En los
últimos días me he encontrado dos veces con el mismo objeto periodístico,
uno en el diario El País y el
otro en el programa insignia de la Cadena Ser, Hora 25.
Ambos
documentos descubren lo que al parecer es sin duda una verdad a voces: que los
universitarios españoles de hoy tienen una paupérrima cultura ortográfica y que
la culpa la tienen los malditos móviles y la perversa internet y sus
abominables redes sociales.
Algo así
como el testimonio siguiente:
Prescindo
de cómo se redacta o cómo se acentúa, batallas virtualmente perdidas; pero
baste decir que en un curso universitario de Lengua Española un 60 por 100 de
mis alumnos tuvo faltas de ortografía en el primer examen parcial. Esto no es
excepcional y, por no serlo, tiene consecuencias fatales: el profesor de Lengua
no puede avenirse a una situación de hecho y es, en primer curso, quien pecha
con la ingrata tarea de ser el encargado de cerrar el paso a los candidatos. La
situación es muy grave por falta de solidaridad en los demás docentes; para mí
es incomprensible que resulte más fácil aprobar el griego que el español.
Consecuencia: un ataque sistemático y frontal contra la disciplina, recurriendo
a cualquier argumento, por falso que sea […]
Pero el caso
es que el texto citado fue escrito por el lingüista Manuel Alvar,
catedrático de la U. Complutense, en 1979, por lo que los alumnos a los que se
refiere cursaron su bachiller durante los últimos años de la dictadura
franquista y primeros de la transición, probablemente no habían manejado jamás
una computadora y faltaban dos décadas para que los primeros móviles llegaran a
sus manos.
Es posible,
sin embargo, que aquel panorama haya empeorado, principalmente a cuenta de los
disparates curriculares en que los sucesivos gobiernos de todo signo han
endilgado a nuestros educandos, sin contar los nocivos efectos de la crisis y
sus recortes:
En
los últimos veinte años, según el periódico, el nivel de faltas de ortografía
ha aumentado en casi el 50%. No importa que sean estudiantes de ciencias o de
letras; todos han empeorado su nivel de escritura o, peor aún, el de expresión
oral. Se calcula que durante los últimos 40 años la enseñanza de lengua en la
escuela primaria y secundaria se ha reducido en 800 horas; del mismo modo, los
sistemas de aprendizaje han valorado destrezas distintas al aprendizaje de
memoria o a los dictados, lo que ha provocado también una dejadez constante por
la pulcritud en la escritura.
Aunque debo
advertir que el párrafo anterior refiere
a una noticia publicada por el matutino Le Parisien en
octubre de 2010 donde detalla la situación en Francia bajo el gobierno de Sarkozy.
Bueno,
prometo no hacer más trampas; el siguiente párrafo tampoco es actual ni
ibérico:
Una
de las razones por las cuales los alumnos de hoy encuentran tan difícil
redactar en forma aceptable podría ser el actual desplazamiento a todo nivel de
la palabra escrita. Nos ha correspondido vivir en una época en la cual el lugar
tradicional del libro ha sido usurpado por el cine y la televisión. Hoy en día
se lee muchísimo menos que antes por la sencilla razón de que la lectura ha ido
perdiendo importancia en nuestra sociedad como fuente de información y de
entretenimiento. Los jóvenes de ahora tienen mucho menos contacto con la lengua
escrita que los de generaciones anteriores y su dominio de ella se desarrolla,
por tanto, en forma incompleta.
(Ana
María Rodino y L. Ronald, Problemas de expresión escrita del estudiante
universitario costarricense, San José (Costa Rica), 1985)
Ignoro si
los autores disponían de estudios estadísticos fiables de cómo escribían los
universitarios costarricenses “de generaciones anteriores”, para poder comparar
y afirmar sin duda que “se lee muchísimo menos” y que era la influencia del
cine y la televisión la causa probable del desmadre en aquellos años.
Y entiendo
que, en cualquier caso, a eso habría que añadir un factor corrector del perfil
económico y cultural de los estudiantes que accedían a la universidad en los
años 50-60, que, al menos en España, eran normalmente varones hijos de familias
pudientes.
No citaré,
por hastío, un buen puñado de referencias pretéritas o recientes, que
manifiestan situaciones similares en Italia, Reino Unido, Alemania, Suecia,
Canadá, Estados Unidos, Argentina, Chile, etcétera, sin aparente relación con
su nivel de desarrollo ni forma de gobierno.
Tampoco me
hacía falta tanto extracto, excepto para reforzar probatoriamente lo que mi
memoria me trae de mis remotos tiempos de estudiante universitario, cuando
muchos de mis camaradas de facultad adolecían de una penosa ortografía que
convertía en un calvario el leer sus apuntes de clase.
Y, en
definitiva, tengo para mí que los universitarios y estudiantes de secundaria de
hoy en castellano no escriben destacadamente peor que hace décadas ni que en
otras lenguas; aunque si alguien posee estudios serios y basados en pruebas
objetivas y estadística comprobable que muestren la evolución en ese aspecto,
estoy dispuesto a rectificar y admitirlo. (No, hasta donde yo sé, PISA y TIMMS evalúan
la capacidad lectora pero no la escritura)
Pero, aunque
algo haya, no veo razón para buscar la causa en las nuevas tecnologías. Incluso
me atrevería a decir que al contrario; Internet es, todavía, un universo
básicamente de texto, pero además escrito por sus propios usuarios. Es probable
que nunca antes tantos leyeran y escribieran tanto, y lo que sí parece
demostrado es que leer, pero sobre todo escribir, es el mejor ejercicio para un
mejor dominio de la ortografía.
No estoy
diciendo, cuidado con eso, que el escenario sea satisfactorio. Es evidente que
es una situación a corregir, pero será mejor hacerlo desde un diagnóstico
certero y fiable, y no disparar en todas direcciones y mucho menos convertir en
noticia sensacional lo que tiene trazas de ser un achaque histórico.
Por Miguel
A. Román
[Fuente:
www.librodenotas.com]
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