CARMEN DEL EMERO, Bolivia —
En este remoto poblado indígena boliviano se aplica la misma regla desde hace generaciones: los líderes pueden reelegirse solo una vez. Después deben permitir que alguien más asuma el poder.
Así que a Nelo Yarari, líder de Carmen del Emero, una comunidad de indígenas tacanas de la Amazonía boliviana, le sorprendió que el presidente Evo Morales anunciara su candidatura para contender por un cuarto periodo al frente del país a partir del próximo mes.
La constitución de Bolivia le prohíbe hacerlo y Morales perdió hace dos años un referendo que podría haberle permitido postularse de nuevo. En vez de darse por vencido, recurrió a los tribunales, que se encargaron de desechar los límites establecidos para el mandato presidencial en ese país.
Un aspecto en especial enfadó a Yarari: cuando se convirtió en el primer dirigente de origen indígena de Bolivia, Morales se comprometió a defender los valores de los pueblos nativos desde el palacio presidencial.
Al pretender participar en la contienda para asegurar un cuarto mandato, Morales contraviene un principio básico de los tacanas: compartir el poder. Además, ha promovido la extracción de petróleo y gas en áreas protegidas y ha propuesto presas hidroeléctricas que requerirían desplazar a algunas comunidades nativas.
“Aquí no lo consideramos indígena”, afirmó Yarari. “Nos ha dado la espalda”.
Con elecciones programadas para el 2019, la posibilidad de una presidencia sin límites ha causado mayor inquietud en América Latina, donde cada vez más factores parecen amenazar a la democracia.
Así que a Nelo Yarari, líder de Carmen del Emero, una comunidad de indígenas tacanas de la Amazonía boliviana, le sorprendió que el presidente Evo Morales anunciara su candidatura para contender por un cuarto periodo al frente del país a partir del próximo mes.
La constitución de Bolivia le prohíbe hacerlo y Morales perdió hace dos años un referendo que podría haberle permitido postularse de nuevo. En vez de darse por vencido, recurrió a los tribunales, que se encargaron de desechar los límites establecidos para el mandato presidencial en ese país.
Un aspecto en especial enfadó a Yarari: cuando se convirtió en el primer dirigente de origen indígena de Bolivia, Morales se comprometió a defender los valores de los pueblos nativos desde el palacio presidencial.
Al pretender participar en la contienda para asegurar un cuarto mandato, Morales contraviene un principio básico de los tacanas: compartir el poder. Además, ha promovido la extracción de petróleo y gas en áreas protegidas y ha propuesto presas hidroeléctricas que requerirían desplazar a algunas comunidades nativas.
“Aquí no lo consideramos indígena”, afirmó Yarari. “Nos ha dado la espalda”.
Con elecciones programadas para el 2019, la posibilidad de una presidencia sin límites ha causado mayor inquietud en América Latina, donde cada vez más factores parecen amenazar a la democracia.
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Niños asisten a
clases en la comunidad tacana de San Miguel, Bolivia.
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Morales se ha esforzado mucho para permanecer en el cargo, incluso convocó una asamblea constitucional durante su primer mandato que le permitió postularse dos veces más e impulsar el referendo de 2016 que le podría haber autorizado a presentar su candidatura para un cuarto periodo presidencial.
Después de que esa estrategia fracasó por un ligero margen, el Tribunal Constitucional, en su mayoría leal a Morales, resolvió el año pasado que el presidente podía postularse de nuevo. El fundamento residía en la afirmación de que imponer límites a la cantidad de mandatos era equiparable a una violación de los derechos humanos.
Adriana Salvatierra, legisladora del partido de Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), indicó que el presidente no había incurrido en ninguna violación a la constitución ni había perdido el apoyo de los grupos nativos. Su presidencia los empodera, subrayó, porque muestra “al campesino indígena como una potencia revolucionaria”.
Opinó que, básicamente, Morales debe permanecer en el poder como un contrapeso a los líderes conservadores que van en ascenso en los países vecinos de Brasil y Chile, pues afirmó que su intención es eliminar los avances logrados por los pobres.
“Evo Morales es el único capaz de garantizar crecimiento económico, estabilidad y fuentes de trabajo”, dijo.
De hecho, Morales ha tenido muchos logros en esos temas y ha logrado mantener a flote la economía boliviana, a pesar de que Brasil y otras naciones de la región se sumieron en una recesión tras el desplome de los precios de las materias primas. No obstante, estos motivos no son suficientes, ni siquiera para muchos de los antiguos partidarios de Morales.
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Sandro Quiton,
tacana de San Miguel. Los residentes se oponen a la propuesta de la presa,
pues temen que
sus tierras se inunden y provoque su desplazamiento.
“Nuestro
presidente ha violado la constitución; independientemente de que haya
tenido o no un buen desempeño, se trata de la constitución”, aseveró
Yarari, líder de Carmen del Emero.
