quinta-feira, 6 de julho de 2017

Una de las mayores fugas de presos de la historia se orquestó en esperanto







Escrito por ANA BULNES


Si Hollywood buscase inspiración bélica más allá de su propio ombligo y de la Segunda Guerra Mundial, la película La gran evasión habría sido muy diferente. Sus coordenadas se habrían trasladado de Polonia a Ezkaba, Navarra, donde en 1938, seis años antes de la fuga de 77 presos del campo de concentración nazi Stalag Luft III, el fuerte de San Cristóbal vio a 795 de sus reclusos salir corriendo hacia el monte. De esta megafuga, que acabó con la masacre de más de 200 presos, se suele mencionar por encima y sin profundizar un detalle bastante sorprendente: la lengua en la que se organizó todo fue el esperanto.
Un poco de contexto: el fuerte de San Cristóbal (también conocido como Ezkaba por su situación) funcionó como prisión militar entre 1934 y 1945. Se llama fuerte y no prisión porque fue construido para lo primero y no para lo segundo, pero tras la huelga masiva de octubre de 1934, la llamada Revolución de 1934, se estimó oportuno utilizar el espacio de la fortificación (que nunca fue usada como tal) para encarcelar a varios centenares de participantes en la huelga. Desde el principio, la prisión fue conocida por sus malas condiciones de higiene y salubridad, algo denunciado una y otra vez por presidiarios y algunos de los trabajadores de la cárcel.
Durante la Guerra Civil, con Navarra bajo el control del bando nacional, la prisión se llenó de presos políticos republicanos, muchos rebotados desde otros penales. Dirigentes políticos y sindicales, comunistas, anarquistas… En 1938, cuando se produjo la fuga, había 2.487 presos.
La razón principal por la que tantos presos se arriesgaron a huir fueron esas condiciones de pesadilla que significaban ya casi una muerte segura entre muros, aunque, como apunta Fermín Ezkieta Yaben en su libro Los fugados del Fuerte de Ezkaba, muchos también lo hicieron por creer que el bando republicano estaba a punto de ganar y querían así de alguna forma apoyar a la República.
Pero ¿cómo es que en esta prisión se juntó un grupo de presos que hablaban esperanto? Y, suponiendo que fuese porque la lengua artificial era popular entonces, ¿cómo es que los carceleros no lo entendían y no se dieron cuenta de la conspiración que llevaba varios meses gestándose? La respuesta aparece en cuanto se lee un poco sobre la historia del esperanto: la lengua fue abrazada a principios del siglo XX por el movimiento obrero. En España, en particular, tenía fuerza entre grupos anarquistas.
Monumento homenaje a los fugados del Fuerte de Ezkaba
Monumento homenaje a los fugados del Fuerte de Ezkaba

Una lengua para el movimiento obrero

El esperanto prometía igualdad de condiciones —no hay hablantes nativos— y una lengua sin fronteras que encajaba perfectamente con el ideal del internacionalismo proletario. Las escuelas esperantistas y las clases particulares del idioma se convirtieron en algo bastante normal y muchos medios de izquierdas empezaron a publicarse en esperanto.
Durante la Guerra Civil, la mayoría de los esperantistas se unieron al bando republicano (aunque los hubo también en el bando nacional, ya que el esperanto había alcanzado cierta popularidad en la Iglesia, pero como la lengua tenía fama de izquierdista se aplastó rápidamente) y el idioma aparecía en publicaciones propagandistas y emisiones de radio; llegó a haber un servicio de censura para el esperanto, lo hablaban muchos brigadistas internacionales y hasta se impartían clases en el frente y en prisiones. En el fuerte de Ezkaba también se enseñó esperanto.
Pero los impulsores de la fuga —entre 20 y 50 reclusos— no necesitaron aprenderlo en la prisión. Cuatro de los organizadores, Juan Alzuaz, Leopoldo Picó, Fernando Garrofé y Julián Ortega, lo hablaban, y Ezkieta cita en su libro varios testimonios de familiares que recuerdan a sus abuelos hablando tanto euskera como esperanto, y gente de la zona que asistió a escuelas esperantistas. Y no eran solo esos cuatro líderes: en general, el esperanto era una suerte de «lengua franca» entre los presos políticos.
El plan que lograron urdir —preparado a lo largo de un año— gracias al uso del esperanto fue solo un éxito en su primera parte: logran tomar el fuerte y abrir las puertas. Un total de 795 presos deciden atravesarlas, aunque a partir de ahí ya no hay plan y están solos. Se da rápidamente la voz de alarma y los militares proceden a la caza: 206 fugados fueron asesinados en el monte y el resto, excepto tres (o quizá cuatro) que lograron alcanzar la frontera, fueron capturados. Fusilaron a 14 por ser los promotores de la fuga y otros 46 murieron en el fuerte debido a sus infames malas condiciones.
La época de esplendor del esperanto en España acabó también con la guerra. Hay todavía comunidades de hablantes y la Federación Española de Esperanto, fundada en 1947 cuando la lengua dejó de estar prohibida, sigue en activo. Pero ahora sería mucho más extraño que en una cárcel se juntasen una veintena de presos que pudiesen organizar una fuga por hablar todos esperanto.
[Fuente: www.yorokobu.es]

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