La técnica de ofrecer menos datos de los disponibles, para inducir a engaño, alcanza a los actos más cotidianos del periodismo
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Atentado en Estambul con 29 muertos y docenas de heridos. |
Escrito por ÁLEX GRIJELMO
Se puede decir una
mentira sin mentir. Se puede engañar contando datos verdaderos. El truco
consiste en exponer unos hechos ciertos y, silenciando otros, inducir a una
interpretación falsa.
Cuando se da menos
información relevante de la que se tiene o se puede obtener, el público la
completará mediante unos mecanismos psicológicos en los que influyen el
contexto, las analogías, la experiencia, los recuerdos, las creencias...
Si nos cuentan de
un amigo aficionado a la velocidad y el riesgo que se ha matado en un accidente
de coche, pensaremos de inmediato que era él quien conducía. Sólo cuando nos
aclaren que viajaba en el asiento trasero saldremos del error. Y si nadie nos
precisa eso, asumiremos sin dudar la creencia equivocada.
La técnica de
ofrecer menos información de la que se tiene, para llevar a conclusiones
falsas, alcanza a veces a los actos más cotidianos del periodismo. Así sucede
cuando desde la Redacción central se anuncia la crónica del “corresponsal en la
zona”.
Los significados
de “zona” o “región” dependen del contexto. Hablamos de una zona de la casa o
de una zona del mundo; de una región como La Rioja o de toda la región
sudamericana. Pero en periodismo se dice a veces “la zona” para omitir el lugar
concreto donde se halla el periodista, disimular la distancia real y dar una
apariencia de cercanía con la noticia.
El pasado domingo
se cometió un atentado en Egipto (murieron al menos 23 personas) y un locutor de radio presentó así al
compañero a quien dio paso: “Informa nuestro corresponsal en la zona”. Esa zona
tenía un radio de unos 400 kilómetros, porque se trataba del corresponsal en
Jerusalén. En otras ocasiones ocurre algo en un país de América Latina y el
corresponsal radicado en México o Buenos Aires se hallará quizás a unos 5.000
kilómetros del suceso y será también “corresponsal en la zona”.
Al oír eso, el
público entenderá “zona” como el entorno más inmediato de los hechos y supondrá
al periodista sobre el terreno, quizá porque ésa es la imagen que se ha
configurado hasta ahora en su mente sobre el trabajo de los reporteros.
El 11 de marzo de 2011, cuando se desató el tremendo terremoto de Japón, una cadena de televisión también dio
paso a su “corresponsal en la zona”. Pero la periodista se encontraba en Pekín
(eso se ocultó), a unos 2.000 kilómetros del seísmo. Ahora bien, el presentador
no dijo ningún dato falso. Ésa es la zona que llamamos Oriente.
Recorrer el lugar
del suceso, describir lo que se ve y obtener testimonios directos no queda al
alcance del corresponsal en la zona, sino del periodista que sí está en ese
lugar. La crónica que elabore desde otro país cercano apenas se diferenciará de
la que podría ofrecer desde Barcelona o Madrid; y por eso se silencia ese dato,
para que el público imagine al informador donde no se halla.
Ahora bien, los
corresponsales en la “zona” o en la “región” suelen conocer muy bien las
fuentes y la situación política de los países de su entorno. Tal vez se diera
más valor a esas crónicas si fuesen presentados como el “especialista de la
emisora en Oriente Próximo”, o como el “entendido en temas latinoamericanos”...
y fórmulas similares. La opción “nuestro corresponsal en la zona” puede derivar
en engaño. Y los medios deben huir siempre de las trampas, incluidas las que
parecen pequeñas.
[Foto: OZAN KOSE AFP PHOTO – fuente: www.elpais.com]
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