La raqueta de McEnroe
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Es sabido que hay autores que, con el tiempo y la filmografía, tienen tras de sí sendas multitudes de admiradores y hordas de detractores. Yorgos Lanthimos las consiguió con su primer estreno, Canino (Kynodontas, 2009), a partir del cual se derivó, para deleite de unos y desesperación de otros, no solo una carrera tan atractiva como sólida sino también una tendencia en el cine griego. De todo ello hablamos ampliamente en el dossier publicado hace unos meses en esta revista.
Para aquellos que no le conocieran previamente, Pobres criaturas (Poor Things, 2023) fue también otro descubrimiento. La acidez de la propuesta, un humor más asequible que en la filmografía previa y una producción de lujo llamaron la atención de un público mucho más amplio… Pero, ya se sabe. El péndulo invierte su oscilación y la cinta de Emma Stone, Mark Ruffalo y Willem Dafoe sentó mal a cierta crítica que se consideró traicionada por una obra comercial a la que no solo ellos podían acceder, y encontraron en la historia de Bella Baxter numerosos inconvenientes que no lo habían sido tanto mientras Lanthimos era un director reservado y degustado por una minoría. Es, por ello, que la nueva propuesta del director griego sea recibida no solo con aplausos sino también con silbidos. Abucheo que también provendrá de entre las huestes de espectadores que gozaron con las aventuras sexuales de Bella Baxter y su buen humor y que ahora chocarán, como pobres criaturas, de frente, con el Lanthimos de antaño, con su humor absurdo y negro, con sus personajes despreciables o incomprensibles y con sus sádicos rituales.
Según cuenta en las entrevistas, Lanthimos estaba interesado en mostrar distintos tipos de amor, aprecio o cariño, especialmente en aquellas situaciones en las que la interpretación de dicho concepto va más allá de los límites socialmente aceptados. Junto a su guionista de cabecera Efthimis Philippou, con el que elaboró la obra anterior a La favorita (The Favourite, 2018), desarrolló tres historias que vincula temáticamente y recurriendo a la repetición de actores en cada una de ellas, en la piel de distintos personajes (parece ser que la primera opción era un único actor, Jesse Plemons, encarnándolos a todos ellos, pero se descartó por excesivamente confusa).
Kinds of Kindness se articula pues sobre tres historias. La primera, La muerte de R.M.F., viene a ser la más cercana al canon Lanthimos, teniendo a Plemons (un inmenso actor) como un empleado cuyo jefe y amigo (Dafoe) le construye el día a día, obligándole a acciones insólitas que afectan su vida más íntima y compensándole con disparatados obsequios como, por ejemplo, la raqueta deformada en un acto de rabia por John McEnroe, que aceptará con entusiasmo. El episodio es un largo mediometraje y triunfa en su presentación de un amor tan dominante como obsceno en su posesión y maltrato del otro, o en la devoción masoquista del segundo por el primero. El humor áspero de los griegos se luce en este relato construido sobre los rituales que Raymond debe obedecer para satisfacer a su amigo y que, como descubrirá, establecen el orden en todo su mundo. Es este sentido del humor que hace insólito el relato y que anima a la risa pese a la sensación de abocarnos, como a su personaje principal, a un mundo sin elección posible. Es por ello que tuve la sensación de que el segundo episodio choca con el primero, dado que el intermitente humor absurdo (genial la visualización de un vídeo casero porno para recordar los buenos viejos tiempos en un contexto de tragedia) va siendo tragado por la oscuridad de la trama, la deriva de un personaje tierno que ve en su esposa, recuperada tras un naufragio, una impostora y que la fuerza a actuar, masoquistamente, para que sea como él desea. Plemons se luce de nuevo en un personaje que combina el patetismo con la tragedia y que podría constituir un episodio de American Horror Story.
El tercer episodio, R.M.F. come un sándwich, es, posiblemente, el que más chirria en el conjunto. Mientras los dos primeros cierran la historia perfectamente, la truncada búsqueda de una mujer elegida por parte de unos miembros de una secta se queda corta para todas las diversas tramas que contiene y que incluyen, de nuevo, sometimiento, rituales, abusos varios, acciones y muertes estúpidas, todas ellas bajo el prisma misantrópico de un Lanthimos que mira a sus criaturas con menosprecio, aunque con mucha atención.
Kinds of Kindness nos devuelve, para el placer de unos y el odio de otros, al cine más clásico de Lanthimos y, si bien la satisfacción no es absoluta (tal vez resultado de la combinación de historias, como sucede en tantas cintas de episodios), es otra notable obra de su autor que revela su visión del amor y de la vida en general: un conjunto de situaciones absurdas y decisiones equivocadas, resultado de una obsesión por sentirnos amados o escuchados. Posiblemente, el destino fatal de las dos gemelas del tercer episodio esta idea revela con sarcasmo y de manera rotunda … Y, sí, R.M.F. puede comerse el sándwich finalmente.
[Fuente: www.miradasdecine.es]
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