Durante décadas se han buscado en silencio y de manera diligente los millones
de libros robados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero esta
búsqueda ha sido ignorada en gran medida, incluso cuando la pesquisa de obras
de arte perdidas acapararon los titulares. Los libros robados pocas veces
tienen el mismo atractivo que las pinturas robadas, las cuales con frecuencia
son obras maestras valuadas en millones de dólares.
Sin embargo, recientemente y con poca
fanfarria, se ha intensificado la búsqueda de libros, promovida por
investigadores de Estados Unidos y Europa que han desarrollado un plan de
acción por géneros a fin de seguir la pista de los libros robados, muchos de
los cuales aún se encuentran en los estantes de las bibliotecas por toda
Europa, ocultos a plena vista.
En este trabajo han sido de gran ayuda los archivos recién abiertos,
internet y una cantidad cada vez más grande de bibliotecarios europeos que,
según los investigadores, han tenido como prioridad esas búsquedas.
“La gente ha ignorado el asunto durante
mucho tiempo”, comentó Anders Rydell, autor del libro The Book Thieves: The Nazi
Looting of Europe’s Libraries and the Race to Return a Literary Inheritance,
“pero no creo que pueda seguir haciéndolo”.
La tarea que está por delante sigue
siendo titánica. Por ejemplo, se sospecha que casi una tercera parte de los 3,5
millones de libros de la Biblioteca Central y Regional de Berlín fueron robados
por los nazis, según Sebastian Finsterwalder, investigador de procedencias de
la biblioteca.
No obstante, los investigadores
mencionan que hay señales de que están cerca de tener avances significativos en
el proceso de restitución.
Por ejemplo, de acuerdo con los
investigadores, en los últimos diez años, las bibliotecas de Alemania y Austria
han devuelto treinta mil libros a seiscientos propietarios, herederos e
instituciones.
Patricia Kennedy Grimsted del Instituto de Investigación Ucraniano en la Universidad de Harvard es una
de las principales investigadoras en el rastreo de los millones de libros que fueron robados por los nazis.
Foto: Biblioteca Científica Central Yakub Kolas de la Academia Nacional de Ciencias de Bielorrusia
Sin embargo, estas cifras por sí solas casi nunca hacen justicia a lo que puede significar para una familia un solo tomo de historia o literatura judía devuelto, o incluso algún libro más mundano.
El año pasado, la biblioteca de la
Universidad de Postdam, en Alemania, devolvió un importante libro del siglo XVI
a la familia de su propietario, un hombre asesinado en 1943 en un campo de
concentración. El libro, escrito por un rabino en 1564 y robado más tarde,
explica los fundamentos de los 613 mandamientos de la Torá. El nieto del
propietario lo identificó de una lista de obras robadas que se había publicado
en internet. Después, él y su padre, un sobreviviente del Holocausto, viajaron
de Israel a Alemania para recuperarlo.
Berl Schor, de 91 años, y su hijo, David, de 52, revisando un libro del siglo XVI alguna vez propiedad del padre de Berl, quien murió
en un campo de concentración. Fue regresado por una universidad alemana después de que David Schor lo vio en línea. Foto: Corinna Kern
en un campo de concentración. Fue regresado por una universidad alemana después de que David Schor lo vio en línea. Foto: Corinna Kern
Corinna Kern Foto:
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Patricia Kennedy Grimsted, investigadora principal adjunta en el Instituto de Investigación Ucraniano de la Universidad de Harvard y una de las expertas más destacadas del mundo sobre las bibliotecas y los archivos saqueados durante la Segunda Guerra Mundial, mencionó que su trabajo en el rastreo de los libros perdidos ha avanzado de manera considerable desde 1990. Ese año, descubrió diez listas de artículos robados de las bibliotecas de Francia por el Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg, un cuerpo especial comandado por el ideólogo nazi Alfred Rosenberg. Este grupo especial saqueó más de seis mil bibliotecas y archivos en toda Europa pero dejó registros detallados que han resultado ser invaluables para rastrear lo que se robaron.
En años recientes, se han
publicado en internet cientos de miles de registros de ese cuerpo
especial y de otras fuentes, lo cual es parte de una labor de la Conferencia
sobre Reclamaciones Materiales Judías contra Alemania, la Organización Mundial
de Restitución a los Judíos y otros organismos para allanar el camino a los
investigadores, las bibliotecas, los museos, los historiadores y las familias
que siguen el rastro de las obras.
