domingo, 23 de junho de 2013

El desprecio por la lengua española

Publicado por Jordi Pérez Colomé

Hace unas semanas vi en el blog de la empresa Hipertextual que habían ayudado a Telefónica a mejorar su blogThink Big: “A inicios de 2013, Telefónica se acercó a nosotros con una misión sumamente interesante: cómo hacer que Think Big sea un blog mucho más relevante para su público objetivo”. La noticia decía que durante 2012 ya les habían echado una mano —había sido “a nivel consultoría”, para “encontrar una identidad propia a nivel editorial para el blog”—, pero que en 2013 fue el impulso definitivo. Empezaron “con el contenido” y luego se preocuparon por el diseño adaptativo, que el blog cargara “extremadamente rápido” y por el lenguaje html5.

Entré en Think Big a ver. Se me cargó “extremadamente rápido” y era “adaptativo” a mi móvil. Empecé a leer un post al azar, titulado: “El LTE puede revolucionar las señales de TV”. La tercera frase era así:
La evolución de la tecnología, además de ofrecernos mayores velocidades de subida o descarga de contenidos, también trae consigo una mejor gestión de los recursos disponibles; dicho de otra forma, además de ganar en velocidad y capacidad de transmisión, buscamos un menor consumo en nuestros terminales móviles (para no mermar su autonomía) y optimizamos el uso que tenemos de las bandas de frecuencia asignadas para las comunicaciones inalámbricas.
Hay 14 palabras de cuatro sílabas o más. Usa 68 palabras para decir solo esto: “La tecnología para Internet permite más velocidad y hace que la batería del móvil se gaste menos”. Fui a otro post: “Ideas que innovan, la plataforma para jóvenes emprendedores tecnológicos”. Empieza así, también en una sola frase:
Estimular el talento y la capacidad de innovación de los jóvenes es lo que ha llevado a la Fundación Telefónica de Argentina a poner en práctica la iniciativa Ideas que innovan, una plataforma de lanzamiento para que aquellas mentes creativas tengan oportunidades para desarrollar sus ideas hasta convertirlas en productos o servicios que contribuyan a mejorar la calidad de vida en sus entornos cercanos.
Esta es la información que se da ahí: “La Fundación Telefónica de Argentina crea la iniciativa ‘Ideas que innovan’ para ayudar a jóvenes a convertir sus ideas en productos y servicios”. Podría poner “emprender” en lugar de las siete últimas palabras, pero se me podría acusar de usar una palabra connotada.

Me parece magnífico que Telefónica pague a Hipertextual por su trabajo. Me encanta que Hipertextual hagaThink Big mejor. Pero el objetivo final de la tecnología aquí es —si no me equivoco— transmitir información, que se logra con los textos. Tras toda la “innovación”, la escritura es discreta y la información se diluye.

No es un problema solo de Telefónica, aunque es significativo que sea una de las grandes empresas españolas. El desprecio por la lengua en España es apabullante. Pobre de mí si hiciera aquí una falta de ortografía grave y los editores de Jot Down no la detectaran. Los comentarios arderían. Pero si escribiera una frase de 15 líneas llena de verbosidad y adjetivos, pasaría sin queja. Nadie lamentaría que el escritor se esforzara poco en pensar qué quiere decir y en hacerse entender.

El motivo es simple: el único criterio objetivo en lengua son las faltas ortográficas, gramaticales. La mayoría sabe escribir sin cometerlas. Pero menos gente sabe montar el diseño de un blog, hacer que las páginas se carguen rápido y sea adaptativo. Si quienes escriben hicieran faltas de ortografía, el trabajo de editores sería imprescindible. Pero no es así, lo que no significa que un texto esté siempre bien.

El criterio en redacción tiene algo de subjetivo, pero menos de lo que parece. Una frase de 70 palabras de las que 50 son innecesarias se entiende, pero hace perder tiempo y cansa al lector sin necesidad. Su autor aún podría defender la frase y decir que transmite algo oculto que sin toda esa paja inútil no quedaría claro. Este argumento nunca vale: si una palabra parece que sobra, seguro que sobra.

Hay estilos distintos, claro, pero son todos naturales, no se inventan. La mejor definición de estilo que conozco es de E. B. White, uno de mis escritores preferidos: “Los escritores jóvenes suponen que el estilo es un condimento para la carne de la prosa, una salsa que hace sabroso un plato aburrido. El estilo no es una entidad independendiente; es inseparable, sin filtros”. El estilo es el contenido, no los adornos. Hay montones de modos de contar cómo cambia la tecnología de la tele en un blog, o el aspecto y sabor de una buena croqueta, o el resultado de las elecciones en Irán, o mis vacaciones. En ninguna hacen falta adornos para distinguirse. Si cien personas describen lo mismo sin salsa, saldrán ya cien textos distintos. Eso es el estilo.

Hace unos meses un célebre bloguero español me reenvió esta carta donde un aspirante a periodista pedía trabajo en un periódico. Empezaba así:
Soy ***** y le adjunto mi CV en aras a una posible ocupación de becario durante los próximos meses de primavera/verano, siempre y cuando se oferten plazas en ***** para tal cometido.

En años anteriores he otorgado mi entera disposición hacia tal cometido y por ello le ruego que no considere mi insistencia como un evento rutinario y desagradable. Es fruto de la pasión que tengo por obtener una oportunidad como becario para poder demostrar que soy apto para el periodismo y formarme junto a profesionales del sector.

No ha lugar a dudas que mi entusiasmo y mis ganas por ser partícipe de ***** me provocan volver a enviarle mis referencias y pedirle que considere mi petición, siendo ésta de elevada importancia para mi persona. La disponibilidad sería absoluta y la entrega total, como podrá comprobar de producirse tal evento.
“Siendo ésta de elevada importancia para mi persona” es la exageración máxima hecha frase subordinada. White dice que “la aproximación al estilo es por el camino de la sencillez, simplicidad, orden, sinceridad”. El joven periodista no es sincero —seguro que no se expresa así— y cree que el estilo es demostrar que sabe complicar frases. Nadie le dijo en el cole o la carrera que no hacía falta. Los vicios no son solo juveniles. Hace poco recibí esta invitación a la Feria del Libro:
Queridos amigos:

Por si podéis y queréis venir, o sabéis de alguien que quiera hacerlo, sirvan estas líneas para comunicaros que dentro de la programación de la Feria del Libro de Madrid que se está celebrando estos días en el Parque del Retiro el próximo miércoles firmaré ejemplares de mis libros.
A la tercera línea uno pierde las ganas. Qué bonito hubiera sido: “El miércoles firmaré mis libros en la Feria del Libro en el Retiro”, incluso con la repetición de “libro”, aunque hay alternativas.

Son todos ejemplos cotidianos; no he hecho esfuerzo por buscar. El problema no es solo de brevedad, sino de carácter: quien se esconde entre las palabras, disimula su carácter. La escritura revela más de lo que parece. Stephen King dice algo así: la expresión “La reunión ha sido convocada a las  siete de la tarde” es un modo cobarde de decir “La reunión es a las siete”. La pasiva refugia, es de miedicas.


Una escritura buena y personal puede serlo de muchas maneras. Pero la redacción también tiene límites. El español cuida mal esos límites. El problema para el país es más grave de lo que parece: escribir es definir el pensamiento. Los textos espesos reflejan esa falta de claridad. Si una página se carga rápido pero debo leer despacio para entenderla, no es progresar. 

[Foto:  Cristina Redondo - fuente: www.jotdown.es]

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