"If you can't understand it without an explanation, you can't understand it with an explanation" (Haruki Murakami)
Por Laura Ferrero
Parece un cuadro de Jackson Pollock pero no lo es. En realidad se
trata de la fotografía de una pizarra de la que se ha borrado el rastro
de complejas ecuaciones de mecánica cuántica. Quedan aún trazos del
blanco de la tiza, como diciendo que hubo algo ahí, como si fueran
fósiles que apuntan a la existencia de una civilización perdida.
Probablemente la pizarra estuviera abarrotada de ecuaciones complejas
que eran un intento de explicación del mundo. La exposición Momentum,
de Alejandro Guijarro (Madrid, 1979), está llena de fotografías de
pizarras que, al verse despojadas de su contexto académico, se
convierten en cuadros llenos de inverosímiles ecuaciones. Parecen
cuadros de pintura abstracta: líneas, colores, gráficos. Lo que antes
tuvo su correlato con el mundo, se convierte en un símbolo sin
referente; en un recipiente vacío.
Gujarro visitó las aulas de los centros más prestigiosos en materia
de mecánica cuántica: Oxford y Cambridge en el Reino Unido, Berkeley y
Standford en Estados Unidos y ahí fue testigo de las explicaciones de lo
más granado de la física mundial. No sé si él entendió todos aquellos
garabatos, solo sé que los fotografió y que ahora, cuando veo esas
imágenes que tienen el mismo tamaño que las pizarras, con todos esos
índices de colores y signos que para mí bien podrían ser chinos, pienso
en que da igual si lo llamamos física, matemáticas, filosofía o
psicología. Lo del nombre es lo de menos porque cada una de estas
disciplinas, mediante garabatos distintos, no es otra cosa que un
intento de explicar. Y sobre todo, de explicarnos.
Hace algunos años leí mucho acerca de mecánica cuántica –para los malpensados, fue antes de ver a Ashton Kutcher en El efecto mariposa-.
En esa época me interesaban las explicaciones del mundo y cuando uno
estudia filosofía, llega a pensar que tal vez exista una disciplina que
lo abarque todo, una macroecuación que resuelva la vida con un
“tachán-aquí-está-todo”. Más tarde caí en la cuenta de que todas las
explicaciones eran intentos fugaces e incompletos de entender. Porque
no, uno nunca llega a comprender las cosas. De niños, creemos que cuando
seamos mayores lo entenderemos todo. Me pregunto si no es al revés y
cada día que pasa las entendemos menos.
Las pizarras, pobres, están siempre llenas de explicaciones; las
nuevas sustituyen a las antiguas y el borrador hace su trabajo
impecablemente. Sé que las pizarras del mundo seguirán llenándose de
garabatos hasta el infinito. Supongo que al final podrán explicar algo,
quién sabe. Aunque tengo mis dudas.
Me acabo de bajar a tomar un café y en la mesa de al lado una pareja
de ancianos se tomaba una ensaimada con un café con leche. Ella parecía
estar muy enferma, iba en silla de ruedas y tenía la mirada perdida.
Él, lentamente, con paciencia, le iba dando trozos de ensaimada. La
camarera le ha preguntado al hombre cómo se encontraba ella. Sigue así, como la ves. Pero la esperanza es lo último que se pierde, ha
dicho. La mujer no se ha inmutado. Y he pensado que el día que una de
esas pizarras mágicas pueda explicarme algo así, me pasaré la vida en
las aulas. De mientras, prefiero pasármela en los cafés. En esos sitios
no hay ecuaciones, pero por lo que veo, sigue habiendo otras cosas para
las que aún no existe una explicación.
[Fuente: www.fronterad.com]
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