La ciudad vasca, cuya destrucción inspiró el cuadro de
Picasso, hoy conmemora el feroz ataque de las tropas alemanas e
italianas, aliadas a Franco. Los sobrevivientes cuentan la heroica
resistencia.
“Pasadas las 3 y media de la tarde, vi el avión de reconocimiento que
daba vueltas sobre la ciudad volando bajo. No había peligro. No
teníamos nada para defendernos contra la aviación. Ni armas antiaéreas,
ni sistemas de alarmas adecuados ni refugios buenos. Los que se cavaron
rápidamente después del bombardeo, y destrucción de Durango, estaban sin
terminar”, explicó a Clarín Pablo Izaguirre Hormaechea. Fue el
primero con que este periodista recorrió Guernica y recibió la
información exacta de la masacre, la destrucción completa de la “ciudad
santa” de los vascos. Murió hace unos años y siempre lo recuerdo en mis
notas.
Pablo era monaguillo de Santa María, ubicado sobre una
pequeña loma en el corazón de la ciudad. “Vi el avión pero no le hice
mucho caso porque siempre volvía después del mediodía”, explica Luis
Iriondo, 89 años. Entonces, hace hoy 75 años, el 26 de abril de 1937, a
las cuatro y media de la tarde, la ciudad fue bombardeada durante tres
horas, muriendo entre 126 y 300 personas, según algunos historiadores,
ya que nunca se conocieron cifras oficiales. Luis tenía 14 años y el 26
de abril estrenaba pantalones largos, el símbolo de que dejaba la niñez.
Estaba contento, pero de pronto las campanas de Santa María comenzaron a
repicar y la siguieron otros templos. “Era un repicar tremendo,
desesperado, que indicaba un ataque aéreo. Después alguna fábricas
comenzaron a hacer sonar sus sirenas”, recuerda Luis. Pablo Izaguirre,
el monaguillo de Santa María evoca: “Tenía que redoblar las campanas
cuando desde el monte Aixelrrota, frente a la Iglesia, unos gudaris (soldados vascos) hicieran flamear unas banderas de advertencia. No tenía ni teléfono”. Los gudaris
se agitaban porque se echaba encima de la pequeña ciudad un enjambre
de aviones. Eran la Legión Cóndor de la Alemania Nazi y muchos aviones
italianos, cortesía de Benito Mussolini. Aparatos modernos cargados de
bombas “rompedoras” y otras “incendiarias” de fósforo.
Destrucción
e incendios. Herman Göring en el juicio de Nüremberg, destacó que
“aprendimos mucho en Guernica sobre cómo destruir una ciudad por
completo”. Guernica tenía que ser destruida no por su valor militar,
como lo demostró el hecho de que el puente hacia Rentería y las tres
fábricas de armas para los gudaris no fueron tocadas por las
bombas. El valor del “Vaticano de los vascos” era espiritual. Bajo el
tradicional Arbol de Guernica, los reyes españoles juraban los fueros
(derechos) como Señores de Vizcaya.
Es el símbolo de las libertades vascas .
La
destrucción del pueblo, después de más de tres horas de constantes
bombardeos, gracias al testimonio de varios corresponsales extranjeros
hizo explotar la indignación mundial contra Franco, al que los vascos
hacen responsable por haber autorizado la operación de la masacre. Vino
la explicación “oficial” ridícula: los “rojos separatistas” vascos
habían incendiado la ciudad, especialmente los pérfidos bomberos que no
tenían agua para apagar los incendios.
Además de los periodistas, varios
sacerdotes –que salvaron a muchísimos heridos– deshicieron la patraña
del franquismo. “La verdad es que el general Mola, jefe franquista del
ataque al norte, se enfureció por la resistencia de los vascos que en su
mayoría eran muy católicos, pero apoyaban a la República que reconocía
sus derechos”, explica Pablo. “Me metí en una galería que ahora llaman
refugio, pero no tenía ni tomas de aire. Estaba sin terminar, pero eran
de concreto y salvó mucha gente. Nos agachamos hasta encontrar un
poquito de aire”.
Pero había pasado menos de media hora. “Quería rezar y no podía. Señor mío Jesu....
bbbrooom
, una bomba. Y así varias veces. Después volví cuando se reanudó el
bombardeo y me quede en la puerta donde se respiraba mejor. Teníamos
terror de quedar enterrados vivos. La gente gritaba porque el ruido era
ensordecedor, a veces una explosión cercana hacía temblar todo. Y las
llamas por todos lados. Cuando salí y me uní a mucha gente, que no
paraba de gritar. Era el terror total”.
El recuerdo ayer se
sentía sin tiempo en la plaza del Ayutamiento, donde hoy se recordará la
tragedia. Andone Bidaguren, 84 años, también estaba ahí. Tenía 9 el día
de los bombardeos. “Recuerdo los gritos desesperados y los llantos de
las mujeres llamando a sus padres e hijos desaparecidos: ¡Aita! , (¡Padre!) y ¡Amatxu! (¡Madre!). Nunca lo olvidaré y cuando recuerdo me lleno de tristeza y de rabia.”
Por Juan Carlos Algañaraz
[Fuente: www.clarin.com]
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