Los nazis les robaban principalmente a
las familias, las bibliotecas y las instituciones de los judíos, pero también
saqueaban a los masones, los católicos, los comunistas, los socialistas, los
eslavos y los detractores del régimen nazi. A pesar de que al principio algunas
bibliotecas fueron destruidas y algunos libros fueron quemados por los nazis,
posteriormente transfirieron muchas de las obras a las bibliotecas que
pertenecían al Instituto para la Investigación de la Cuestión Judía, el cual
fue establecido en Frankfurt en 1941 por ese grupo especial.
“Esperaban utilizar los libros después
de ganar la guerra para estudiar a sus enemigos y su cultura a fin de proteger
a los futuros nazis de los judíos que eran sus enemigos”, señaló Grimstead.
Archivos fotográficos Yad Vashem
Después de la guerra, la unidad de Monumentos, Bellas Artes y Archivos del Ejército de Estados Unidos, mejor conocida como los Hombres de los Monumentos y famosa por haber devuelto obras de arte robadas, también salvó millones de libros. Esta unidad del ejército procesó casi tres millones de libros y manuscritos, los cuales fueron enviados de vuelta principalmente a sus países de origen.
Archivos fotográficos Yad Vashem
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Los investigadores aseguraron que muchos de los demás libros robados
ahora están en Rusia donde, todavía resentidos por sus propias pérdidas durante
la guerra, los rusos se han negado a devolver los artículos que les quitaron a
los nazis.
“Robaron millones de libros saqueados
por los nazis que ahora están en bibliotecas que van desde Moscú hasta
Vladivostok”, señaló Grimstead. “Muchos están ahora en Minsk, pero los rusos se
niegan a hacer algo. En Bielorrusia, se habla de posibles intercambios de
libros con Alemania, pero no ha pasado nada”.
En Alemania, la Biblioteca Central de
Berlín creó una base de datos en 2012 para ayudar con las labores de
restitución. Los investigadores de ahí analizaron cien mil libros y
descubrieron que veintinueve mil habían sido robados y que aún tenían alguna
indicación que identificaba a su propietario anterior. Sin embargo, localizar a
esos propietarios es una segunda tarea que implica un intenso trabajo.
“Tenemos un pequeño equipo de
investigadores y, desde que comenzamos hace diez años, hemos devuelto
novecientos libros a veinte países”, comentó el investigador Finsterwalder.
“Miles de libros fueron marcados por los
nazis con la letra “J”, por Judenbücher (libros
judíos)”, comentó. “Estas letras fueron borradas después de la guerra y
sustituidas por la letra G, de Geschenk (regalos)”.
En total, las bibliotecas de Alemania
han devuelto cerca de quince mil libros desde 2005, afirmó Maria Kesting,
investigadora de procedencias en la biblioteca del Estado y en la Universidad
de Hamburgo. “He devuelto libros a unos 360 herederos, propietarios e
instituciones en Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Israel, Sudáfrica,
Francia y otros países”, afirmó.
Desde 2008, la Fundación Alemana para el
Arte Perdido, financiada por el gobierno federal, ha proporcionado 5,6 millones
de dólares para investigar la procedencia de libros “y artículos relacionados”
en las bibliotecas alemanas. La fundación publica en su base de datos las
descripciones de los libros con fotografías cuando no puede localizar a los
propietarios o a sus herederos.
Museo Técnico de Viena
Markus Stumpf, quien investiga procedencias de libros en la Biblioteca de la Universidad de Viena, mencionó que cerca de quince bibliotecas austriacas han devuelto al menos quince mil libros desde 2009.
“La parte más difícil de este trabajo es el rastreo de los propietarios
o de sus descendientes”, comentó. “Algunos son fáciles. Otros tardan años si no
hay herederos. En muchos libros, las placas de identificación, los sellos o los
nombres han sido arrancados. En ocasiones, los nombres son ilegibles”.
“Algunas veces”, continuó Stumpf, “es difícil decidir quién recupera el
libro si hay un libro y cinco miembros de la familia. En un caso relacionado
con un libro, encontramos que un miembro de la familia vivía en Estados Unidos
y otro en Alemania. Uno no sabía de la existencia del otro, pero se comunicaron
y decidieron que el miembro de la familia que vivía en Alemania se quedara con
el libro”.
Finsterwalder recordó una experiencia en 2009 cuando le devolvió un
libro a un hombre que había sobrevivido al campo de concentración Bergen-Belsen
cuando era adolescente y emigró a California. Su maestra le había dado ese
libro de actividades infantiles como regalo de Janucá.
Este sobreviviente del campo de concentración, que no había querido
relatar sus experiencias durante la guerra, empezó a dar conferencias a
estudiantes de bachillerato.
“El hecho de recuperar el libro”, comentó Finsterwalder, “lo cambió por
completo”.
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