“Dos vidas’ regresa a la caída del Telón de Acero para concluir un relato que enraíza en la Segunda Guerra Mundial”
Texto de CÉSAR USTARROZ
A fin de cuentas, nos da igual quien sea el presidente de la
comunidad de vecinos del 13 Rue del Percebe, porque la memoria histórica
de los españoles se escribe y dibuja en clave de un humor que encubre
propósitos. De risa precisamente no se están muriendo los Niños de Moscú
desdeñados por nuestros ingratos anales. Internados en el olvido,
apenas resisten en la capital del Gran Ducado de Vladimiro. Ni para
pagar el alquiler del Centro Español…
Se estrena “Dos vidas”, y
conociendo estas circunstancias previas, desconocemos hasta dónde y
cuando tendrá asegurada la cuota de pantalla por aquí cerca ese cine que
se empecina por remover discordias que a más de una generación le queda
demasiado lejos. De directores alemanes y coproducción germano-noruega,
“Dos vidas” regresa a la caída del Telón de Acero para concluir un relato que enraíza en la Segunda Guerra Mundial.
La presencia nazi en la “Fortaleza noruega” redescubre las
consecuencias del programa Lebensborn y el secuestro de niños (muchos de
ellos “consentidos” ante la acusación de colaboracionismo) con la idea
de zurcir la raza aria de la especie invasora. Trasladados de los
internados noruegos al continente para ser reubicados en familias y
orfanatos alemanes, los Niños de la Guerra se quedaron arrastrando el
linaje de la vergüenza por la RDA durante la Guerra Fría. Solo Katrine
Evensen (Juliane Köhler) logró volver a los brazos de su madre (Liv
Ullmann) para construir una familia, pero Katrine tuvo que pagar un
precio…
Un film de espías intenta mantener en suspense la
revelación de la información con la excusa de ofrecer una verdad
simulada. Sin embargo “Dos vidas” anticipa demasiado pronto las
entretelas. Los efectos de la doble identidad de Katrine preponderan el
drama en el contexto familiar frente al debate ideológico del contexto
político-militar. Y “Dos vidas” hace bien, porque los soldados también
son víctimas de la guerra. El contratiempo procede de ese mismo éxito.
Personajes que parecen adquirir un relieve determinante en la evolución
de la intriga se disipan sin explicación aceptable. El espectador
también acabará exigiendo una mayor intervención de la madre,
especialmente si está encarnada por Liv Ullmann. Podemos concluir que se
profundiza muy poco en los secundarios, probablemente porque la
película se cierra precipitadamente dejando desatendidas voces a las que
todavía no se les ha permitido decir la última palabra (no ponemos ejemplos porque esta impresión se extiende a la mayoría de los personajes secundarios).
A
pesar de estos lastres, el buen trato al lenguaje cinematográfico (uso
de los “flashbacks” en la gestión del pasado para generar intriga), la
contención en la exposición del enunciado (tono comedido) y la
interpretación de Juliane Köhler posicionan a “Dos vidas” entre las
películas más interesantes de la cartelera estival.
[Fuente: www.efeeme.com]
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