Los tacanas tomaron la noticia de la primera elección de Morales como una victoria propia y como una prueba de que, por fin, el gobierno nacional comenzaría a tener presencia en ese distante pueblo, enfatizó. Muy pronto, el gobierno comenzó a recaudar impuestos en Carmen del Emero. Los tacanas deben pagar por los caimanes que cazan y la madera que recolectan. Por desgracia, nunca recibieron servicios del gobierno. La escuela del pueblo se construyó hace cuarenta años y el centro de salud tiene treinta años de antigüedad, pero ninguno ha recibido mantenimiento, señaló Yarari. Cuando las inundaciones afectaron al poblado en 2014 y lo dejaron cubierto de lodo durante meses, quien vino a ayudar fue la Cruz Roja, dijo el líder. Río arriba del cauce del Beni se encuentra San Miguel, que se manifestó en contra de Morales por las presas hidroeléctricas propuestas. Si se construyen, podrían inundar regiones cercanas al Parque Nacional Madidi, al noroeste de Bolivia, considerado uno de los lugares más importantes del mundo en cuanto a biodiversidad.
Los
tacanas se enfrentaron durante años a los gobiernos anteriores por este
proyecto, y quedaron sorprendidos cuando Morales comenzó a promoverlo.
En junio, el grupo indígena envió una pequeña flota de canoas río arriba
para bloquear el río, con la intención de mantener a los ingenieros
fuera del sitio.
El propósito del proyecto de presas es abastecer de electricidad a Brasil, pero no a los pueblos de esa área de la Amazonía, como San Luis Grande. Esto hizo enojar a Triniti Tayo Cori, líder del pueblo tsimané. |
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Vista del río
Quiquibey desde la comunidad tsimané de San Bernardo en la Amazonía boliviana.
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“Gracias a nuestro propio esfuerzo, el pueblo ahora tiene luz: compramos un generador, compramos cables, compramos focos”, dijo Tayo Cori al describir algunas acciones recientes para instalar alumbrado público tras varios años de pedirle al gobierno que lo hiciera.
Yerko Ilijic, abogado y politólogo boliviano, comentó que Morales basa sus cálculos en los votos: los grupos pequeños, como los tacanas y los tsimanés, no son prioridad.
“Cuando eres político, ¿con quién negocias?”, preguntó Ilijic. “Negocias con quien tenga las cifras más grandes”.
Ilijic explicó que, al parecer, Morales se ha aliado con algunos de los intereses de los terratenientes que antes combatió. En septiembre autorizó una ley que permite emplear bioetanol como aditivo en la gasolina boliviana, lo que fue visto como un favor para la industria azucarera. Las granjas que producen bioetanol desde hace tiempo han generado enojo entre los grupos indígenas porque contribuyen a la deforestación.
Algunos creen que las votaciones del próximo mes presentarán una elección difícil entre dos candidatos nada satisfactorios: Morales y Mesa. Carlos Mesa, por cierto, fungió como vicepresidente durante el gobierno de Sánchez de Lozada, el presidente acusado de ordenar la matanza de aimaras que contribuyó al ascenso de Morales al poder.
Rodrigo Quinallata, un activista aimara de la ciudad de El Alto, cerca de La Paz, promovió una campaña para impedir que Morales compitiera en más ocasiones. Quinallata asegura que continuará la lucha.
“Debemos admitir que, a fin de cuentas, alguien que viste un poncho puede ser tan corrupto como alguien que usa corbata”, sentenció.
[Fotos: Meghan Dhaliwal, salvo cuando se indica - fuente: www.nytimes.com]
Yerko Ilijic, abogado y politólogo boliviano, comentó que Morales basa sus cálculos en los votos: los grupos pequeños, como los tacanas y los tsimanés, no son prioridad.
“Cuando eres político, ¿con quién negocias?”, preguntó Ilijic. “Negocias con quien tenga las cifras más grandes”.
Ilijic explicó que, al parecer, Morales se ha aliado con algunos de los intereses de los terratenientes que antes combatió. En septiembre autorizó una ley que permite emplear bioetanol como aditivo en la gasolina boliviana, lo que fue visto como un favor para la industria azucarera. Las granjas que producen bioetanol desde hace tiempo han generado enojo entre los grupos indígenas porque contribuyen a la deforestación.
Algunos creen que las votaciones del próximo mes presentarán una elección difícil entre dos candidatos nada satisfactorios: Morales y Mesa. Carlos Mesa, por cierto, fungió como vicepresidente durante el gobierno de Sánchez de Lozada, el presidente acusado de ordenar la matanza de aimaras que contribuyó al ascenso de Morales al poder.
Rodrigo Quinallata, un activista aimara de la ciudad de El Alto, cerca de La Paz, promovió una campaña para impedir que Morales compitiera en más ocasiones. Quinallata asegura que continuará la lucha.
“Debemos admitir que, a fin de cuentas, alguien que viste un poncho puede ser tan corrupto como alguien que usa corbata”, sentenció.
[Fotos: Meghan Dhaliwal, salvo cuando se indica - fuente: www.nytimes.com]
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