quarta-feira, 23 de agosto de 2017

Escritores famosos que vivieron en el Hotel Chelsea



Escrito por ALEJANDRO GAMERO 


Situado en el 222 Oeste de la calle 23rd, entre las avenidas Séptima y Octava, el hotel Chelsea ha sido, a lo largo del siglo XX, algo así como la meca de novelistas, poetas, pintores, dramaturgos, actores, cineastas, músicos y toda clase de artistas e intelectuales en Nueva York. Construido en 1883 como cooperativa privada de apartamentos, el que fuera el edificio más alto de la ciudad hasta 1902 abrió sus puertas en 1884, quedando su última planta, la número doce, reservada a estudios de artistas. En 1905, después de que una temporada difícil económicamente arruinara la cooperativa, el edificio se transformó en el lujoso Hotel Chelsea, aprovechando su ubicación en el corazón de lo que entonces era el distrito de los teatros para convertirse en un centro cultural y artístico del mundo bohemio neoyorkino. 
Antes incluso de ser Hotel Chelsea, el Hotel Chelsea estuvo vinculado a la vida literaria, artística y cultural. Una de las primeras referencias es la novela, publicada en 1893, The Coast of Bohemia del escritor William Dean Howells, que estuvo alojado en el edificio y quedó tan encantado con sus jóvenes artistas que escribió un libro sobre ellos. Desde sus primeros días como un hotel, el Hotel Chelsea proporcionó alojamientos para la flor y nata artística, aunque incluso algunos de ellos no estuvieran financieramente sobrados. El escritor O. Henry, por ejemplo, solía registrarse bajo diferentes nombres falsos para evitar a sus acreedores. No así Samuel Clemens, que no tenía ningún inconveniente en pasearse por los pasillos del hotel como Mark Twain. 
Durante la Gran Depresión se difundieron rumores de la inminente bancarrota y destrucción del hotel. Y fue durante esa época que el poeta Edgar Lee Masters, que amó como nadie la atmósfera bohemia del Chelsea, le dedicó un poema. Más o menos por ese mismo tiempo llegó al hotel Thomas Wolfe, por recomendación de su amigo Masters ‒algunas noches Masters invitaba a Wolfe a una copa‒. En las paredes del Chelsea Wolfe escribió primero The Web and the Rock y después You Can’t Go Home Again, una de las más elocuentes condenas de la literatura estadounidense sobre el capitalismo. Por suerte, la Depresión no solo no hizo que el Chelsea no cayera en bancarrota ni fuera destruido, sino que las novelas de Wolfe inspirarían al denunciante a Jack Kerouac y compañía en los próximos años. 
Aunque El Quijote, el bar‒restaurante del hotel, tenía su propia historia, otro establecimiento cercano consiguió ganarse la reputación como lugar de reunión entre escritores, la taberna del Caballo blanco. Situado en Greenwich Village, a corta distancia del hotel, fue en este bar donde el poeta galés Dylan Thomas bebió hasta morir en noviembre de 1953. Según la leyenda, la última borrachera fatal de Thomas fue el resultado de una sola visita al Caballo blanco, donde bebió, según palabras del escritor, «18 vasos de whisky» ‒estas fueron sus últimas palabras antes de morir varios días después en el Hospital St. Vincent‒. También se dice que Thomas compaginó su viaje autodestructivo del Caballo blanco con el Chelsea. Allí le visitó, a mediados de 1953, Arthur Miller, que quedó profundamente impresionado con la caótica y aterradora existencia de Thomas. Poco antes de que Miller comenzara a disolverse bajo el calor de su pasión por Marilyn Monroe. Pocos meses más tarde Thomas estaría muerto, y menos de tres años después Miller se casaría con Monroe. 
Y entre 1962 a 1968, después del final de su matrimonio con Monroe, Miller decidió irse a vivir al Chelsea. Allí escribió, en la habitación 614, Después de la caída, poco después de la muerte de la actriz y que sirvió como una suerte de reflexión en el papel del escritor en esa caída. Miller siempre negó, incluso después de la muerte de Monroe, que la verdadera identidad de la protagonista femenina de su obra. Sobre el hotel Miller llegó a decir: «Gracias a Dios el Chelsea nunca ha sido respetable». Además, en un ensayo titulado The Chelsea Effect añadió algo más significativo: «Este hotel no pertenece a América. No hay aspiradoras, no hay reglas y la vergüenza… está en el punto más alto de lo surrealista». 
