Ricardo Piglia acaba de publicar Los años felices, el segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi, que recorre el período que va de 1968 a 1975. Como con Años de formación, el primer tomo, que apareció en septiembre de 2015, en sus notas, el autor piensa
las películas que vio, los libros que leyó, las mujeres que amó, los
bares y los amigos que frecuentó -a menudo estos dos universos se
piensan como uno solo: si no es en soledad, es siempre con los amigos
con los que deja pasar el tiempo en los bares.
En
el Diario que corresponde al año 1969, leemos: “Creo que eso fue lo que
me fascinó en la posibilidad de escribir un diario. Anotar en un
cuaderno mi vida para que lo lea una mujer. Así, mi primera historia de
amor marcó toda mi vida”.
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Los diarios de Emilio Renzi |
Los
amigos que más frecuenta son David e Ismael Viñas, Andrés Rivera, León
Rozitchner, Francisco Paco Urondo y Jorge Álvarez. Aunque también
aparecen por momentos los nombres de Manuel Puig, Rodolfo Walsh y
Virgilio Piñera.
Su
obsesión literaria lo hace pensar todo el tiempo en lo mismo: futuros
cuentos y novelas que esboza a cada momento, con los cuales sueña en
ocasiones, y lecturas que debe completar cuanto antes. Todo en su vida
parece girar alrededor de la literatura. Emilio Renzi es el álter ego de Ricardo Piglia. Como dije en la reseña que escribí para Colofón Revista Literaria en 2015,
el nombre completo del autor esconde el enigma sobre el cual se
construyen estos diarios: Ricardo Emilio Piglia Renzi. Uno de los
grandes problemas de la literatura –sino el más grande– puede resumirse
en una sola pregunta: ¿quién enuncia?. El juego de espejos recorre estos
diarios, pasando de una voz a otra, al punto de hacernos sentir que ya
no importa si es Piglia o Renzi quien dice lo que dice. Lo cierto es que
tras la publicación de estos cuadernos de notas, ya no puede leerse de
la misma forma la obra de Ricardo Piglia. Estos diarios modelan el
material conocido hasta hoy.
Este
segundo tomo comienza con un relato: “En el bar”. Allí, Renzi, acodado
en la barra del bar El Cervatillo, le habla al barman, y le dice: “Una
vida no se divide en capítulos (…) los diarios solo obedecen a la
progresión de los días, los meses y los años. No hay otra cosa que pueda
definir un diario, no es el material autobiográfico, no es la confesión
íntima, ni siquiera es el registro de la vida de una persona, lo
define, sencillamente (…), que lo escrito se ordene por los días de la
semana y los meses del año. Eso es todo (…)”. Como dice Renzi, solo es
cuestión de “crear una serialidad fechada”. De este modo, “(…) si uno
publica esas notas según el calendario, con su nombre, es decir, si
asegura que el sujeto que está hablando, sujeto del cual se está
hablando y el que firma son el mismo, o, mejor dicho, tienen el mismo
nombre, entonces es un diario personal. El nombre propio asegura la
continuidad y la propiedad de lo escrito”. Y solo eso. Ya que “(…)
hablar de escrituras del Yo es una ingenuidad, porque no existe el yo al
que esa escritura –o cualquier otra- pueda referir (…) El Yo es una
figura hueca, hay que buscar en otro lado el sentido: por ejemplo, en un
diario el sentido es la ordenación según los días de la semana y el
calendario”. Por tanto, concluye Renzi, sus diarios seguirán otra
cronología, otro tipo de escala y periodización. Y a esta altura, ya
poco importa si es Renzi o es Piglia, lo cierto es que este material
autobiográfico nos muestra los hilos de toda la obra del autor de Los diarios…: las notas de Renzi nos muestran cómo ha sido tramada la obra de Piglia.
Ya
desde el título, en los dos volúmenes publicados hasta ahora se
evidencia cierta obsesión que gira en torno a los escritores de ficción,
a aquellos escritores que los escritores han imaginado para sus obras
literarias: “¿Cómo son los escritores que los escritores inventan en sus
novelas?, ¿qué hacen?, ¿en qué trabajan? El primero de esa estirpe para
mí fue Nick Adams, el joven aspirante a escritor de los cuentos de
Hemingway, luego vino el gran Stephen Dedalus, el joven esteta que mira
con desprecio al mundo –a su familia, a su patria y a la religión-
porque ha elegido ser un artista y no sabemos si lo logró porque Joyce
lo deja al final de la noche del Ulysses caminando medio borracho
por Dublín, con Leopold Bloom, que lo lleva a su casa con la intención
secreta de adoptarlo como a un hijo (y también perversamente como el
amante de Molly, su espléndida mujer). Hay una serie ahí que yo leí con
fervor, como si fuera mi propia vida (…) La lista sigue y yo estoy a
medio camino de intentar una galería o una enciclopedia de la vida de
los escritores imaginarios: todos parecen tener en común cierta
inmadurez, no alcanzan a ser adultos (porque no quieren)”. Quien firma
lo escrito es Renzi, un escritor imaginario. Lo más probable es que
Piglia piense lo mismo en este punto –y en todos los otros, también.
Ezequiel Gusmeroti
Para leer la reseña de Los diarios de Emilio Renzi: Años de formación pulse aquí.
[Fuente: www.colofonrevistaliteraria.com]
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