domingo, 23 de novembro de 2025

Cincuenta años después de Franco: Sánchez contrapone la democracia a la derecha actual

Algunos historiadores advierten de que el encuadre de Sánchez desdibuja los hechos. El Gobierno dice que no celebra la muerte de Franco, sino que reafirma los logros democráticos de España.

     La noticia de la muerte de Franco en las primeras páginas

Escrito por Inés Fernández-Pontes

El jueves se cumplieron 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco. Más que un momento de reflexión nacional, el aniversario se ha convertido en un campo de batalla político clave para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y en una herramienta para mantener unida su cada vez más frágil coalición de gobierno.


En enero, Sánchez bautizó 2025 como «50 años de libertad», presentando un calendario de actos culturales y educativos dedicados al final de la dictadura.


La sublevación militar de Francisco Franco en 1936 desencadenó una guerra civil de tres años que derrocó al gobierno republicano de España y dio paso a una dictadura militar de casi 40 años. Los expertos calculan que entre 500.000 y 600.000 personas murieron en el conflicto, cientos de miles huyeron al extranjero y miles más murieron bajo la represión franquista hasta la muerte del dictador en 1975.


Presentada como una advertencia contra el «ascenso del fascismo en Europa», la iniciativa pretende contraponer la «España democrática» a una derecha cada vez más radicalizada.


Según la última encuesta del CIS, el Partido Popular, de centro-derecha, se sitúa en el 22,4%, mientras que Vox podría alcanzar la cifra récord del 18,8%, un resultado que puede complicar el futuro de Sánchez, aunque todavía no garantice a la derecha una mayoría parlamentaria.


«Si algo nos enseña la historia es que la libertad es algo que se puede perder», declaró Sánchez en enero.


Sin embargo, las conmemoraciones de inicio de año comenzaron con notables ausencias. El rey Felipe VI no asistió, alegando compromisos previos. Tampoco asistieron el Partido Popular (PP), partido de centroderecha de la oposición, ni el partido de extrema derecha Vox.


Poco después, más de 100 intelectuales -entre ellos exministros y figuras socialistas- firmaron un manifiesto en el que acusaban a Sánchez de utilizar a Franco para «polarizar» España y deslegitimar a sus rivales.


Lógica de coalición

El momento elegido para la iniciativa no es casual. Sánchez gobierna con una débil alianza de izquierdas dependiente de los partidos nacionalistas regionales. Mostrar a la derecha nacional como una amenaza para la democracia ayuda a consolidar ese bloque.


En un congreso socialista celebrado en Ámsterdam el pasado octubre, afirmó que España ilustra cómo la «derecha convencional se ha convertido en un satélite de la extrema derecha».


A partir de ahí, Sánchez ha tratado de elevar su mensaje al escenario europeo, presentándose como abanderado del campo progresista del continente. En recientes intervenciones, llegó a advertir de que el regreso de Donald Trump espolearía una «reacción en cadena del nacionalismo» en Europa e instó a los líderes de la UE a construir un bloque socialdemócrata más autónomo capaz de resistirlo.


Ese mensaje se ha hecho aún más nítido a medida que el Gobierno de Sánchez se ha visto sacudido por una serie de escándalos de corrupción en los que está implicado su círculo familiar más cercano. Las acusaciones incluyen el uso indebido de varios millones en fondos de la UE vinculados a sus aliados.


Por otra parte, la policía ha vinculado una red de corrupción «mafiosa» a altos cargos del PSOE, lo que ha agravado los problemas de credibilidad y ha suscitado las críticas del Consejo de Europa sobre la gestión de la corrupción política en España y las lagunas de supervisión que existen desde hace tiempo.


Su negativa a dimitir o a convocar elecciones, argumentó Sánchez, evita entregar España a «la peor oposición de nuestra historia democrática».


No todos en la izquierda lo aprueban. El expresidente socialista Felipe González criticó el «argumento antidemocrático» de Sánchez y advirtió de que presentar a los opositores como protofranquistas puede trivializar la dictadura.


Armas contra el pasado

Utilizar el legado franquista da réditos electorales, según Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. «A mayor confrontación y polarización, mayor beneficio político», afirma.


Pero la estrategia puede estar resultando contraproducente. Madrid acogerá el viernes un encuentro neofascista. Además, una encuesta reciente muestra que el 21% de los españoles cree ahora que Franco «era bueno», un resultado que, según los historiadores, refleja la nostalgia alimentada por la política y no por la educación.


El escritor Javier Cercas resumió el malestar en El País en su artículo de opinión «Nada que celebrar» Celebrar la muerte de un dictador que murió pacíficamente «después de destruir una nación» es, cuando menos, moralmente cuestionable.


¿Política de la memoria o memoria política?


Durante décadas, los gobiernos evitaron conmemorar la muerte de Franco, conscientes de las concentraciones de extrema derecha que se celebraban cada 20 de noviembre. El líder socialista José Luis Rodríguez Zapatero incluso obvió el 30 aniversario.


El Gobierno español dice que no celebra la muerte de Franco, sino que reafirma los logros democráticos de España, argumentando que la democracia «la trajo el pueblo» y debe ser «defendida y recordada», dijo un portavoz del PSOE a Euractiv.


«No celebramos la muerte del dictador, sino el principio del fin», declaró el ministro español de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres.


Algunos historiadores, sin embargo, advierten de que el encuadre de Sánchez desdibuja los hechos. «Afirmar que España cumple este año 50 años de democracia distorsiona el pasado», afirma Pablo Pérez López, de la Universidad de Navarra. La democracia no empezó con la muerte de Franco en 1975, concluyó. 


El régimen sobrevivió hasta que las Cortes franquistas votaron a favor de su autodisolución en 1976, reforma refrendada posteriormente por el 90 % de los españoles en referéndum. Solo entonces se celebraron las primeras elecciones libres en 1977 y se promulgó la Constitución de 1978.



[Editado por cs/Euractiv.com y Luis de Zubiaurre - foto: Keystone/Getty Images - fuente: www.euractiv.es]


 


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