Fue una de esas noches llenas de «emociones metropolitanas», escribió Kerouac sobre la noche de 1953 cuando él y William Burroughs se encontraron, borrachos de alegría por la publicación de Yonqui de Burroughs, con Gore Vidal en el bar de San Remo. A medida que la ebriedad iba en aumento, Burroughs se marchó, dejando a Kerouac y Vidal dispuestos a rendir homenaje a sus predecesores Thomas Wolfe y Dylan Thomas al consumar su amistad en el Hotel Chelsea. Más tarde, en su novela Los subterráneos, Kerouac recreó fielmente todos los detalles de aquella noche, excepto su desenlace final, excusándose con una lacónica explicación: «Olvidé». Vidal, por su parte, remedió ese olvido inmortalizando su encuentro en su libro de memorias Palimpsesto
De hecho, los beats Jack Kerouac y Allen Ginsberg vivieron en el Chelsea. Se suele decir, erróneamente, que Kerouac escribió trozos de su obra maestra En el camino en el Chelsea, aunque la mayor parte de su novela en West 20th Street. Burroughs, en cambio, sí que escribió en el Chelsea, en 1959, la mayor parte de su novela más importante, El almuerzo desnudo. En los años ochenta y noventa, dos de los miembros más célebres del movimiento, los poetas Gregory Corso y Herbert Huncke, pasaron sus años en declive acechando al Chelsea. 
Burroughs todavía había de volver al Chelsea, con íntimo amigo, el artista canadiense Brion Gysin, en 1965. La idea era comercializar una nueva invención, la Máquina de los Sueños, un artefacto que consistía en un cilindro de papel giratorio con los lados cortados y una bombilla dentro, cuyo propósito era crear una experiencia psicodélica para el espectador sin tener que usar drogas. Cuando se dieron cuenta de que esta idea no iba a hacerlos ricos, ambos volvieron a unir esfuerzos en una nueva colaboración también en sintonía con el Chelsea, The Third Mind, una exploración del poder sinérgico de la colaboración creativa. El libro no se publicaría hasta 13 años más tarde, pero sus ideas sobre el poder de la yuxtaposición y de los puntos de vista opuestos inspirarían a numerosos artistas del Chelsea. 
Ese mismo año de 1965, Arthur C. Clarke, veterano del Chelsea, se registró en el hotel para escribir 2001: Una odisea en el espacio. Clarke, que estaba trabajando su novela en paralelo a la versión cinematográfica dirigida por Stanley Kubrick, había intentado trabajar en la oficia del cineasta. Sin embargo, a Clarke le inspiraba encontrarse en el Chelsea con escritores como Burroughs, Ginsberg o Miller, y charlar con ellos. Cuando el libro de Clarke se convirtió un éxito, el autor quiso darle algo de ciencia ficción al lugar que le había inspirado su libro de ciencia ficción y le compró al hotel cámaras de vídeo, láseres y otras tecnologías, muchas de las cuales quedaron instaladas en la azotea del Chelsea para ser utilizadas en las noches de verano.
Esto es solo un breve repaso por las andaduras literarias del Hotel Chelsea, sin entrar en otros ámbitos culturales y artísticos, sin mencionar a personalidades como Andy Warhol, el propio Kubrick, Frida Kahlo, Diego Rivera, Jasper Johns, Claes Oldenburg, Willem De Kooning, Henri Cartier-Bresson Keith Richards, Patti Smith, Dee Dee Ramone de The Ramones, Édith Piaf, Bob Dylan, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Sid Vicious, Leonard Cohen, Bob Marley, Jon Bon Jovi, Miloš Forman, Uma Thurman o Jane Fonda, entre muchísimos otros. Sin embargo, en 2011 el Hotel Chelsea cambió de propietario y fue cerrado para someterlo a una reforma integral y convertirlo en un hotel de lujo. Según el arquitecto encargado del proyecto, Gene Kaufman, se mantendrá su encanto original, incluyendo su escalera de hierro forjado y las obras de arte que cuelgan de sus paredes. Se supone que las reformas se completaron en 2014 y que el hotel reabrirá sus puertas a lo largo de 2017 o 2018. Entonces podremos ver si todavía se sigue manteniendo como lo hizo durante gran parte del siglo XX. Lo que no cabe duda es que seguirá siendo hogar de escritores y artistas.

[Imagen: Shutterstock - fuentewww.lapiedradesisifo.com]

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