quinta-feira, 24 de setembro de 2020

¿Esa lengua en la que usted me habla la habla alguien más?

 

Michel Foucault, 1984

 

Publicado por Teresa Galarza

Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, esta es la muerte que hubiera elegido o soñado. («El sur», Jorge Luis Borges) 

En el año 1938, Jorge Luis Borges sufrió un grave accidente al golpearse la cabeza con una ventana, lo que lo llevó al borde de la muerte por septicemia. La sepsis es una enfermedad potencialmente fatal que se produce por una reacción del cuerpo ante una infección. Puede provocar complicaciones neurológicas como paresias y deterioro cognitivo.  

«El sur», relato del que Borges se sentía muy orgulloso, cuenta un episodio similar. El protagonista, Juan Dahlmann, trabaja en una biblioteca municipal de Buenos Aires. Un día, entusiasmado por el hallazgo de un ejemplar de Las mil y una noches que andaba buscando, tropieza en la oscuridad con la arista afilada de un batiente y se hiere en la frente. La herida se infecta y, después de varios días de fiebre, es trasladado a un sanatorio.

En la primera gran obra de Michel FoucaultFolie et déraison, el filósofo francés aborda la visión de la sociedad occidental sobre la locura. Foucault nos muestra cómo en el siglo XV la locura está presente en la vida cotidiana, conviviendo con otras formas de experiencia. Una sucesión de fechas habla por sí misma: la Danse macabre de La Chaise-Dieu debió de ser compuesta alrededor de 1460, y en 1485, Guyot Marchand publicó su Danse macabre. En 1492, Brant escribió el Narrenschiff, traducido al latín cinco años más tarde. En los últimos años del siglo, el Bosco compuso su Nave de los locos. El Elogio de la locura es de 1509. 

Para Foucault, la locura fascina porque es saber. En el loco, las figuras más concluyentes de la lógica se encuentran correctamente aplicadas. Silogismo: «Los muertos no comen; ahora bien, yo estoy muerto; por tanto, no debo comer». Inducción: «Tal, tal y tal son mis enemigos; ahora bien, todos ellos son hombres, por tanto, todos los hombres son mis enemigos». Entimema: «La mayor parte de quienes han habitado esta casa han muerto, por lo tanto, yo, que he habitado esta casa, estoy muerto». 

El lenguaje último de la locura es el de la razón, sostiene Foucault. El lenguaje es la estructura primera y última de la locura. Contemporáneo de Foucault, Jacques Lacan sitúa de manera más precisa el sujeto de la locura como un efecto de la estructura del lenguaje. Como psiquiatra, Lacan se interesó por el lenguaje en la psicosis. En ese momento, la psiquiatría francesa se preocupaba por la relación entre lenguaje y locura para encontrar una nueva perspectiva diagnóstica. En Acerca de la causalidad psíquica, Lacan señala que el problema de la locura no puede separarse del lenguaje, de la palabra como nudo de significación. También afirma que antes de hacer el diagnóstico de psicosis se debe constatar la presencia de trastornos de lenguaje.

La cuestión no es secundaria, sino de principio; está en el origen de la segregación de la locura, cuya historia analizó de manera tan decisiva Foucault. En la Edad Moderna se erradica la lepra, que no los leprosarios. Desde la Alta Edad Media hasta el fin mismo de las cruzadas, los leprosarios se habían multiplicado en Europa. Solo en Inglaterra y Escocia, reinos con aproximadamente un millón y medio de habitantes, había unos doscientos veinte leprosarios. Pero en el siglo XIV el vacío empezó a cundir, y cuando Ricardo III ordenó una investigación sobre uno de los hospitales con más leprosos de su reino, ya no quedaba ninguno. 

El lugar de la lepra fue tomado por el de las enfermedades venéreas. De golpe, al terminar el siglo XV, suceden a la lepra como por derecho de herencia. En el siglo XVII, la enfermedad venérea se integra, junto a la locura, en el espacio de exclusión. La sustitución de unas dolencias por otras no señala una ruptura, sino más bien una torsión en el interior de la misma inquietud. El que perturba el orden moral es ahora un perturbado mental que ya no requiere castigo sino terapia, con lo que los almacenes de vagos, maleantes y leprosos se transforman en lugares de curación. Qué tranquilizador resulta saber que, finalmente, aquellos que encerrábamos estaban enfermos. Para Foucault, los centros no son instituciones médicas, sino espacios jurídico-policiales. 

