Escrito por Joaquín Vismara
Mucho antes de agarrar por primera vez una guitarra, Ezra Furman entendió que debía encarar una serie de transformaciones en pos de encontrar la versión definitiva de si mismo. Tanto en sus primeros discos al frente de The Harpoons como en su carrera en solitario acompañado por The Visions, su backing band de confianza, Furman se paseó por el indie, el folk psicodélico y el glam irreverente, y abrazó cada una de esas encarnaciones como parte de una reconfiguración construida a partir de un cancionero autorreferencial, la búsqueda espiritual y también la de su propio lugar dentro de la cultura queer.
Nacido en Chicago en el seno de una familia practicante del judaísmo, Ezra Furman no solo nunca abandonó su fe, sino que además la practicó de manera más intensiva: se volvió observante, narró el éxodo de Polonia de su abuelo ante la avanzada alemana en una de sus canciones y ordenó su vida de gira en torno a sus hábitos religiosos (siempre trata de no tocar durante el shabat y hasta contempló dejar la música para convertirse en rabino). En paralelo, su identidad de género lo convirtió en un referente involuntario de la pansexualidad. Aun sin tomar una actitud militante, Furman practica y profesa la atracción sexoafectiva sin distinción de sexo o género.
Y si Year of the Dog (2013) es su álbum centrado en su vínculo con la religión y Transangelic Exodus (2018) una fábula queer mitológica, el flamante Twelve Nudes significa una nueva búsqueda para sumar al catálogo. Por primera vez sin su colaborador Tim Sandusky a su lado (saxofonista de The Visions y productor de la gran mayoría de sus discos), Ezra Furman se despacha con la versión más iracunda de sí mismo con once canciones que destilan distorsión, urgencia y desaliño. “Quería hacer un disco de punk rock. Lo soñé durante mucho tiempo y me parecía que este era el momento indicado para hacerlo”, dice.
Me preocupaba demasiado por cómo la gente me veía a mí y a mi vida cotidiana, era una preocupación tras otra. Necesitaba esta sesión de gritos y desnudez
¿Qué fue lo que te convenció de tomar este giro?Considero que toda mi música es música soul. Y no lo digo necesariamente en el sentido de ese género musical, sino en el que cuando escuchás esas canciones podés darte cuenta de que esa gente está tocando y está cantando desde lo más profundo de su alma. Así que tuve que encontrar una manera para cantar desde mi alma, tenía que conectarme con ella para hacer un disco nuevo. Últimamente, mi alma estuvo en un lugar lleno de ira, miedo, agresión y negatividad, y eso es sobre lo que ella quería hablar, y yo solo tuve que seguirla.
¿Cómo explicarías el título? Hace alusión a 12 desnudos, pero son 11 canciones.Uno de esos desnudos es un poco más tímido y privado y por eso no está en el disco. (piensa) Me gustan las cosas cuando son desparejas, que no puedas tenerlo todo sin tener que esforzarte un poco. Es como si hicieras una broma en una escuela y soltaras tres chanchos numerados 1, 2 y 4... te la pasarías buscando al tercero. Creo que tenés que hacer que la gente pierda el equilibrio. Siento que le estoy gastando una broma al mundo y mi público vendría a ser el director de esa escuela.
¿Creés que tu público está esperando que les gastes una broma?No sé si lo están esperando, pero es lo que se merecen (se ríe). Es muy loco tener un público propio. Una gran parte de mí está agradecida por ello. Si sos un intérprete, dependés del público. Si les gustás, lo estás haciendo bien. Si te odian, sos un fracaso, entonces empezás a desarrollar un poco de resentimiento. ¿Cómo es posible que ustedes tengan tanto poder? Se dan al mismo tiempo una lucha de poder y una relación amorosa.
Es la primera vez que trabajás sin Tim Sandusky. ¿Sentís que su ausencia influyó en el resultado final del disco?Sí, pero quería que fuera diferente. Hicimos las cosas más rápido, no las pensamos demasiado. Si me das una guitarra y me decís que toque algo, seguramente lo haga en la manera en la que lo hago en este disco, de una manera rápida e intensa. En este disco estamos siguiendo nuestros instintos animales. Twelve Nudes se llama así también porque estuvimos vestidos tanto tiempo y ahora no sé, no me importa cómo nos presentamos a nosotros mismos. Me acompañan muchos de los mismos músicos pero la banda no tiene nombre y no podría importarme menos sobre cómo me ven los demás. Pasé mucho tiempo preocupándome sobre cómo me veo para los demás y este es un buen momento para desnudarse. Podés estar desnudo y avergonzado, o podés estar orgulloso. Podés ser hermoso o patético, están todos esos aspectos de la desnudez al mismo tiempo.
