Por Graciela Melgarejo
El lunes pasado, el poeta argentino-español
Marcos Ricardo Barnatán rescataba un tuit de @HerasHergueta: "Una de las palabras más repulsivas
del castellano, mal que les pese a los ebanistas, es «rebaba»".
Rápidamente otro tuitero contestó: "¡Que curioso! ¿Por qué le parece
repulsiva? Tiene un uso técnico: «Sobrante de un mecanizado»".
El humor es una marcada característica de
Twitter. Por eso, Barnatán rescató el tuit, y la discusión sobre la belleza o
la falta de belleza de "rebaba" y otros vocablos fue tema de varias
respuestas. Pasada la simpática discusión, quedó flotando el tema de la
necesidad de existencia de ciertas palabras.
Línea directa debe a la recomendación del periodista cultural
Nino Ramella la lectura de un excelente artículo de la escritora y académica
Carme Riera, "La isla de las palabras perdidas" (http://bit.ly/16LmR5y).
Aparecido el 25/8 en el diario español El País, su tema está desarrollado en el
primer párrafo: "¿A dónde van las palabras que se pierden? ¿A dónde van
las palabras de las lenguas que mueren cada día cuando muere el último
integrante de la pequeña tribu olvidada que todavía hablaba esa lengua minoritaria,
quizá extraña y recóndita, sin registro escrito, sin literatura impresa, solo
oral?".
Riera, que ocupa la silla n en la RAE y es
especialista en el Siglo de Oro español, va más allá: "¿A dónde van las
palabras que no se utilizan, las que nadie pronuncia, las que no tienen quien
las diga, las que duermen entre las páginas de los libros que nadie lee, las
que ya no registran los repertorios? Los sociolingüistas aseguran que de un
tiempo a esta parte no solo hablamos peor, sino que lo hacemos con un vocabulario
más restringido, cada vez con menos palabras de manera que la mayoría
sobran".
Los lectores de esta columna son testigos de que ciertas
palabras parecen casi a punto de desaparecer del español de todos los días,
arrolladas por otras que los hablantes parecen preferir. "Generar",
por ejemplo, está reemplazando a "crear", "provocar",
"producir", "realizar", y otro tanto ocurre con
"evento", usado en lugar de "acontecimiento", "encuentro",
"hecho", pero también de "espacio", lo cual hubiera sido
casi impensable antes.
En su correo electrónico del 26/8, el lector Rodolfo
Arrigorriaga se pronunciaba en contra de las "verbosas" sugerencias
de Fundéu para reemplazar el extranjerismo bunkering (en "Un caso más de plegarias no
atendidas", 19/8) porque le parecían "excelentes ejemplos de los
excesos en que podemos caer si olvidamos uno de los requisitos básicos que el
idioma necesita para ser un instrumento eficaz de comunicación entre los seres
humanos. Me refiero a la concisión, es decir, la virtud de expresar un concepto
en el menor número posible de palabras". Y terminaba preguntándose:
"¿Cómo haríamos para plantarnos en nuestro reducto idiomático y detener
esa avalancha de términos nuevos que avanza incontenible cada día?".
Es un debate interesante el que se avecina, y
está muy bien que abarque todos los sectores, tanto los académicos como los del
rincón "de los pucheros", como decía Santa Teresa.
[Fuente: www.lanacion.com.ar]
Sem comentários:
Enviar um comentário