quinta-feira, 21 de agosto de 2014

“Lo más difícil es que dejen de llamarme mina”

Por Leticia Martin 


Mercedes Gómez de la Cruz nació en Rosario, en 1974, es poeta, ensayista y editora. Milita un feminismo ligado a la cuestión del parto y la reproducción por vía “natural”. Es vehemente, ansiosa, y bastante activa en las redes sociales. Forma parte de la Asamblea por el derecho a elegir cómo parir. Entre sus actividades favoritas se encuentran la cocina y el baile. Publicó los libros Soy fiestera (2006), 100 muñecas (2004), y Lo que huye (2003), entre otras antologías y plaquetas.
¿Qué significa para vos ser feminista?
No me definiría como feminista. Diría en todo caso que tengo un interés por los derechos de las mujeres y también por contribuir al pleno ejercicio de esos derechos.
¿Qué pensás de las categorías de varón y mujer?
Me resulta antipático establecer categorías al respecto. Creo que se trata de clasificaciones propias de la cultura, más allá de cualquier género. No considero que existan roles ni categorías establecidos de antemano, sino que esos roles tienen que establecerse en relación con el propio deseo y las necesidades de cada uno, así como los acuerdos que cada sujeto pueda establecer con los miembros que componen su grupo familiar y su entorno.
¿Tenemos que tender a la igualdad o a la diversidad?
Tenemos que tender a la igualdad de oportunidades en el desarrollo de una vida plena en todos los aspectos. Creo que esa igualdad de oportunidades deseada también debería atender a la diversidad. Es decir, si yo mujer tengo un trabajo remunerado fuera de mi hogar y deseo tener un hij@, tengo derecho a usufructuar mi licencia por maternidad que, óptimamente, debería tener una duración de seis meses y creo que eso no debería ir en desmedro de mis posibilidades de desarrollo profesional, por ejemplo.
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¿Por qué creés que hay que “naturalizar” el parto?
El parto es un acontecimiento que sucede desde hace miles de años en los cuerpos de las hembras humanas que tienen hij@s. Está dado por nuestra biología. El cuerpo de la hembra humana está preparado genéticamente para parir. Es decir, el parto está dado por la naturaleza, ya que las hembras humanas nacemos con un útero para alojar a un feto que luego de aproximadamente nueve meses será expulsado de nuestro cuerpo por el propio órgano que lo aloja, es decir: parir es natural, es parte de la naturaleza. De modo que no hay que naturalizar nada. Sucede que actualmente al parto se lo toma como un acontecimiento médico, como una situación de riesgo en sí misma. El parto es un acontecimiento vital, biológico, saludable, sexual e involuntario. Como todo proceso involuntario (igual que dormir, igual que el orgasmo, por ejemplo) puede ser favorecido o perturbado. Cuando el parto es favorecido suele transcurrir sin inconvenientes. Cuando el parto es perturbado, empiezan las complicaciones. En el parto interviene el sistema nervioso central, la parte más primitiva de nuestro cerebro, la misma que controla la respiración y el movimiento cardíaco.
¿Cómo se favorece el parto?

Lo primero que habría que hacer (o no hacer) cuando una mujer entra en trabajo de parto es no hablarle para no estimular su neocórtex (la parte del cerebro que interviene en el lenguaje), ya que al activarse el neocórtex se inhibe el funcionamiento del cerebro primitivo y por lo tanto se inhibe la producción de oxitocina y, como consecuencia, se enlentece o se detiene el trabajo de parto. Como hembras mamíferas que somos, para favorecer el parto es preciso que estemos en penumbras y sin preocupaciones, con agua y alimentos disponibles, acompañadas y asistidas en silencio, para favorecer el nacimiento de la cría. Es cierto que hoy en día existen tantas opciones de parto como mujeres hay en el mundo. No todas las mujeres necesitamos lo mismo. Por eso lo importante es informarse y poder elegir en base a esa información, teniendo en cuenta los riesgos, los costos (no sólo el precio) y los beneficios que implica cada práctica tanto para la mujer como para su hij@.
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¿Es mejor parir con dolor? ¿Por qué?

