Por Graciela Melgarejo
Si todo está en los genes, como las últimas teorías científicas postulan, entonces la historia de las palabras sigue teniendo importancia, y el hecho de que las que algún vez fueron "discriminadas" por su incierto origen de clase figuren ahora en el Diccionario de la Academia prueba que ciertos conceptos se están reacomodando para bien.
A pesar de ello, pocos son los que aprecian los grandes esfuerzos que se hacen desde la Real Academia Española para adaptarse (en el sentido más darwiniano del término) a las necesidades del español, compartido por más de 500 millones de hablantes en un mundo cambiante, más cambiante que nunca solo porque ahora somos conscientes del fenómeno, y esto ocurre precisamente gracias a Internet y a las redes sociales.
Veamos este ejemplo. El 11/2, Fundéu envió la siguiente recomendación a sus suscriptores: "fe se escribe sin tilde". ¿Cómo, dirán algunos lectores, hay todavía quien escribe *fé? Pues sí. O nostálgicos o poco anoticiados, todavía son muchos los que la escriben así. Por eso, Fundéu recuerda por qué fe perdió su tilde allá lejos y hace tiempo: "El sustantivo fe se escribe sin tilde por tratarse de una palabra monosílaba. En los medios de comunicación es habitual encontrar frases como «Zekri sugiere a las autoridades francesas reforzar la seguridad en los templos donde se practica la fé islámica», «Un agente dio fé de los hechos y ordenó el traslado del cuerpo» o «Trágico accidente en Santa Fé por el choque de un auto con un micro».
Continúa Fundéu: "Tal como indica la Ortografía de la lengua española, salvo en los casos de tilde diacrítica, «las palabras de una sola sílaba no se acentúan nunca gráficamente [?]: mes, bien, sol, me, ya, son, fe, fue, vio, dio». En el caso concreto de Santa Fe, se recuerda que esta es la grafía adecuada para referirse a una ciudad y una provincia de la Argentina, así como a la capital del estado norteamericano de Nuevo México, tal como señala el Diccionario panhispánico de dudas".
[Tilde diacrítica es la que "se utiliza «a fin de diferenciar en la escritura ciertas palabras de igual forma, pero distinto significado, que se oponen entre sí por ser una de ellas tónica y la otra átona»". Por ejemplo, sí (pronombre personal, adverbio de afirmación o sustantivo), frente a si (conjunción o nota musical), o té (sustantivo 'infusión'), frente a te (pronombre o letra te); dé (forma del verbo dar), frente a de (preposición o letra de).]
Quien esto escribe recuerda haber aprendido esta regla de los monosílabos en la escuela primaria, y también recuerda que este conocimiento contrastó con el de su madre, que todavía escribía esos mismos monosílabos con tilde. Estamos hablando de muchos años atrás, por supuesto.
Claro que la lógica de la Academia no siempre conforma a los hablantes. Podríamos imaginar el siguiente diálogo, en alguna localidad de la argentina provincia de Santa Fe, alrededor de la mesa familiar. Un abuelo santafesino (o santafecino, ambas formas coexisten, pero LA NACION prefiere esta última) mira el horizonte, mientras su nieto consulta su tableta: "Abuelo, Santa Fe se escribe sin acento en la e, no como hacés vos", dice el nieto. Y el abuelo contesta: "¡Jesús, qué modernismos! ¡Esta Academia ya no sabe qué hacer con el idioma!".
[Fuente: www.lanacion.com.ar]
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