segunda-feira, 14 de setembro de 2015

Las sombras intermitentes de Kurosawa

Por Romina España Paredes

senaninblogu.com
senaninblogu.com
Rashōmon (1950, Japón) del director Akira Kurosawa contempla el dilema de la verdad a través de la extraordinaria narración múltiple de un trágico acontecimiento. La cobardía, el orgullo y el miedo de los hombres dan lugar a las intermitencias de la mentira y la verdad en los relatos de cada uno de los cuatro personajes que cuentan sus diferentes versiones sobre el crimen en el que se ven involucrados: un ladrón que interrumpe el viaje que un samurái realiza con su esposa por una montaña de Japón en el siglo XII. Como resultado de este encuentro, el samurái es asesinado y su esposa aparentemente violada por el ladrón. El único testigo de los sucesos es un leñador.
Uno a uno, ladrón, samurái, esposa y testigo, realizan la declaración de sus versiones de lo ocurrido frente a un tribunal invisible que presenta la focalización de la cámara y, con ella, la del espectador. Escuchamos en sus relatos a la verdad y a la mentira confundirse en cada narración, aparecer y desaparecer, donde la verdad de uno se vuelve la mentira del otro.
La primera forma en la que es narrada esta historia es a través del testigo que encuentra el cuerpo del samurái un día que va la montaña en búsqueda de leña.
El segundo en hablar es el ladrón que, orgulloso, cuenta la grandeza de su hazaña al asesinar con valentía al samurái, usando una espada robada.
La tercera es la mujer quien, temerosa de las consecuencias de lo ocurrido, se victimiza tratando de demostrar su inocencia. Apela a su confusión y señala desconocer cómo terminó la daga que le había regalado su esposo en el pecho del mismo. Por último, a través de una médium, el propio samurái asesinado cuenta cómo su muerte no sucedió a manos del ladrón o de su esposa, sino que fue el resultado de un acto de honor. Se suicida usando la daga.
Las cuatro versiones plantean el dilema de la verdad, ¿quién está diciendo la verdad? El espectador, que hasta el momento había asumido el mismo punto de vista que el tribunal, se ve obligado a cambiar esta pregunta en la puerta de Rasho, donde un monje y otro hombre se encuentran discutiendo con el leñador los diferentes relatos. Así, esta primera pregunta es sustituida por una ética: ¿por qué mienten los cuatro personajes? Los cuatro testimonios omiten elementos, inventan otros y finalmente modifican la historia por diferentes razones.
Las sombras de la mentira se destilan en cada una de las motivaciones de los personajes por ocular la verdad: el ladrón arrogante no puede perder su fama como estafador valiente, ni el samurái perder su honorabilidad y admitir que fue vencido en condiciones deshonrosas, ni la mujer aceptar que ha traicionado a su esposo cometiendo adulterio y deseándole la muerte a manos del ladrón.
Finalmente, el leñador confiesa que no ha contado completa su versión por temor a ser castigado.
La confesión del leñador, como una intermitencia de la verdad, desmiente los relatos de valentía, honor e inocencia, y describe con mayor perplejidad la verdadera bajeza humana. En su relato se reconstruye una escena de cobardía por parte del samurái y del ladrón que pelean con miedo por un honor del cual ambos dudan, y la traición de la mujer a su esposo como la única salida para liberarse de su desdichada condición. Pero aún queda el misterio en esta historia sobre la desaparición de la daga.
A partir de este momento, es en el personaje del leñador-testigo desde el cual los espectadores vemos el dilema ético, y es en él donde las intermitencias de la verdad y la mentira se resuelven. El desenlace de la historia en la que el leñador se ve obligado a confesar sus propias acciones como ladrón de la daga, falseando la verdad frente al tribunal-espectador, sucede cuando en el templo donde se encuentra con el monje y otro hombre (quienes a su vez representan dos polos morales contrarios) escuchan llorar a un bebé abandonado en la misma puerta en la que los tres están refugiados de una tormenta. Este último, roba la ropa y amuleto de niño. El leñador, indignado por las acciones de este hombre, trata de defender al recién nacido exigiendo la devolución de sus pertenencias y apelando a la sensatez de éste. La respuesta del hombre que a lo largo de la historia defendió la mentira y el egoísmo como aspectos intrínsecos a la naturaleza humana, al contrario del monje que defiende la bondad, es la clave en la transformación del leñador. El hombre logra liberarse del leñador, diciendo: cómo puedes juzgarme a mí, si tú también has robado, tú también has sido egoísta y has mentido.
Las sombras intermitentes de la mentira que se encontraban en la versión del leñador pronto desaparecen y el dilema moral de la verdad se resuelve. Arrepentido, viendo a través de un hombre al que desprecia las consecuencias de sus propias acciones, decide cambiar. Devolviéndole la esperanza al monje, decide adoptar al niño y criarlo como suyo, como un camino de redención. La verdad libera al leñador de las sombras de sus mentiras, el autoengaño de su propia miseria.

En la historia de Kurosawa la mentira siembra sombras que se arrastran con consecuencias destructivas. En cada uno de sus personajes, la mentira es un acto egoísta y cobarde alentado por el orgullo, la vanidad o el miedo a las consecuencias de una verdad a la que se prefiere negar. La mentira frente al otro es el autoengaño. El final esperanzador simplemente recuerda al espectador una verdad absoluta y perenne, resistente a toda intermitencia: que la mentira y el egoísmo no son intrínsecos al hombre y que aun en las condiciones más difíciles éste, en un acto de valentía y respeto a los demás, es capaz de decidir y elegir la verdad. Si no es así, dice Kurosawa en Rashōmon, ni te atrevas a juzgar a los demás.

[Fuente: www.homozapping.com.mx]

Sem comentários:

Enviar um comentário