Si no fuera por ella, el pasado no existiría. No, desde nuestro presente. Porque dice el diccionario que Fantasía  es la facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes  las cosas pasadas o lejanas. ¡Qué cosas! Quién no hubiera dicho que eso  es imaginación.
Así pues, fantaseamos con los primeros humanos que poblaron la tierra  hace millones de años. Les ponemos caras, los vestimos, les damos voz…  Los cobijamos en cuevas, se las adornamos con pinturas, les fabricamos  herramientas. Les dotamos de sentimientos. Les enseñamos a cazar. Les  enseñamos a escribir y a cultivar la tierra. Y así, fantaseando,  explicamos cómo hemos llegado a ser lo que hoy somos.
Sí, puede que la RAE tenga razón y la fantasía sea eso, imaginar un pasado.  Anclada a un pasado lejano se encontraba también la literatura que leía  Alonso Quijano. Esas novelas de caballerías que le hicieron enloquecer y  le convirtieron para siempre en Don Quijote, pobre loco que se volvió  cuerdo cuando la fantasía se esfumó. Solo Gustave Doré fue capaz de  devolverle el sueño. Y gracias a Cervantes y a su fantástico Quijote hemos podido soñar nosotros también con Amadís de Gaula y Tirant lo Blanc.
Fantasía quiso ser la falsa moral del dios Disney, que disfrazó a un  ratón de aprendiz de mago y le hizo bailar con una escoba. «Moraleja»,  escribió después, y le robó esa libertad que dan los sueños y la  imaginación. Después del ratón, aprisionó a Cenicienta y a Blancanieves y  a la Bella Durmiente, y las casó con príncipes azules que las hicieron  felices en castillos de cristal. Menos mal que los sueños de nuestros  hijos las rescataron de su jaula y las soñaron libres. Porque eso es la  libertad: la fantasía eterna del hombre.
Michael Ende llamó Fantasía al reino de la Emperatriz Infantil  amenazado por la Nada. Y allí nacieron Bastian, Atreyu y Fújur para  recorrerlo en rojo y verde, cuando aún no sabíamos nada de tipografías  ni de sus leyes, en una Historia interminable. Ende usó la llave de la fantasía para abrir la puerta de la realidad. Porque para encontrar lo real antes hay que haber pasado por lo fantástico. ¿No somos acaso el sueño de un demiurgo? ¿No seremos los Bastian, Atreyu y Fújur de un Ende celestial que nos imagina?
¿Y Dios? Qué mayor fantasía que la necesidad de creer en algo. La  necesidad de saber de dónde venimos y adónde iremos. ¡Cómo se explica si  no, la religión! Fantasía multitudinaria que guía el mundo y lo castra o  lo eleva, según creamos en el sueño o no.
Qué sería de nosotros sin fantasía. Cómo avanzar sin sueños, sin  pegasos, sin hadas buenas que nos cuenten cuentos por la noche. Cómo  convertir una caja de cartón en una carroza. Cómo hacer que un palo sea  el instrumento mágico que transforme al hombre en rana o a la rana en  príncipe. Qué sería de nosotros sin imaginar dragones y brujas. Cómo  entender el miedo. Drácula, Nosferatu, Barba Azul, Frankenstein, Annie  Wilkes, Carry… quizá no sean solo personajes de ficción. Si cierras los  ojos y los ves, ¿no sigues temblando?
La fantasía da nombre a joyas de imitación y al pavoneo altanero de  quien se cree superior sin serlo. Es una mentira. Pero la mentira nos  divierte. Solo así somos ricos y poseemos mansiones. Solo así besamos al  más guapo antes que la reina del baile y perdemos 30 kilos solo con  leer el anuncio de Natur House. Falso. Es falso. ¡Pero qué fantástico  sería si se hiciera realidad!
La fantasía es también música. Notas que te envuelven y juegan en tus  oídos, compás loco que te hace soñar, que se divierte con el ritmo y se  lo inventa. Así lo imaginaron Bach y Chopin.
Con música salvó Sisa a sus héroes fantásticos. «Benvinguts, passeu,  passeu», les dijo, y ellos vinieron. A los demás, también nos invitó a  entrar. 
«També pots venir si vols.
T’esperem, hi ha lloc per tots.
El temps no compta ni l’espai…
Qualsevol nit pot sortir el sol.»
T’esperem, hi ha lloc per tots.
El temps no compta ni l’espai…
Qualsevol nit pot sortir el sol.»
Yo acepté la invitación y aquí estoy con todos ellos, planeando un viaje a ese lugar más allá del arcoíris. Judy Garland nos presta su mansión. Mortadelo, Filemón, Zipi y Zape, la Momia, Romeo y Julieta, Supermán, el Duende Verde, Pulgarcito, el Chupacabras, el Sacamantecas, Dorothy, Espantapájaros, el Hombre de Hojalata, el León miedoso, la cura del Sida, la teletransportación, el primer amor que ni fue amor ni fue nada, el fin del hambre en el mundo, mi padre aún vivo besándome al saber que iba a ser abuelo por primera vez, la escalera al cielo de Led Zeppelin, el Comando G, Marco, Heidi, Yungo y su saltamontes verde…
Si no te apetece entrar, por favor, quédate fuera y no molestes.
[Fuente: www.yorokobu.es]
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