En un sanatorio es donde encierran a Juan Dahlmann, el protagonista de «El sur». Allí recuerda a su abuelo materno, Francisco Flores, del dos de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel. Y allí es donde «la fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las mil y una noches sirvieron para poblar sus pesadillas». «En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió: odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara…». Ante la posibilidad de una muerte absurda, sintió odio por sí mismo, se sintió humillado y soñó una muerte como la de su abuelo materno. No quería morir en una casa de locos. 

Actualmente, se sigue estudiando la relación entre lenguaje y locura. Varias áreas de la lingüística se relacionan con el campo de la salud mental. Un objetivo básico es generar un espacio de reflexión e intercambio teórico entre lingüística y psiquiatría que facilite la comprensión de fenómenos comunes a las dos disciplinas. 

La psicolingüística se interesa por cómo la especie humana adquiere el lenguaje y por los mecanismos cognitivos que intervienen en el procesamiento de la información lingüística. Por su parte, la neurolingüística estudia los mecanismos biológicos que facilitan el conocimiento, la comprensión y la adquisición del lenguaje. Ambas subdisciplinas están estrechamente relacionadas. 

Buena parte del trabajo en neurolingüística consiste en evaluar las teorías presentadas por los psicolingüistas y lingüistas teóricos. Los teóricos proponen modelos para explicar la estructura del lenguaje, los psicolingüistas tratan de explicar cómo se procesa la información del lenguaje en la mente y los neurolingüistas, por su parte, analizan la actividad cerebral para inferir cómo las estructuras biológicas llevan a cabo esos algoritmos de procesamiento psicolingüístico. A su vez, la investigación se lleva a cabo en todas las principales áreas de la lingüística: sintaxis y morfología, lexicología y semántica, fonética y fonología.

La gramática nos dice que una oración es correcta cuando el sistema de agrupamiento de las palabras sigue unas reglas de distribución. Toda oración es correcta cuando está organizada en sucesiones de sintagmas. ¿Qué sucede en la locura? Los sintagmas se amontonan, se enredan. 

El lenguaje esquizofrénico, según el modelo de Sergio Piro —pionero en estudiar las alteraciones del lenguaje en esta patología—, muestra una serie de características necesarias para poder ser definido como tal. Está ligado, principalmente, a la «disociación semántica», además de observarse pobreza del habla y del contenido, distraibilidad, tangencialidad, disgregación, circunstancialidad, incoherencia, neologismos, perseveración, ecolalia, bloqueo… Una serie de síntomas que apuntan a una nueva significación del mundo y una nueva organización del pensamiento.

Todo esto nos puede llevar a plantear que el lenguaje es una función de la expresión del pensamiento y de la comunicación mediante los órganos del habla y mediante un sistema de notación que utiliza signos materiales. Justo lo contrario de lo teorizado por Foucault en Folie et déraison, donde se sugiere, incluso se da por hecho, que el lenguaje organiza el pensamiento: «La estructura simple de un discurso no la reduce a una naturaleza puramente psicológica, sino que le da imperio sobre la totalidad del alma y el cuerpo». ¿Y no sería relativamente fácil estudiar la locura si se redujera a algo tan sencillo como la organización de los componentes del lenguaje? Psiquiatras del mundo, estudien lingüística. Palabras de Foucault. 

Para Foucault, quedaría pendiente una última cuestión: ¿en nombre de qué puede ser considerado delirio el lenguaje? Interrogación central que sugiere que se debe abordar en el punto de contacto de lo onírico y lo erróneo, que es donde para él se sitúa exactamente la locura. 

En «El sur», Juan Dahlmann se golpea la cabeza con un batiente que alguien se olvidó de cerrar. Después de ocho días padeciendo fiebre, lo llevan a un sanatorio. Al borde de la muerte, vemos al personaje en dos lugares paralelos, el sur y el sanatorio. No sabemos si, por la fiebre, Dahlmann alucina con estar en el sur, si es solo su deseo, o si se ha recuperado. Al final del relato, Dahlmann muere en una pelea típica de literatura gauchesca, en el sur. Sin embargo, se puede interpretar que esa muerte no es real, que Dahlmann nunca estuvo en el sur, sino que permaneció y murió en la camilla del sanatorio. 

 

[Foto: Cordon Press – fuente: www.jotdown.es]


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