Un
escritor argentino que reside en Francia me dijo una vez algo así como: “En
Francia gusta mucho la prosa que proviene Proust, las subordinadas encadenadas”.
Pues bien, esta novela es un manual de subordinadas eternas cargadas de poética.
La prosa es elevada, hasta culta, me atrevería a decir, pero termina por
convertirse en densa, en una masa rala a través de la cual es difícil deslizarse.
Curiosamente, esta obra es la ganadora del prestigioso Premio Goncourt 2012, el
galardón de mayor relevancia en las letras francesas, y parece que tiene
sentido que lo sea, pues es una novela muy francesa, francesa hasta el tuétano.
El sermón sobre la caída de Roma
nos cuenta la historia de un bar, sí de un bar. El protagonista de la historia
es un pequeño local sito en un pueblo cercano a las costas de Córcega. La
primera dueña (primera dentro de la narración) lo abandona un día sin más y
desde entonces serán varios los personajes que lo regenten sin mucho éxito, hasta que por fin los supuestos protagonistas humanos del libro (porque, como
digo, el protagonista principal es un bar), Libero y Matthieu, dos amigos de la
infancia que se han criado en la isla y que estudian filosofía en París,
deciden instalarse en pueblo para tomar las riendas del local
y atraer hacia el pueblo, su tierra, la vida que necesita.
El
bar, por supuesto, funciona como metáfora. En realidad, el libro representa una
alegoría sobre el fin del mundo, de nuestro mundo, gobernado por las bajas
pasiones, los celos, la envidia y un sinfín de pecados capitales de los que
el hombre no puede huir. Y así se escribe la historia. Y así caen los imperios,
como el imperio romano, que claudicó ante los pueblos bárbaros, iletrados e
incultos, animales rabiosos que devoraron con avidez todo lo que de ilustrado
tenía el mundo. De ahí que el sermón de San Agustín de Hipona le sirva al autor
para articular el nivel simbólico de la obra.
Dos
son las líneas temáticas que estructuran la novela: la violencia y el sexo. Para
ello, Ferrari utiliza, tal vez de forma abusiva, un abanico de personajes
secundarios que a veces confunden al lector. Por otro lado, la
novela se abre a otros tiempos y otros lugares, y nos cuenta también la
historia de Marcel, el abuelo de Matthieu, y la del padre de Matthieu, y la de
su hermana, que viaja a Argel en busca de las ruinas del templo de Hipona. Y
todo este material, fragmentado a lo largo del libro, se antoja excesivo para
una novela que en su edición de tapa dura no alcanza las doscientas páginas.
No
obstante, El sermón sobre la caída de
Roma me parece una novela valiosa; considero que tiene un interés
intelectual innegable, un estilo personal, una poética elevada, varios niveles
de lectura, muchas figuras literarias y un profundo significado. Sin embargo,
leerla no me ha causado un gran placer. Es más, la parte final me ha resultado aburrida,
a pesar del clímax, pesada; deseaba terminarla y ponerme a leer algún clásico
breve, o a Claudio Magris, o qué se yo, El
proceso, de Kafka. Algo, en resumen, igual de valioso para mi intelecto,
pero más liviano para mi estómago.
El
sermón sobre la caída de Roma, de Jèrôme Ferrari. Mondadori 2013. [Traducción
de Joan Riambau]
Sem comentários:
Enviar um comentário