A casi diez años del estreno de El secreto de sus ojos,
el ganador del premio Oscar vuelve a la ficción cinematográfica con
actores de carne y hueso con esta ácida y negrísima tragicomedia basada
en Los muchachos de antes no usaban arsénico,
de José Martínez Suárez. Los tiempos han cambiado y esta nueva versión,
también. La película, más allá de cierta tendencia al subrayado y a la
moraleja, encuentra en un portentoso elenco encabezado por Graciela
Borges, Oscar Martínez, Luis Brandoni y Marcos Mundstock sus mejores
momentos y atributos.
El cuento de las comadrejas (Argentina-España/2019). Dirección:
Juan José Campanella. Elenco: Graciela Borges, Oscar Martínez, Luis
Brandoni, Marcos Mundstock, Nicolás Francella y Clara Lago. Guión: Juan
José Campanella y Darren Kloomok, basado en el original de Augusto
Giustozzi y José Martínez Suárez. Fotografía: Félix Monti. Música:
Emilio Kauderer. Distribuidora: BF París. Duración: 129 minutos. Apta
para mayores de 13 años.
En marzo de 1976, justo en momentos en que el orden
democrático era interrumpido -una vez más- por un golpe militar, se
estrenaba Los muchachos de antes no usaban arsénico,
película de José Martínez Suárez con Mecha Ortiz, Arturo García Buhr,
Narciso Ibáñez Menta, Mario Soffici y Bárbara Mújica. El film no tuvo la
repercusión deseada en medio de ese contexto desolador, pero con los
años esta comedia ácida, provocadora y negrísima, se ganó el favor
cinéfilo y se convirtió en objeto de culto. Lo mismo ocurrió con el
propio Martínez Suárez, quien generó varias generaciones de alumnos y
discípulos que lo veneran.
Juan José Campanella nunca ocultó su
admiración hacia Martínez Suárez, pero sorprendió que, para su primera
película de ficción tradicional luego de ganar el Oscar hace ya casi una
década con El secreto de sus ojos (en el medio concretó el film de animación Metegol y varios proyectos televisivos), eligiera hacer una remake de aquel largometraje de hace 43 años.
No tiene demasiado sentido incursionar en “el juego de las diferencias”, pero El cuento de las comadrejas,
además de durar casi 20 minutos más que el original, ha atenuado o
directamente borrado ciertos elementos disruptivos ligados al abuso
psicológico hacia la mujer. Son tiempos de corrección política y
Campanella -encargado de la adaptación y lavada de cara junto a Darren
Kloomok- entendió que había que cuidar un poco más tanto las formas como
los contenidos. Así, más que una batalla de los sexos, ahora se trata
de una batalla generacional, una guerra del cerdo invertida con los
viejitos piolas tratando de combatir a la modernidad, a los jóvenes
ambiciosos que creen sabérselas todas, y que en el film están
representados por los personajes de Francisco Gourmand (Nicolás
Francella) y Bárbara Otamendi (Clara Lago).

La
película transcurre casi íntegramente (hay algunas escenas aisladas en
restaurantes y oficinas corporativas) dentro y fuera de una
impresionante casona (se rodó en el castillo Guerrero) que parece
anclada en el tiempo. Allí viven desde hace 40 años Mara Ordaz (Graciela
Borges), una diva de la época de oro del cine argentino con su preciada
estatuilla dorada bien visible en la entrada y decenas de objetos que
rememoran su pasado esplendoroso (el film es, también, sobre el dolor de
ya no ser), su marido postrado Pedro De Córdova (Luis Brandoni), un exactor sin demasiado éxito devenido artista plástico; Norberto Imbert
(Oscar Martínez), quien dirigiera varias películas de Mara; y el otrora
famoso guionista Martín Saravia (Marcos Mundstock).
Entre ironías
mordaces, un cinismo lindante con la crueldad y una acumulación de
resentimientos que por momentos parece transformarse en odio, esta
suerte de tribu, de secta, de resistentes, sobrevive con su impronta
nostálgica y una particular dinámica interna. Sin embargo, la llegada de
Francisco y Bárbara, en un principio encantadores pero pronto
convertidos en una amenaza a partir de la idea de concretar con ese
terreno y semejante propiedad un importante negocio inmobiliario, genera
en ese núcleo una reacción furiosa y de imprevisibles consecuencias.
Los
principales problemas de la nueva película de Campanella tienen que ver
con cierta tendencia al diálogo altisonante, al subrayado obvio y
aleccionador (sí, comadreja rima con moraleja) y a una impronta
demasiado teatral que genera algunos desniveles en los registros
actorales (más contenido en el caso de Martínez; más exaltado en el de
Brandoni).
De todas maneras, los duelos interpretativos alcanzan ciertos
pasajes de brillo, la construcción de ese universo cerrado (y luego
espiado por ajenos) tiene su encanto perturbador y por momentos el film
consigue la tensión necesaria como para que el espectador se involucre
con la suerte de estas criaturas tan encantadoras como feroces, tan
seductoras como temibles, para una auténtica fábula darwiniana sobre la
supervivencia del más apto.
[Fuente: www.otroscines.com]
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