que cualquier persona. También cometen plagio, les encanta el dinero, les encanta vivir con lujos y se codean con políticos. ¿Por qué Juan Villoro recibió 80 mil pesos para ir a la ceremonia de graduación de los estudiantes de Ayotzinapa o por qué Poniatowska aparece en el noticiero de López-Dóriga cuando critica a Televisa por manipuladora? Hay un montón de ambigüedades, imprecisiones, desinformación y de culto a la personalidad.
En algunas crónicas del libro compartes situaciones íntimas de tu familia. ¿Cuál es tu filtro para saber si puedes publicar parte de la historia de tu familia y cuando crees que no se puede hacer?
Realmente no hay ningún filtro, simplemente escribí de lo que más me acordaba. Creo que era una manera de combatirlo. En muchas familias puede haber situaciones muy semejantes y busco un poco ese eco. Mi intención era contárselo a quien lee el libro y ver si hay semejanzas entre sus historias y las mías porque creo que en la familia se generan muchas de las conductas que después vivimos ya afuera en términos sociales: si somos violentos, pasivos, machistas o discriminadores. Creo que la familia es el germen de muchas de nuestras conductas porque es la primera base cultural que tenemos.
Últimamente publicas en redes sociales acerca de lo políticamente correcto. ¿Qué es para ti lo políticamente correcto y por qué no te gusta?
Lo políticamente correcto es esta corriente que se originó en Estados Unidos hace veinte o treinta años para tratar de disminuir los términos ofensivos para minorías como latinos, negros, mujeres y homosexuales. Entonces se les empieza a nombrar con palabras más suaves o matizadas y en ese sentido estaría de acuerdo siempre y cuando no se convirtiera en algo que simplemente disfraza el problema y no lo resuelve. Lo cubre de forma epidérmica y no se traduce en políticas públicas de carácter social o combate con la discriminación, los prejuicios y el machismo. Ahora se siguen asesinando homosexuales, hay delitos de homofobia y vivimos en un país extremadamente machista: la mujer sigue siendo golpeada, humillada, gana menos que el hombre, por no hablar de los casos de desapariciones, secuestros, violaciones y asesinatos. Lo políticamente correcto no resuelve nada y solamente corrompe el idioma y te hace sentir un poco bien. Si hablas como Fox, con “el los y el las”, crees que ya estás asumiendo un compromiso con todas estas minorías. Yo creo que es una tontería y aparte de este origen estadounidense también tiene resabios fascistas y nazis: Stalin mismo utilizaba un lenguaje políticamente correcto para disfrazar una serie de problemas… El español es tan vasto que puedes nombrar todo sin insultar a nadie y decirlo correctamente.
¿Visualizas las redes sociales como un foro para el debate?
Me interesa justamente, ya es un defecto de formación, que haya información profusa sobre temas delicados. Creo que en México una cosa muy importante es debatir asuntos sociales o culturales desde una perspectiva informada y sin prejuicios. Desde 2006 cuando se polarizó la sociedad a partir de las elecciones de López Obrador y Calderón hay opiniones que se asumen automáticamente, que se comparten de alguna manera sin ir más allá, sin buscar información de una manera crítica… Desde entonces me quedó un poco esa inquietud de estar ofreciendo más información. Yo reconozco que muchas veces puedo estar equivocado, pero por lo menos contribuyo para poder discutir más seriamente.
¿Cómo percibes el panorama de la crónica tapatía?
A mí me parece que la crónica tiene una especie de auge. Creo que hay muy buena crónica como la que hace Vanesa Robles, Jorge Pérez, Antonio Ortuño y Juan Palomar. En Guadalajara se hace un buen trabajo y lo vemos cada vez que hay un Premio Jalisco de Periodismo. Hay trabajos muy interesantes -otros no tanto- y casi en todas las redacciones de periódicos y revistas siempre hay por lo menos un buen reportero o un buen cronista. A veces no sobresalen porque no están en medios tan importantes, no son revistas tan glamurosas como Gatopardo, y las condiciones a veces son terribles, por ejemplo, el reportero que tiene que trabajar con un salario más o menos bajo, cubrir cinco órdenes al día y no solamente escribir para el impreso sino también para Internet o para el podcast. Me parece que se ha incrementado la carga de trabajo de los periodistas, pero yo creo que en todo México, no solamente aquí en Guadalajara, siempre veo a estos reporteros y cronistas muy buenos y esforzados, muy sufridos, pero haciendo cosas muy interesantes y que a veces trabajan también de manera anónima. Lo menciono en el prólogo del libro: muchos cronistas que ya tienen cierto renombre, cierto prestigio, se aprovechan de la información de los reporteros, la usan para su crónica y no dan los créditos, eso me consta.
¿Y el periodismo cultural?
Disparejo, porque creo que también adolece de estar deslumbrado por los grandes nombres, las grandes firmas, acontecimientos probablemente importantes como son la entrega de un Premio Nobel o del Premio Cervantes. Creo que está bien cubrir eso, pero a veces se hace de forma insuficiente o de manera que tiene que ver más con lo espectacular que con el propio fenómeno cultural. A veces no hay crítica, no hay compresión de lo que se está cubriendo e importa más si fueron ciertas personas al concierto que decir cómo estuvo la percusión o la pieza. Falta dar un poco más de contexto e información histórica. Vanesa Robles mencionaba las bodas en el Cabañas, por ejemplo, y ese tipo de cosas como que tendrían que tener una explicación cotidiana. Claro que ya tiene que ver con la política, pero justamente eso, la cultura no es una manifestación pura y etérea. La cultura es simple manifestación de una sociedad y de un contexto, de sus políticos y de sus ciudadanos. A lo mejor a los ciudadanos ni les interesa la cultura, les interesa ir más a un concierto del Komander que a una exposición. Son problemas muy complejos, pero creo que las secciones de cultura sí tendrían que ser más completas, pero eso también nos lleva al tiempo y al salario. Si tú no tuviste la oportunidad de ver una película, si no tuviste tiempo de leer un libro, cómo vas a hablar con el entrevistado. Así es que si estamos dentro del periodismo hay que darse un tiempo para leer, estudiar un poco e ir a talleres.

[Fuente: www.maspormas.com]

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