La pregunta pareciera ser tan capciosa como ingenua ya que plantea una dicotomía que no existe. El parto es doloroso. En todo caso, una cosa es el dolor y otra, muy distinta, es el sufrimiento. Puedo estar con anestesia, no sentir ningún dolor, no sentir nada de la cintura para abajo y estar sufriendo. El dolor se transita, se atraviesa y se disipa, se va. El sufrimiento permanece, deja una marca que a veces no sana nunca. Entonces, decía, el parto incluye el dolor físico. El tema es cómo transitar ese dolor que bien puede ser gozoso por la llegada del hij@. Para atravesarlo hay diversos métodos que van desde la convencional peridural en cualquiera de sus variantes, y con sus efectos secundarios, hasta sumergirse en agua caliente, o con posturas, o con masajes. Cuando la mujer tiene libertad de movimientos durante el trabajo de parto y cuando puede estar acompañada por alguien de su confianza, puede tomar agua e ingerir alimentos durante el proceso, su dolor disminuye. Cuando puede expresarse y gritar libremente, su dolor también disminuye. El movimiento favorece el descenso del bebé y lleva a que la mujer vaya adoptando las posiciones más adecuadas para que eso suceda. Por otra parte, las contracciones producidas por el propio cuerpo siempre son y serán tan dolorosas como la mujer y su bebé puedan soportar. Las contracciones provocadas por el llamado “suerito”, “goteo”, “oxitocina sintética” son artificiales, por lo tanto tienen una intensidad y una frecuencia ajena. En el trabajo de parto y parto sin goteo, las contracciones son espaciadas en intervalos que permiten la reoxigenación del sistema, dan descanso, dan respiro. Mientras que en las contracciones provocadas por el goteo eso no sucede, sino todo lo contrario. Si a eso se le suma la imposibilidad de moverse y de ingerir agua y alimentos, la continua presencia de extraños, los tactos reiterados, el parto se convierte en una tortura.
¿Qué entendés por “empoderamiento del parir”?
Es la capacidad de tomar decisiones sobre lo que es propio. En lo que refiere al parto es el poder de elegir y decidir cómo, dónde y con quién parir.
¿Por qué creés que se demora tanto la reglamentación de la ley 25.929 de “parto humanizado”?
Creo que hay muchos intereses en juego y que su “no reglamentación” deja espacios y resquicios para una libre interpretación de la ley y el ejercicio del paradigma de parto medicalizado vigente en gran parte de las instituciones.
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¿Qué es para vos lo más dificultoso de ser mina?
Creo que lo más difícil es que dejen de llamarme mina.
¿Cuál es a tu juicio la forma de violencia hacia el género que habría que atender con más premura?
No tengo ni hago ningún juicio al respecto. Sí tengo una opinión. No considero que exista una forma de violencia hacia el género femenino que debiera ser atendida con premura por sobre las demás. Creo que, en todo caso, no debería verse opacada ninguna. Actualmente, al día de hoy, la forma más extendida e invisibilizada de violencia hacia la mujer es la violencia obstétrica. Dicha violencia es ejercida por el personal de salud en todas las prácticas, desde la atención del aborto (tanto espontáneo como voluntario) y postaborto, como en la atención ginecológica y en la atención durante el parto/nacimiento. En lo que respecta al parto, la violencia obstétrica también incluye a la que se ejerce sobre el recién nacido en las prácticas de rutina que se le realizan durante la primera hora de vida: separación de su madre, medición, peso, vacuna contra hepatitis B, vitamina k inyectable, nitrato de plata en los ojos, sonda nasogástrica, sonda anal. Prácticas que podrían postergarse y algunas incluso no realizarse. La violencia obstétrica está naturalizada, especialmente en lo que respecta al parto/nacimiento, a saber: está naturalizada la ablación de los genitales femeninos (episiotomía, a la que se llama “un cortecito”), la infantilización (que te llamen “gordi”, “mami”), la violencia verbal (“bien que te gustó el dulce cuando lo hiciste, ahora bancate lo amargo”), los tactos reiterados y realizados por distintas personas, la prohibición de expresarse durante el parto y cualquier otra práctica realizada sobre el cuerpo de la mujer y el de su hij@ sin su consentimiento.
¿En qué situaciones te sentís cosificada (vos, no otras mujeres)?
Cuando una persona, varón o mujer, me habla con familiaridad, habiéndome visto una sola vez y en trato circunstancial. Trabajo en atención al público desde hace veinte años, me irrita que me llamen con motes de cariño en ese trato (“mi amor”, “querida”, “mamucha”, por ejemplo). También cuando estoy compartiendo una mesa con gente amiga y hay alguno por ahí al que no le dí cabida y me tira la bronca haciéndome callar cuando hablo de fútbol.
SPR Plaza Pringles

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