¿Antes estabas pendiente de eso?Lo veía bastante, sí. Me preocupaba demasiado por cómo la gente veía tanto a la banda como a mí y mi vida cotidiana. Si parecía demasiado raro, si me estaba vistiendo de manera femenina o no, si lo estaba haciendo con demasiada frecuencia… era una preocupación tras otra. Si había alguien mirándome o si había alguien riéndose de mí. Necesitaba esta sesión de gritos y desnudez.
¿Creés que también influyó cómo se ampliaron las nociones de género en estos últimos años?No sé. Quizás muchas más personas están acostumbradas ahora, pero todavía te topás con gente que se ríe, te señala y es cruel y dañina. Por más que ahora haya un 80 por ciento de gente que dice “bien por vos, me alegro, hacé lo que tengas ganas”, ni puedo escucharlos porque escucho más alto al que dice “¿Qué estás haciendo? Esto es estúpido y vos sos un ridículo”. No sé, creo que toda esa positividad es buena y suma, pero no ayuda a sanar las heridas profundas, o que los disidentes de género tengamos que lidiar con ese mundo o ser asesinados.
Tenés un vínculo bastante fuerte con la religión. ¿De qué manera lográs que eso se vincule con tu manera de vivir la sexualidad?Me siento afortunado de estar en un tiempo y en un lugar en el que la comunidad judía no me rechace ni tenga prejuicios conmigo. Vivo en California y es así, pero en el último tiempo te podés encontrar con lugares que no son precisamente queer inclusive. Llevar la cultura queer al judaísmo es una cosa hermosa de realizar. No sé, supongo que hay mucha fricción cultural, mucho conflicto entre esos dos mundos, pero siento que ideológicamente tienen bastante sentido juntos, porque los judíos son una minoría que lucha por su propia definición y trascendencia en el mundo, el sueño de un mundo mejor, y eso se relaciona bastante con ser queer. La tradición judía siempre fue una contracultura, en cierto modo, y lo mismo corre para el mundo queer. Obviamente tienen sus matices y diferencias, pero se parecen en eso, y son una voz diferente.
Alguna vez dijiste que en tus discos anteriores eras una versión en dibujos animados de vos mismo. ¿Cómo definirías tu versión actual?Un guitarrista sabe que cuando quiere amplificar su sonido, se distorsiona. Cuando tratás de amplificarte a vos mismo, te hacés conocido o famoso, porque eso es de lo que mi trabajo depende en cierto modo, y tenés que distorsionarte un poco. Mientras más grande la imagen, más te distorsionás. También es muy cuando ves una foto tuya de hace un par de años cuando estabas de otra onda y la usan para publicar un show diciendo “esta es la persona que viene a la ciudad”. Y no, el que viene ya no es más esa persona, es otra.
Varias veces citaste a Lou Reed como una influencia clave y llegaste a escribir un libro sobre su disco Transformer. ¿Es cierto que lo conociste mientras tocabas una canción de The Velvet Underground?Sí, y fue una de las cosas más inesperadas y grandiosas que me hayan pasado. Yo todavía estaba en la universidad y The Harpoons todavía era una banda bastante nueva, habíamos empezado hacía uno o dos años. Conocíamos a alguien que estaba organizando una fiesta en South by Southwest en la que iban a homenajear a Lou Reed, porque lo habían invitado al festival como orador. La idea era llevar a un par de bandas para que tocasen canciones suyas, y supuestamente él iba a andar por ahí y quizás iba a tocar al final, pero yo ni esperaba que fuera. De repente estábamos haciendo un tema de The Velvet Underground llamado “New Age”, y cuando me di cuenta Lou Reed estaba en primera fila, sacando fotos con su cámara. Después de que terminamos esa canción, hice “Heroin” solo con mi guitarra acústica. Bajé del escenario, me encaró y me dijo “Hola, eso estuvo bueno”, y yo estaba que me derretía. Después me preguntó si yo consumía heroína, le dije que no, me respondió “buena charla” y se fue. De todos mis héroes en el rock and roll, él está en la cima de esa lista. Escuchar su voz abrió mi vida a posibilidades que nunca había entendido antes.
[Foto: Jessica Lehrman - fuente: www.silencio.com.ar]
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