Desde las noticias sobre terremotos, la palabra pasó a las informaciones sobre la epidemia, y de ahí al abuso
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Unos trabajadores caminan frente a una construcción el 16 de septiembre de 2020 en Wuhan (Hubei). |
Escrito por ÁLEX GRIJELMO
Algunas palabras
saltan como pulgas de periódico en periódico, de micrófono en micrófono. Hace
años, los verbos “tumbar” o “apostar” aparecían cada dos por tres. Ahora los ha
sustituido a la cabeza de lugares comunes su compañero “arrancar”, y ya todo
arranca (menos los coches, que se ponen en marcha). Se puede reseñar asimismo
el inconmensurable éxito de la locución “a día de hoy”, muletilla y aparente
galicismo (aujourd’hui: “hoy” en francés) que quizás se exige como requisito en
los exámenes de ingreso para diputado. No diga “hoy”, o “hasta ahora”, diga “a
día de hoy”.
El sustantivo
“epicentro” ha venido a sumarse a la retahíla de palabras insistentes. El
elemento griego epi significa “sobre”
o “encima de”: “epidermis” (sobre la piel), “epitafio” (sobre la tumba)… y
“epidemia” (la enfermedad que cae sobre un pueblo).
En la
terminología de los terremotos, “epicentro” señala el lugar que se halla sobre
el punto donde se desató el movimiento telúrico bajo la corteza terrestre. Así,
Tulaguillas puede ser un epicentro si debajo de esa localidad se produjo la
activación del seísmo.
Desde las
noticias sobre terremotos, “epicentro” pasó a las informaciones sobre otro tipo
de catástrofe: la covid-19. Así, un país o una ciudad se convierten en “el
epicentro de la pandemia”, aunque esas desgraciadas comunidades humanas no
hayan expandido la onda del virus y se tratase más bien de poblaciones que la
recibían desde otro sitio. Pero bueno, aceptemos que esta figura retórica
ofrece un valor expresivo para dar a entender que el virus se concentró en un
punto determinado.
Y de estos usos
han venido los abusos, ya menos originales. Por ejemplo, se ha llegado a
señalar en distintos medios que el excomisario Villarejo era “el epicentro de la
trama” que pretendía hacerse con las pruebas de Bárcenas contra el PP. Se
supone entonces que tal red de corrupción se hallaba por debajo de algún sitio
en el que residía Villarejo.
Ese epicentro,
no obstante, va cambiando de lugar en función del medio. Unos lo residencian en
Villarejo, mientras que otros se lo adjudican a la Comisaría General de
Información. Y no falta el periódico que se lo aplica al Grupo Cenyt, “sociedad
situada en el epicentro de la veintena de piezas del caso Tándem” (macrocausa
general del asunto). Por si fuera poco, el montaje de Villarejo “ha explotado
en el epicentro del Mercado Alternativo Bursátil”, al haber sido investigada la
empresa La Finca Global Assets. Se trata, pues, de un epicentro móvil, como el
del virus.
Pero la onda
expansiva de esta palabra alcanza otros territorios. Así, Fuerteventura es el
epicentro de los bulos que vinculan inmigración y coronavirus; Oviedo será el
epicentro del Xacobeo en Asturias; el complejo de
Canalejas es
el nuevo epicentro del lujo en Madrid; se abre Gallery Weekend, “el epicentro del arte
contemporáneo”, y en una radio hablan del metro como “epicentro de los
contagios”; es decir, un paradójico epicentro subterráneo que, si acaso, sería
más bien un hipocentro.
Así, la humilde
palabra “centro” se está quedando inservible. Hoy en día, ser el centro de algo
carece ya de interés. O se es epicentro o no se es nada.
Por ese camino,
algunos partidos intentarán representar al epicentro político; y pronto nos
atenderán en el epicentro de salud, compraremos en el epicentro comercial y
Benzema rematará de cabeza un epicentro. A ver cómo hacemos para que nada de
esto nos desepicentre de lo que significa epicentro.
[Foto:
GETTY IMAGES – fuente: www.elpais.com]
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